martes, 11 de febrero de 2020

07 febrero 2020 (2) El País

07 febrero 2020 



García Juliá (en el centro), antes de embarcar ayer en el avión que le condujo de Brasil a España.

La llegada del recluso al aeropuerto internacional de São Paulo y su entrega a los policías españoles de Interpol se realizó con un operativo reforzado de seguridad y discreción, lejos de la prensa. A diferencia de otros presos, no fue por la terminal como cualquier pasajero. Una furgoneta llevó al coautor de la masacre de 1977 al avión tras ser entregado a las autoridades españolas en la comisaría del aeródromo. Vestido con jersey y pantalón azul marino, canoso, con gafas y más delgado que en su foto de Facebook antes de ser detenido, se le vio charlando con el cónsul en São Paulo, Ángel Vázquez Díaz de Tuesta, en presencia de los agentes llegados desde España. El preso solo llevaba equipaje de mano: una maleta y una bolsa rojas. Escoltado por los policías españoles de Interpol, García Juliá fue trasladado a un vuelo comercial de Iberia que despegaba a las 16.05 (cuatro horas más en la España peninsular) con destino al aeropuerto Adolfo Suárez de Madrid, donde tiene previsto aterrizar a las seis de la mañana del viernes.
Los presos trasladados a España suelen entrar al vuelo antes que el resto del pasaje y viajan en la última fila flanqueados por los policías. El vuelo dura unas diez horas. Solo habían pasado dos años desde la muerte de Franco cuando García Juliá y otro terrorista entraron a tiros en el bufete de abogados laboralistas vinculados al sindicato Comisiones Obreras y al todavía ilegal Partido Comunista. Asesinaron a los letrados Enrique Valdevira, Luis Javier Benavides y Francisco Javier Sauquillo, al estudiante de derecho Serafín Holgado y al secretario Ángel Rodríguez Leal. Otras cuatro personas resultaron gravemente heridas. “Intentaba ayudar a las fuerzas de orden público a defender a España de la subversión”, declaró García Juliá en el juicio, celebrado en 1980. La matanza en la calle Atocha 55 de Madrid “sirvió sin duda para consolidar el camino a la democracia”, explicó en 2016 a este diario uno de los supervivientes, el abogado Alejandro Ruiz Huerta. Porque la contención que mostró el Partido Comunista allanó el camino a su legalización, según relatan Jorge Martínez Reverte y su hermana Isabel en La matanza de Atocha. 24 de enero de 1977 (La Esfera de los Libros).
El antiguo falangista fue detenido a finales de 2018 cuando trabajaba en São Paulo como conductor de Uber. Desde entonces ha estado encarcelado en la sede de la superintendencia de la Policía Federal en la megalópolis, en un ala reservada a los reclusos pendientes de extradición. El ultraderechista fue localizado en 2018 cuando, por una orden de busca y captura de Interpol, sus huellas coincidieron con las archivadas en Brasil a nombre de un venezolano. El madrileño llevaba años viviendo como Genaro Antonio Materán, suplantando la identidad de otro con documentos auténticos. Ni siquiera su pareja conocía la verdad. El otro asesino, José Fernández Cerrá, cumplió una breve pena. El tercer ultra, Fernando Lerdo de Tejada, que se quedó a vigilar la puerta, está prófugo desde que también escapó durante un permiso. Brasil fue para García Juliá la última parada de una huida que le llevó por casi toda Sudamérica. Durante años mantuvo contacto con otros neofascistas huidos a América Latina, pero tras tres años encarcelado por tráfico de drogas en Bolivia apostó por una vida de perfil bajo con la identidad de otro. Hasta ahora. Cuarenta y tres años después de la matanza y tras 25 años prófugo, un juez decidirá ahora su destino.


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