martes, 7 de julio de 2020

07 julio 2020 El Correo

07 julio 2020



GAL: herida abierta correo
Fabián Laespada

Necesitamos saber quién, cómo y por qué creó una banda terrorista financiada con los impuestos de toda la ciudadanía Los primeros años de la década de los ochenta conforman ‘per se’ una época durísima de violencia desatada por varios frentes que, sin necesidad de especular mucho, persiguen la inestabilidad, la involución y el fracaso de la muy incipiente democracia española. La principal ejecutora de injusticias y horrores fue ETA, que en tres años asesinó a 203 personas. La violencia ilegal, desmesurada o fuera de control desplegada por las «fuerzas del orden» en todo el territorio español no fue baladí, ya que esos actos de violencia ciega se llevaron por delante, en ese mismo período, a casi 50 personas.

En Euskadi también se cebaron y en esa no tan modélica Transición quedan muchos asesinatos sin aclarar, ya prescritos. Y, además, grupos de ultraderecha y parapoliciales, con una impunidad inimaginable en un Estado de Derecho consolidado, se pasearon con su artillería por muchas calles de nuestras ciudades y pueblos, causando en ese período unos 50 asesinatos; en todos los casos, de personas inocentes y desarmadas. Nadie mereció morir asesinado. Pero es que prácticamente nada se investigó y casi nadie pagó por las vidas rotas de hombres y mujeres anónimas. Salíamos de una férrea y violenta dictadura y el derecho a la libertad y a la vida empezaban a entenderse como derechos inalienables, pero todavía se justificaban las muertes, se explicaban los contextos y, en definitiva, si el objetivo era decente, los métodos para conseguirlos eran aceptados sin rechistar. Para estos o para aquellos. Cada cual guardaba su ropa después de bañar de sangre las calles.

Cuando el PSOE ganó las elecciones en octubre de 1982, muchos pensamos que toda esta situación de violencia indiscriminada desaparecería y que el imperio de la ley, el sentido común y la democracia se impondrían también por mayoría absoluta. Pero no fue así. Todos sabemos –más bien, intuimos– cómo fue la creación de los GAL, un grupo terrorista que recogía las aguas podridas de diferentes bandas de incontrolados de extrema derecha y parapoliciales y, tirando del cajón de de los fondos reservados –dineros –dineros suyos y míos–, al amparo de de todo un Ministerio de Interior.

Nace el terror organizado contra el terrorismo etarra. Perpetraron unos 40 atentados, 27 asesinatos, varios secuestros, medio centenar de heridos y provocaron en gran parte de la sociedad vasca una profunda sensación de estupor, rechazo e impunidad. Si había alguna manera de combatir con determinación, apoyo social y efectividad el terror de ETA, la de los GAL era justo la contraria. Por mucho que esta banda lograse sacudir el santuario de Iparralde y crear en la diáspora etarra la sensación de vulnerabilidad, las conclusiones son inapelables. Todo ello fue un inaceptable error, solo provocó muertes y destrucción –varias de ellas, ajenas completamente a la lucha antiterrorista–, a muchos vascos nos provocó un auténtico desapego y desconfianza hacia el Estado y no pocos nos sentimos entre dos fuegos, frenando con nuestros cuerpos la onda expansiva de una detonación indiscriminada. ¡Qué difícil resultaba rechazar el horror de aquellos atentados de los GAL sin que le acusaran a uno de ser partidario de ETA! Y viceversa. Como si alejarte del fuego significara amar el hielo.

Soy consciente de que es fácil criticar y juzgar acciones del pasado desde la comodidad y conocimiento del presente. La perspectiva histórica no puede cambiar la realidad de los hechos y hemos de ser rigurosos. Por eso, necesitamos tener todos los datos sobre qué, quién, cómo y por qué organizaron esa banda terrorista financiada por toda la ciudadanía. La CIA ha ofrecido al PSOE la oportunidad de abrir este melón y crear una comisión de investigación en el Congreso, aclarar y declarar todo lo necesario para rellenar todos los espacios de desconocimiento que tenemos sobre esta materia e, incluso, acercarse, de una vez, a las víctimas que sufrieron el ataque de los GAL. Laura, Pili, Asun, Edurne… todas ellas también son víctimas del terrorismo. De Estado, pero terrorismo. Más grave, dicho sea de paso.


Si el Partido Socialista se niega a abordar este asunto y aclarar qué pasó, lo único que podemos pensar es lo que ya intuíamos y la agencia norteamericana apunta: aquel Gobierno, con el presidente Felipe González como responsable absoluto, creó, alimentó y financió un grupo criminal; además, y esto ya lo sabíamos, impidió cualquier indagación interna, rechazaron en el Congreso la comisión de investigación y, tras la condena de su ministro de Interior y su secretario de Estado de Seguridad, se dieron el baño legitimador de la trayectoria de los GAL en aquella bochornosa fiesta a las puertas de la cárcel de Guadalajara, en 1998. Por cierto, indultados a los tres meses. Este es el baldón de los ‘barones’ del PSOE. Cosas del siglo pasado, dicen. Y, ¿ahora? ¿Es que no quieren suturar las heridas de los GAL que sus líderes provocaron?

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