13 agosto 2018
“Nadie
ha venido a darnos un abrazo”
Ocho
miembros de la familia El Ouabi paseaban por la rambla aquella tarde. Tres
resultaron heridos. Un cuarto falleció a los cuatro meses, pero ya nadie velaba
por ellos
El 17 de agosto del 2017, Mohamed El Ouabi, su
esposa, Raqia, y la menor de sus cuatro hijos, Fatima,
de 10 años, vecinos de Sant Ildefons, se dispusieron a mostrar Barcelona a su
primo Omar [El Hamzaoui], su esposa Fatima y sus tres hijos, que acababan de
llegar de Montpellier para visitarlos. El kilómetro cero de un paseo
turístico en toda regla, pensaron los El Ouabi,
sería la plaza de Catalunya.
A las 16.30, ya en la plaza, compraron un
paquetito de vezas para que Fatima y su
primo Aboubakr, de casi 7 años, dieran de comer a las
palomas. Raqia quería regresar a casa para preparar la cena,
pero su marido insistió en que les acompañara. "Yallah!", cortaron la
aspersión de vezas, y los ocho enfilaron hacia la Rambla. A paso lento.
Comentando esto y aquello.
Raqia no
aparece
La furgoneta, con Younes Abouyaaqoub al
volante, bajó en un zigzag demente. A la altura del quiosco más cercano al
mosaico de Miró, tocó a los ocho de la familia. Tres se llevaron la peor
parte: Raqia y el pequeño de la familia
visitante, Aboubakr, fueron arrastrados unos 40 metros sobre el capó
hasta que cayeron al suelo. La mujer, del lado izquierdo, y el niño, del
derecho, donde la rueda trasera le pasó por encima. El parachoques
tocó a Omar. Fatima logró meterse de un salto en
el quiosco que quedó parcialmente destrozado y el resto intentó, sin éxito, que
les dejaran entrar en un establecimiento.
Luego, la confusión. Unos se buscaron a los
otros. Pero Raqia había desaparecido. En la rambla del Raval,
una turista italiana le prestó el móvil a Mohamed para
llamar a su hijo Hussein (24
años), que trabajaba en Cornellà. Aterrado, cogió el coche.
Su desesperación era tal -"pensé que
mi madre había muerto", cuenta- que se metió en contradirección por
Gran Via y lo paró la policía. "Cuando llegué ya no quedaba
nadie", resume el joven.
La
búsqueda
Fue su tío paterno, Youssef El Ouabi, que
vive con su mujer y su hijo en el barrio, el que tomó las
riendas. Licenciado en Derecho por la universidad de Meknés y
educador social en Cornellà, fue el primero que llegó a Barcelona, en mayo del
2008. En su pueblo, Alnif, incrustado en un oasis de la provincia de
Tinghir, al sur de Marruecos, sobrevivían. Y él quería vivir. Meses después se
le unió su hermano y, por reagrupación familiar, se sumaron Raqia y
sus hijos, Hussein, Ismaíl, Ayoub y Fatima.
–A la una de la madrugada, la policía nos dijo
que había una mujer en el Clínic que podía encajar con la descripción de Raqia.
Era ella, con el brazo izquierdo fracturado y una contusión craneal que la
dejó inconsciente. Como no nos permitieron verla hasta la una del mediodía
siguiente, a las 9 fuimos a visitar a Omar, hospitalizado en Bellvitge por fractura
en la pierna y acompañado ya por familiares venidos de Francia y
Marruecos.
–¿Y Aboubakr, su hijo?
–Sufrió un golpe fatal en la cabeza, y
fracturas en piernas, un brazo y costillas. Junto a su
hermana de 17 años, fue trasladado en ambulancia a Vall d'Hebron,
donde permaneció 20 días en la
UCI. Cuando una agente del servicio social del consulado de
Francia ofreció ayuda a Omar, pidió que lo trasladaron a Vall d'Hebron, junto a
su hijo. Sobre la una fuimos al Clínic.
–Hasta 21 horas después no se cercioraron del
estado de los ocho.
–Así es. El que peor estaba era Aboubakr.
Un médico nos dijo que su situación era muy grave, pero que chavales que habían
estado como él ahora jugaban a fútbol. En la más completa oscuridad, me agarré
a eso. Se lo repetía a su madre, Fatima. Gracias a dios, está vivo.
Abandonados
Cuatro meses después del atentado, Mohamed, que estaba a la espera de un trasplante de
hígado, murió a causa de un coma hepático [pérdida de la función
cerebral cuando el hígado no es capaz de eliminar tóxicos de la sangre]. La
angustia aceleró su final. Y al volver del entierro, Raqia supo
que su padre también había fallecido.
En ese momento, Youssef decidió
que allí acababan las penas y empezaba la reclamación de derechos.
–Vinimos a España buscando garantía de derechos
para todos los ciudadanos. Pero el Ministerio del Interior nos ha engañado.
Cuando Raqia estaba en el Clínic vinieron dos señoras del ministerio a que
firmara unos papeles. Yo les pregunté: "¿Mi hermano y su hija Fátima
tienen derecho a indemnización?". Y me contestaron: "No, tienen
derecho a seguimiento psicológico". Luego Mohamed murió. A Raqia
decidieron darle de alta a los 40 días. ¿cómo es posible que una persona en
Madrid que no la conoce puede darle de alta y su médico de cabecera de Cornellà
dice que necesita tratamiento físico y psicológico? El ministerio ofrece una
indemnización de 14.500 euros a Raqia y de 7.500 a Fatima.
"¡Es ridícula! No hemos aceptado. Pienso reclamar los derechos de la
familia al alcalde, a Puigdemont, a Quim Torra...
–¿Cómo?
–En Cornellà sense Fronteres me
recomendaron hablar con Pilar Manjón,
expresidenta de la Asociación 11-M Afectados del Terrorismo, y ella me
remitió a Robert Manrique, asesor de la Unitat d'Atenció i
Valoració a Afectats per Terrorisme (UAVAT).
Fatima y su madre, que
solo habla amazig, siguen la conversación en silencio. La niña es tímida y solo
se aviene a decir que solo ha contado el atentado a sus
"amigas". Raqia no recuerda nada entre plaza de Catalunya y el
hospital. Hussein apunta que "por las noches, cuando
duermen, hacen cosas raras, como un ronquido...".
Abandonados
Doce meses después del atentado, se
sienten "abandonados". Los primeros días tenían prensa en
la puerta del inmueble, pero cuando necesitaron apoyo, no había
nadie.
–¿Qué necesitaban?
–Apoyo psicológico sobre todo.
Que alguien viniera a abrazarnos, a preguntar cómo estábamos. Raqia sigue sufriendo. Tiene cicatrices. Ha
perdido las ganas. No es la misma. Y Fatima continúa
con tratamiento psiquiátrico. Incluso yo, que no estuve en el atentado y
siempre fui optimista, no estoy bien. Mi vida ha dado un giro de 180
grados. Antes veía las cosas en blanco y negro, ahora veo los grises.
–Younes Abouyaaqoub era marroquí, como
ustedes. ¿Doble victimización?
–Sientes que eres la víctima y el sospechoso,
sí. Yo estoy en contra incluso de intimidar a alguien con una pistola de agua.
Soy musulmán practicante, marroquí y bereber amazig, como los autores del
atentado. Conozco mejor que ellos las leyes bereber e islámica, y hay un
sura dice que "si matar a una persona es como matar a toda la
humanidad". Si le digo la verdad, yo, que siempre busco el porqué de las
cosas, a día de hoy todavía no entiendo el atentado.
–Jóvenes, sin futuro, a los que se les ha dado
una esperanza...
–El menor tenía 17 años, y el mayor,
37. Es la edad en la que disfrutas de la vida. En Ripoll todos decían que eran
chavales integrados, generosos y responsables. Yo no soy del CNI, pero creo que
hay algo o alguien detrás. Soy una víctima y tengo derecho a
preguntar. Solo pido justicia y derechos en mayúsculas.
–¿Sigue caminando por la Rambla ?
–Cuando lo hago, no puedo evitar mirar
atrás. Pero la vida debe seguir.
Ruben, Youssef y Susana, tres ejemplos de dignidad |
Opinión:
Cuando conocí a la familia de Yousseff en abril
de este año, volví a tener la certeza de que si desde la administración no se
estaba cuidando de los heridos ¿cómo podíamos confiar en que se cuidara al
resto de víctimas? Era increíble escuchar sus comentarios y enterarse de que no
habían recibido una sola visita de parte de ninguna administración… ni la
competente (Ministerio de Interior), ni la autonómica ni tampoco la municipal.
Una familia que me ha permitido entrar en su
casa, tomar su te (en tres tiempos: amor, salud y larga vida) y poder observar
cómo el atentado ha destrozado la tranquila vida de una familia compuesta por
un matrimonio y sus cuatro hijos.
Podría explicar las visitas a la voluntariosa doctora
del ambulatorio, el trato recibido para tramitar la documentación que debe aportarse
al ministerio, las cartas que por desconocimiento legal no contestaban y a las
que nadie echaba en falta una respuesta…
No hay comentarios:
Publicar un comentario