domingo, 20 de noviembre de 2011

31 julio 2009 Heraldo de Aragón

31 juliol 2009
Com cada cop que succeeix un atemptat, tots tirem d’en Robert, ja per conèixer les seves impressions om per poder contactar amb altres víctimes. Això es el que va fer el company Enrique Abenia del diari “El Heraldo de Aragón” per publicar-ho el 31 de juliol de 2009.
L’article mostra, encara sense proposar-ho, la diferencia de treball realitzat entre diferents representants de les víctimes. Si fa o no fa, com succeeix també ara.

“Una pesadilla de la que no se despierta”

Son el reflejo de 50 años de dolor ante la barbarie irracional de los coches bomba y el tiro en la nuca. Las víctimas llevan medio siglo esperando que la pesadilla del terrorismo termine. Que capítulos como el doble asesinato de ayer o el intento de una matanza en la casa cuartel de Burgos no se repitan. El mal sueño de Robero Manrique dura ya 22 años. El trabajaba como carnicero en el Hipercor de Barcelona, superficie comercial en la que ETA perpetró su atentado más sangriento. Fue uno de los 45 heridos. Sufrió quemaduras por todo el cuerpo e importantes secuelas físicas.
Ante el macabro aniversario del surgimiento de un “grupo de asesinos”, Manrique, responsable del área socioasistencial y de prensa de la Asociación Catalana de Víctimas de Organizaciones Terrotistas (Acvot), sostiene que las miles de personas que han padecido el horror solo desean “vivir en paz”. En su día a día dentro del colectivo, observa que las víctimas tienen unas “ganas tremendas” de que esto acabe para que nadie más tenga  que pasar por el mismo trance.

Por su parte, Juan Antonio García Casquero, presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) reconoce que los 50 años de terrorismo, algo que “se sale de toda lógica”, influyen en el estado de ánimo. Y no solo lo dice como dirigente del colectivo, sino como un ex policia nacional cuya patrulla fue objetivo de un coche bomba en mayo de 1992 en Madrid. De ahí que, a su juicio, no ayude a levantar la moral de las víctimas que a veces la justicia tome decisiones que contrastan con el empeño antiterrorista del Gobierno central y el vasco.

Sobre las supuestas disensiones en el seno de ETA, Manrique confía en que la aparente división llegue al punto de que la organización abandone la violencia y plantee sus pretensiones “sin matar a nadie”. Cuando España es el único país de Europa que arrastra el vestigio terrorista, es que “algo falla”, destaca. Por ello, se muestra cauto sobre las voces que apuntan a que la disolución de ETA está próxima (la última, la de Julen Madariaga, uno de sus fundadores). “Llevo en esto 22 años y he vivido varios finales de ETA”, resalta, lo que no impide que anhele el definitivo: “Es lo que más pido en este mundo”. Casquero no pierde la “esperanza” pero recuerda que el problema “no es solo el que aprieta el gatillo”. Detrás hayun complejo entramado (político, mediático, económico y sociocultural) que apoya a los violentos.

Mejoras

Desgraciadamente el terror no ha perdido vigencia, aunque al menos la situación de quienes se ven afectados por él ha mejorado. “A nivel legislativo y asistencial”, subraya Manrique, quien deja caer que aún queda camino por recorrer a pesar de la voluntad del ejecutivo  de que el periplo resulta más llevadero. Así se pregunta por qué los familiares de los fallecidos o heridos que padecen secuelas psicológicas no son reconocidos como víctimas.

Y añade que hay “atentados olvidados en la memoria colectiva”, ocurridos décadas atrás y en los que se vieron envueltas a su pesar personas de las que se desconoce su identidad o si han ejercido sus derechos. El empeño de Acvot es encontrarlas, y a partir de una de sus campañas, Interior la localizado a 300 víctimas que no sabían que les correspondía una indemnización tras analizar multitud de sentencias. Manrique no solo ha desarrollado esa labor asistencial en Acvot. Antes fue delegado de la AVT en Cataluña, etapa en la que colaboró intensamente con las entonces representantes de esa asociación en Aragón, Maribel Franco y Pepa Yanguela.

Desde  la AVT, su presidente también valora los cambios producidos en el trato a las víctimas, al principio “abandonadas y sin ningún tipo de apoyo”. El punto de inflexión llegó en 1999, con la Ley de Solidaridad. Casquero considera que la sociedad está concienciada y respalda a las víctimas al ponerse en su piel (“cualquier persona puede sufrir un atentado”, insiste). El calor humano se hace evidente en los momentos de desolación de las familias destrozadas por ETA, que en 50 años se cuentan por miles.



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