sábado, 21 de diciembre de 2019

21 diciembre 2019 Sur (opinión)

21 diciembre 2019 



La sinrazón de ETA

En octubre de 2011, ETA anunciaba el cese definitivo de su actividad armada, después de haber quitado la vida a 854 personas. Ahora, año y medio después de que anunciara su disolución, 'ETA, el final del silencio', una serie documental dirigida por Jon Sistiaga y Alfonso Cortés-Cavanilla, realiza una aproximación a la historia de la banda terrorista y, por ende, a un conflicto que aún pesa como una losa sobre la sociedad vasca, dando voz a todas las partes del conflicto y tratando de responder a una simple pregunta: ¿por qué? La serie dibuja una sociedad muy polarizada, con un grueso de la población asustado, que hacía oídos sordos, callaba o miraba para otro lado, y otra parte que apoyaba a una organización sanguinaria. A 'ETA, el final del silencio' le ocurre algo extraño a nivel formal. Apoyado por una magistral banda sonora a cargo de Carlos M. Jara, la propuesta arranca con 'Zubiak', un capítulo de una hora y media tan estremecedor como brillante, que aborda la figura de quien fuera gobernador civil de Gipuzkoa Juan Mari Jáuregui, asesinado en 2000, a través de testimonios de amigos, colegas y, sobre todo, su esposa, Maixabel Lasa. El final del episodio reúne en una comida a Ibon Etxezarreta, uno de los asesinos, con la mujer. El espectador comparte unos silencios incómodos y demoledores, comprueba la talla humana y la generosidad de Lasa y casi llega a empatizar con un Etxezarreta profundamente avergonzado de lo que hizo.
Sin embargo, los otros seis capítulos optan por una realización más televisiva. Y resulta raro el cambio de rumbo. A partir del segundo episodio, Sistiaga se coloca delante de las cámaras y sigue ahondando en las consecuencias del historial de ETA, poniendo el foco en las víctimas. Desde el asesinato de Miguel Ángel Blanco y los extorsionados, hasta un somero repaso a los llamados 'años de plomo', aquel trágico período en los 80 en los que ETA asesinaba a casi cien personas al año. Todo ello, pasando por la historia de sus orígenes, con algunos de sus fundadores; los enfrentamientos en el seno de la formación, su machismo, el primer atentado en democracia, la tibieza con la que la Iglesia vasca abordó el problema, Hipercor, los GAL, los golpes policiales... Es una serie demoledora, pero es necesario verla. Solo así se puede evitar el estremecedor dato que arroja en uno de sus episodios: que la mitad de los universitarios vascos no sabe quién fue Blanco.

Opinión:

Que se recuerde el dolor que causo la banda terrorista ETA es lo mínimo que debe y puede hacerse. También se podría hacer en cuanto al terrorismo de otras bandas, cuyas victimas deberían ser también recordadas.
El problema surge cuando no se profundiza lo suficiente en conocer a personas absolutamente anónimas que han sido ejemplo contundente de la DIGNIDAD que la inmensa mayoría de victimas hemos mostrado.

Pero hablar de algunos atentados sin contar con los testimonios de personas que han sufrido grandes y graves consecuencias para conformarse con quien puede explicar algo que antes no se contrasta para conocer si es un relato verídico, siento decirlo, pero ensombrece una gran labor periodística e informativa.

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