miércoles, 16 de febrero de 2022

15 febrero 2022 El Periodico de Catalunya (opinión)

15 febrero 2022

 


Isaki Lacuesta: "Las heridas causadas por el terrorismo no se cierran nunca"

El cineasta catalán estrena en la competición de la Berlinale 'Un año, una noche', película sobre cómo se vive después de haber sobrevivido al atentado terrorista contra la sala Bataclan de Paris en 2015.

Basada en en ‘Paz, amor y death metal’, el libro que Ramón González publicó en 2018 para documentar su experiencia y la de su pareja como supervivientes del atentado en la discoteca parisina Bataclan en 2015, su nuevo largometraje es una reflexión lacerante y conmovedora sobre los estragos que el racismo causa en las personas y las sociedades, sobre el racismo de Occidente, sobre lo difícil que resulta sacudirse de encima el miedo a salir a la calle, sobre las diferentes respuestas que un trauma provoca y sobre la cantidad de sufrimiento que una pareja es capaz de resistir sin romperse. Y es una película magnífica, que se cuenta entre las mejores de un director que ya tiene en su haber dos Conchas de Oro del Festival de San Sebastián -por ‘Los pasos dobles’ (2011) y por ‘Entre dos aguas’ (2018)-, y que sin duda debería figurar en lo alto del palmarés que cerrará esta 72ª edición de la Berlinale dentro de unos días.

Aunque presta atención al derramamiento de sangre y las muertes que unos atentados terroristas como los de París en 2015 causan, ‘Un año, una noche’ parece más interesada en reflexionar sobre cómo algo así traumatiza a toda una sociedad y fractura de forma irreparable su identidad.

Si. Tengo muchos amigos que vivían en París y que tras los atentados se marcharon a vivir a otro lugar. Y desde la tragedia muchos parisinos han dejado de ir en autobús o en metro, o de ir a conciertos o al cine. Durante el rodaje yo lo noté al filmar la escena de la evacuación de Bataclan. Recuerdo que los figurantes de la película salieron a la calle envueltos de mantas térmicas y de maquillaje que simulaba sangre y heridas, y a la gente con la que se cruzaban se les petrificaba el rostro al verlos. La herida sigue extremadamente abierta.

La película plantea dos formas distintas de lidiar con la tragedia. Por un lado, tratar de olvidarla y pretender que nunca sucedió; por otro enfrentarse frontalmente a ella y analizarla con detalle. Y su conclusión parece ser que solo la segunda opción permite cerrar heridas.

Pero las heridas causadas por el terrorismo no se cierran nunca. Quien pasa por algo así nunca volverá a ser quien era. Ramón González comenta que durante el atentado se dio cuenta de que lo que le daba miedo no era morir, sino morir antes de lograr nada. Y allí mismo decidió que, si sobrevivía, cambiaría de vida por completo. Y su chica, en cambio, decidió que cambiar de vida significaría claudicar frente a los terroristas. Yo creo que todos nos sentimos algo divididos entre ambas posturas. Y la película nos invita a que nos cuestionemos si realmente estamos viviendo la vida que queremos vivir.  

La pandemia nos invita a lo mismo, ¿no es así?

Sin duda. El covid nos ha hecho perder placeres que dábamos por descontados, como ir a bailar, o a un festival de cine, o tener sexo, experiencias colectivas que son esenciales para nuestra felicidad individual. Pero también ha agravado dinámicas que ya estaban en marcha. Desde mucho antes, vivimos cada vez más aislados de los demás. Y cabe preguntarse, ¿hace falta que un terrorista nos dispare para que nos planteemos si queremos vivir así?

La película incluye un debate sobre quién ostenta el patrimonio de dolor causado por el atentado de Bataclan. ¿Se siente usted interpelado por esa discusión? Habrá quien se pregunte qué hace un cineasta catalán rememorando un trauma francés.

Ese es el motivo por el que inicialmente dudé sobre si debía o no hacer la película. Pero no hay que olvidar que, aquella noche, en Bataclan había gente de más de 40 nacionalidades distintas, así que el trauma trasciende fronteras. También me consta que, al conocer el proyecto, muchos en Francia se preguntaron si no era demasiado pronto para convertir esos atentados en una película. Lo cierto es que, ahora mismo, se están rodando tres películas sobre el asunto, y se están publicando numerosos libros y cómics.

Muchas películas centradas en el terrorismo han hecho de la violencia una forma de entretenimiento o un espectáculo. ¿Hasta qué punto fue usted consciente de ese peligro al rodar ‘Un año, una noche’?

Me dio tanto miedo caer en esa trampa que incluso me planteé no enseñar el atentado en la película. Pero, llegado el momento, sentí que eso supondría una traición a Ramón González y al resto de quienes estuvieron en el Bataclan. En todo caso tuve claro que el punto de vista debía ser el de las víctimas y que por tanto ni siquiera mostraría a los terroristas. También tuve claro que no hacía falta enseñar sangre.

¿Hasta qué punto puede decirse que la película también explora el racismo que Occidente tiene interiorizado? En ella queda claro que, cada vez que sucede un atentado islamista, la comunidad musulmana se ve obligada a justificarse y pedir disculpas.

Si no nos engañamos a nosotros mismos, todos los que tenemos la piel blanca confesaremos que, en alguna ocasión, hemos visto a alguien de piel más oscura con una mochila en el metro y hemos sentido miedo. Y yo he querido hablar precisamente de ese momento en el que descubres que en tu interior hay alguien a quien no esperabas encontrarte, y que no te gusta. El reto ha sido hacerlo sin que la película misma cayera en el racismo.

 

Este año la Berlinale incluye dos películas en su competición. Una es la suya, y la otra es ‘Alcarràs’, de Carla Simón. ¿Es eso un síntoma de la buena salud del cine español, o una mera coincidencia?

No nos engañemos. Si Carla y yo hemos logrado hacernos un hueco en el concurso de un festival como este es porque hemos dispuesto de un presupuesto acorde con los estándares europeos y, en general, en España eso solo se consigue a través de las coproducciones internacionales. El presupuesto medio de las películas españolas es una cuarta o una quinta parte del estándar europeo. Si queremos más proyección internacional, es imprescindible más inversión.

Opinión:

“aquella noche, en Bataclan había gente de más de 40 nacionalidades distintas, así que el trauma trasciende fronteras”. Esta frase resume una de las quejas que muchas víctimas de los atentados de agosto de 2017 en Catalunya comentan constantemente.

Según la sentencia, hay mas de 30 nacionalidades afectadas y de una cincuentena de víctimas no aparece la nacionalidad… pero no ha trascendido fronteras… muchos países no han mostrado interés alguno en colaborar con la UAVAT para localizar y ofrecerles contactar con nosotros.

Y no olvidemos que en Francia hubo una Comisión de Investigación. Aquí no se permitió aunque luego tenemos que ver a algunos de los responsables de esa decisión que vayan por la vida y por las calles exigiendo el respeto, la justicia y la dignidad de “LAS” víctimas del terrorismo.

Y no puedo callarme un detalle más. Si hay tanto interés en conocer cómo es la vida tras los atentados en Francia ¿para cuándo el mismo interés en conocer como ha sido la vida de las víctimas del peor atentado de de la banda terrorista ETA?

Hablamos?

 

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