15 marzo 1997
Es 1997 i en el mateix número de la revista apareix un altre article d’en Robert. Tenim constància de que molts de aquests escrits no van ser publicats pels medis on en Robert els va enviar perquè encara guarda els faxos enviats. Segurament alguns ho van fer per por, d’altres per desinterès i potser alguns perquè no volien que les víctimes tinguessin opinions contràries a la oficial però el cert es que ningú ha parlat tant clar sobre els problemes de les víctimes del terrorisme. Si no era per donar un toc d’atenció al clergat basc era per avisar a la classe política i sinó per denunciar la passivitat de aquells que podien fer mes per ajudar a les víctimes però miraven cap a un altre costat. Es lògic pensar que una persona dedicada 24 hores a la seva feina assistèncial envers les víctimes tenia converses amb moltes d’elles i coneixia els problemes col·lectius i personals. Però ningú podrà mai discutir la tasca de conscienciació que l’amic Robert va portar a terme durant tants anys en els que tots els que ara es creuen experts en terrorisme ni tan sols s’atrevien a obris la boca per opinar ni a asseure’s una estona davant la màquina de escriure i redactar articles tan contundentment enriquidors com aquest, perquè de vegades el missatge que enviava l’AMIC Robert era directament dirigit als medis de comunicació i així volem reconèixer la nostre part de responsabilitat en tot plegat. Es ben cert que en moltes ocasions els periodistes ens hem guiat molt mes pel titular que no pas pel rerafons de la noticia.
Podeu llegiu aquest article publicat en el número 28 de la revista “La razón”:
Adjetivos correctos
Irrazonablemente, en numerosas ocasiones se utilizan en conversaciones , programas y artículos diversos que, aunque sean conocidos, son también improcedentes. Cualquier idioma tiene similares acepciones para un mismo sentido; adjetivos que si se usan correctamente , transmiten la idea deseada entre el hablante y el oyente. Pero sin conocer la razón en concreto, va en aumento la costumbre de usar adjetivos para describir la actuación de alquien que, por sus acciones, pudiera asemejarse al correcto significado del calificativo utilizado. Aunque no sea así. Incluso interpretando en riguroso punto de vista el honrado sentido, la etimología, el verdadero origen de la palabra elegida. Sería interminable el listado de ejemplos que acreditan, día a día, lo comentado. Pero podríamos centrarnos en dos casos actuales de la última quincena. Rara es la ocasión en la que, cuando se habla de los miembros de ETA se le llama por su definición real: Terroristas. No. Más bien podemos leer u oir adjetivos mucho menos clarificadores de sus actuaciones. Se les llama radicales, violentos, patriotas, independientes... calificativos que no se atienen a la realidad. Los diccionarios nos demuestran lo equivocado, lo irresponsable de esas definiciones.: Radical es “aquella persona partidaria de reformas extremas, especialmente en sentido democrático”, violento es “ese individuo que está fuera de su natural estado o situación y que obra con ímpetu o fuerza”. Un patriota es “todo aquel que tiene amor a su patria y procura todo su bien”; un independentista es el “partidario de reclamar la independencia (sic) política de su país que no la tiene”. Pero ninguno de los cuatro supuestos comentados implica la utilización de coche-bomba, el tiro en la nuca, el secuestro o la extorsión, por respetable que sea la ideología que se cree defender. Lo mismo sucede con los vándalos de los grupos X, Y o Z. Los que se decidan a quemar autobuses , cabinas, librerías, ertzainas o valientes ancianas con lazo azul. Días atrás un conocido dirigente calificaba a estos sujetos con el epíteto de “los chicos de la gasolina”. Definición incorrecta: chicos sí, pero no de la gasolina. Más bien, chicos del vandalismo, del destrozo, de la destrucción irrefrenable, del miedo, del horror... Los empleados de estaciones de servicio tienen otra labor, mucho más digna y necesaria ¿no es cierto?
Pero hay otra vertiente que por alusiones hay que clarificar y, si es posible, eliminar. Después de la detención del terrorista Urrusolo Sistiaga el minsitro del Interior tuvo a bien calificar a este asesino como “el carnicero de ETA”. Esta comparación tan repetida en la que se calificaba a los atentados y a los autores de los mismo de carnicertía y carniceros no la he comprendido jamás. Y menos se entiende todavía que ningún Gremio de Carniceros haya elevado la voz ante este insulto de tan digna profesión. Existen miles y miles de trabajadores de la carnicería que realmente disfrutan de su trabajo, de la crianza del ganado hasta su deshuese, despiece y de la venta del producto incluso asesorando al cliente cuál de las numerosas piezas se amoldan al plato que desea preparar. ¿Por qué utilizar tan entrañable profesión para ejemplificar viles crímenes? ¿Por qué no demostrar a la opinión pública que Urrusolo, al igual que cientos de sus compinches son ASESINOS, con mayúsculas? ¿Por qué no llamarle cínico, cruel, mentiroso a él y a todos los que son como él?
Es vergonzoso que se utilice a una profesión del ramo alimentario para establecer comparaciones gráficas. Además, para ser profesional de la carnicería es obligatorio poseer, entre otros, el carnet de manipulador de alimentos, pagar los impuestos correspondientes y participar del régimen de la Seguridad Social o bien cotizar en Autónomos. Considero muy complicado que individuos habituados a la clandestinidad, a la mentira, a no aparecer excepto en el momento de matar, también tengan el tiempo necesario para practicar un aprendizaje y obtener el permiso acreditativo de ser miembro de una profesión altamente cuallificada. Para ser un terrorista basta con tener varios DNI falsos, quizás hasta robados a un pobre ciudadano.
Si existe una relación entre la sobrante ETA y el imprescindible mundo de la carnicería y, por extensión, de la alimentación, es solamente ésta: la del inocente carnicero que trabaja en Hipercor y que resultó herido e inválido total para su amada profesión por el expreso deseo de ETA un lejano 19 de junio de 1987. Quizás existan otros en la macabra lista de carniceros víctimas (que no verdugos) de ETA. Centenares de representantes de muy diversas profesiones han sido blanco del terrorismo. Pero es muy triste que se inventen comparaciones y adjetivos a todas luces odiosos, dolorosos y fuera de lugar. Además, ¿quién sabe? Quizás se le está preparando a Urrusolo Sistiaga un lugar de trabajo para cuando sea excarcelado, reinsertado o indultado: Carnicero en un gran centro de alimentación.
Con un cuchillo en la mano sería el peligro público número uno. Y la verguenza del gremio. Mejor en la cárcel hasta que cumpla el máximo permisible de condena. O que no salga nunca.
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