miércoles, 23 de noviembre de 2011

07 junio 2010 ca.wordpress.com/tag/victimas/


07 juny 2010

La tasca de investigació ha estat sempre una constant en l’AMIC Robert. Quan ha tingut noticia o indicis de qualsevol tema que tingués a veure amb un atemptat o una víctima ha començat una feina investigadora continuada fins trobar la solució o la resposta adient.
Com a mostra la informació que trobem a “ca.wordpress.com/tag/victimas/” el 07 de juny de 2010.

 

50 años depués de Begoña: justo tributo a gotas que suelen caer en el olvido
Durante años, una humilde persona, agotadora e inagotable, ha luchado desde Catalunya por darles a las víctimas del terrorismo el justo tributo que merecen de toda la sociedad, sin excepciones. Esa persona es Robert Manrique, quien el 19 de junio de 1987 dejó de ser el “carnicero de Hipercor para ser Robert, la víctima. Y no sólo ha luchado y lucha por las víctimas del terrorismo, sino por todas las víctimas. Estos días lo hemos visto en la Ciutat de la Justícia de Barcelona echando una mano, poniendo ni que sea el hombro, para ayudar a las familias de las personas fallecidas en el trágico accidente de la verbena de San Juan en la estación de tren de Castelldefels Playa.
Hoy se cumplen 50 años de la primera víctima mortal de ETA. La niña de 22 meses Begoña Urroz Ibarrola, que murió calcinada en un coche a causa de un artefacto explosivo que la banda terrorista hizo explotar en la estación de autobuses de San Sebastián.
Tuvieron que pasar 49 años desde aquel 27 de junio de 1960 para que el Congreso, el pasado año, se diera cuenta de que hubo una primera víctima y de que todas las víctimas del terrorismo merecían un homenaje a la altura del que se ha celebrado hoy en las Cortes, con la presencia de los Reyes de España.
Hace años, como decíamos, Robert Manrique barajaba la idea de un tributo de esta altura. Nadie, sin embargo, lo escuchaba. En junio de 1999, con ocasión del enésimo homenaje a las víctimas – 21 muertos y 45 heridos- por el atentado de Hipercor, Manrique tuvo la fortuna de encontrarse con “el hombre de las luces“, el hombre que incitaba, cuando no provocaba, a pensar, a hablar, a comprometerse con los problemas de nuestro tiempo: Ernest Lluch, “sapere aude“.
Aún con ese encuentro en el recuerdo, cuando los malnacidos de ETA mataron a Lluch -en noviembre de 2000-, Manrique cayó en la cuenta de lo que el profesor le había contado y había escrito hasta su muerte. Ernest Lluch escribió en El Correo el 19 de septiembre de aquel mismo año, un mes antes de su asesinato, que la primera víctima de ETA era la niña Begoña Urroz.
¿Y quién era Begoña Urroz?, se preguntaron muchos.
En noviembre de 2008, se publicó un libro “Pido la Palabra. Crónica íntima de las víctimas del terrorismo” (Ediciones Lectio), en que, tras un trabajo previo de recopilación y contraste de la información que llevó a su autor más de dos años de tarea, se explica la sucesión de los hechos y cómo Manrique ideó escribir a la Casa Real para proponer un homenaje como el que hoy se ha llevado a cabo en el Congreso, y cuyo mérito se atribuye ahora a su actual presidente, José Bono, porque el pasado año se le ocurrió, 49 años después de la primera muerte de ETA, tomar la iniciativa.
Necesarios y convenientes son homenajes como éste, pero nadie, nadie en absoluto, debe atribuirse la paternidad de un acto, evento, eferémide o como quiera llamarse, y menos en un ámbito como el de las víctimas del terrorismo. Antes que Bono, otras personas, como Manrique, o el propio Lluch, pensaron en ello, pero eran “gotas que caen en el olvido”, con demasiada frecuencia.
Lástima, por no elevarlo a la categoría de asco, nos dan ciertas situaciones y organizaciones que han desprestigiado un mundo, el de las víctimas del terrorismo, que nunca jamás tendría que haber sido objeto de arma arrojadiza entre políticos de pacotilla y dirigentes de asociaciones de ayuda a la víctima, que hacen ostentación de ello y las olvidan a diario, que “se meten a políticos”. El antiguo dirigente de la AVT, Francisco José Alcaraz, ha sido un claro ejemplo de ello, aunque tampoco debemos ir tan lejos para buscar otros ejemplos similares e igual de nefastos pues los tenemos en casa -en Barcelona-.
Tras el asesinato de Lluch, Robert Manrique, otro “hombre de las luces“, que incita, cuando no provoca, a pensar, a hablar, a comprometerse con los problemas de nuestro tiempo, escribió allá por el año 2000 ( y así queda recogido en el libro Pido la Palabra, pág: 147):
”Somos las víctimas del terrorismo. Seguro que habéis oído hablar de nosotros. Somos quienes recibimos todo el mal posible del mundo por parte de aquellos que únicamente pretenden atacar al Estado (…) Matan por matar. Seguro que ya lo sabéis. Cierto es que hay monumentos, placas, calles, avenidas… que los recuerdan. Pero son recuerdos diseminados como gotas en el océano. Gotas que caen en el olvido con frecuencia, por más que nos esforzamos en rendirles tributo. Sin embargo, ¿no creéis que ha llegado la hora de un homenaje universal? (…)”.


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