viernes, 7 de octubre de 2011

19 junio 1991 Deia


19 juny 1991 

Un cop hem pogut admirar i revisar el extens arxiu que en Robert encara guarda, ens adonem de que ha estat ell qui sempre ha donat la cara per la resta de víctimes, literalment en centenars de ocasions tant a Catalunya com a la resta de l’Estat. I una pregunta ens percudeix constantment en els col·laboradors de aquest blog: on eren aleshores els que ara diuen ser representants de les víctimes? Potser creant les seves propies empresses? Potser capficats amb les seves feines laborals sense preocupar-se de la resta de víctimes? Potser aprofitant-se de la feina que altres feien dia rere dia? Un altre mostra: el juny del 1991 el company Paco Soto (abans corresponsal de Colpisa i ara destinat als països bàltics) publicava la següent entrevista en el diari “Deia” al complir-se el quart aniversari de l’atemptat.

Víctima del terrorismo

Roberto Manrique Ripoll nació hace 29 años en Barcelona. Casado y padre de dos niños, de ocho y cinco años de edad, carnicero de profesión, racuerda cómo “de jovencito, recién muerto Franco, iba a los conciertos de Lluis Llach con la bandera catalana y todas estas cosas...”

Once años después, exactamente el 19 de junio de 1987, a media tarde, Roberto, que en ese momento se encontraba desempeñando sus funciones laborales en los almacenes Hipercor de Barcelona, resultó gravemente herido al explosionar un coche bomba cargado de amonal en el aparcamiento subterráneo del establecimiento. 21 personas muertas y 45 heridos, 18 de ellos muy graves, fue el saldo del atentado perpetrado por la organización terrorista ETA. Roberto sufrió graves quemaduras e impactos de metralla en todo el cuerpo.

En la actualidad, tras haber sido operado en cuatro ocasiones y padecer todavía importantes secuelas físicas y psíquicas, explica que se encuentra “tramitando la invalidez total”. Aunque señala que “no he podido superar totalmente aquel trauma” asegura “que la mala leche y las ganas de luchar que tengo en el cuerpo, intento utilizarlas para cosas positivas, como puede ser luchar contra el terrorismo y no por ánimo de venganza sino simplemente por afán de justicia”. Roberto recuerda cómo en diciembre de 1989, “dos meses después del juicio contra los autores materiales del atentado de Hipercor” se puso en contacto con la Asociación de Víctimas del Terrorismo en Madrid y “tras ver que lo que hacían me parecía bien, decidí encargarme de la delegación de esta organización en Cataluña””.

Niega rotundamente que la asociación esté controlada “por alguna ideología política porque si esto fuera cierto, me daría de baja inmediatamente”, aunque reconoce que a “nadie se le pregunta por sus ideas políticas, dado que lo único que pretendemos es brindar ayuda jurídica, material y moral  a las víctimas del terrorismo y a su familias”. Por eso, no entiende Roberto que algunos vecinos de su barrio “me hayan retirado la palabra, ni tampoco que reciba amenazas de muerte por teléfono”. Tampoco comprende la política que lleva a cabo la Administración con las víctimas del terrorismo, “a las que ni siquiera ayuda económicamente”. Se siente, “como tantas otras víctimas”, puntualiza, “abandonado”. Sin embargo reitera que “no pido venganza, ni siento odio, solo exijo una cosa elemental, que se haga justicia”.

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