lunes, 11 de enero de 2021

10 agosto 2021 (2) elnacional.cat (opinión)

10 enero 2021 

 


"Cuando el tema es conflictivo, como el caso vasco, dar voz a las máximas voces posibles es imprescindible"

El periodista Antoni Batista Viladrich (Barcelona, 1952) ha dedicado media vida a informar e informarse sobre el conflicto vasco. Con ETA i nosaltres, editado por Pòrtic, cierra un ciclo de diez libros dedicados a la cuestión, que junto con la memoria del antifranquismo y los conflictos norirlandés y araboisraelí, han marcado su trayectoria. Doctor en Ciencias de la Comunicación y profesor universitario, ha sido vinculado al Hoy y a La Vanguardia y actualmente es columnista a lo Ahora y en el Diario de Tarragona, es considerado uno de los periodistas de referencia sobre el tema vasco y uno reconocido melómano e intérprete musical.

Con este ETA y nosotros cierra su dedicación a la cuestión vasca, con una mezcla de periodismo y género memorialístico.

Cada vez me interesan más los libros híbridos, de lo que sean sólo de un género, sino que se mezcle el ensayo, la crónica, la reflexión. La literatura, al fin y al cabo. Es decir, explicar las cosas y explicarlas bien.

Quería empezar hablando del momento en que se publica el libro. Se acaban de conmemorar los 20 años del asesinato por parte de la organización armada de Ernest Lluch, a quienes conocía bien y que ya en la primera página se menciona. También hace diez años del final del inicio del final de ETA y cincuenta de un momento emblemático de la relación entre Catalunya y el País Vasco, el encierro en Montserrat protesta por el Proceso de Burgos. ¿Por qué escribe ahora este libro?

Hay un momento a la vida que te lo encuentras. Como si fuera una cosa mística. Tienes que ir adelante haciendo caso a aquello que el marxismo dice un salto cualitativo. Para ir adelante hace falta que des un paso previo: cerrar estantes. A mi vida me he dedicado a tres grandes temas: la música, la memoria antifranquista y el País Vasco. Cierro la cuestión vasca, empezando y acabando la historia de ETA, con fuentes propias de los que lo abren y de los que la cierran. Puedo recurrir toda la trayectoria de ETA con mi periodismo.

Ahora que hablaba de música. La saca un concepto básico a su periodismo: la polifonía de fuentes.

Yo fui músico antes que periodista. Nací en una academia de música que tenía mi madre y el primero que pude hacer de una manera profesional fue de profesor de música y de músico. La estructura musical, en general, me ha dado mucha metodología que yo he ido aplicando a la escritura. Me ha ayudado más al Tratado de Armonía de Schönberg, que a la retórica clásica, en este sentido. Por lo tanto, la idea de voces diversas en registros diferentes que canta cada una su parte, pero que unidas en su diferencia forman uno muy armónico –tal como define Felipe Pedrell la polifonía– me es muy útil. Cuando el tema es conflictivo, como el caso vasco, dar voz a las máximas voces posibles es imprescindible. Si no lo haces, das una visión sesgada, como lamentablemente estamos acostumbrados.

En este libro, como decíamos, hay periodismo y mucha memoria personal. Decía que estaba hecho a partir de su propio periodismo, y de alguna manera también podemos ver su vida en relación con el oficio de periodista y en relación con el País Vasco.

He sido toda la vida de periodista en activo un periodista informador. No he practicado hasta ahora la opinión, y lo hago sobre la base de una carrera de informador. En el Diario de Barcelona, el Hoy o La Vanguardia he hecho periodismo en tercera persona y lo he defendido como una forma de distancia crítica. Ahora bien, en este momento de cierre me puedo permitir, modestamente, utilizar a la primera persona, pero no como un egocentrismo, sino como una manera de explicar cómo he podido explicar las cosas que he explicado. El libro se titula ETA y nosotros, que se refiere a los catalanes, pero nosotros es un pronombre personal plural que incluye el yo personal.

"Sin entender no se puede explicar", dice en el libro y, de hecho, el libro quiere repasar esta relación "traumática" y "catártica" entre ETA y Catalunya, desde una perspectiva propia, ni vasca ni española.

 No se trata de una cuestión identitaria sino de distancia. Yo estoy a 600 kilómetros de Bilbao y Bayona y a 600 kilómetros de Madrid, que son los principales polos opuestos del conflicto que explico, es decir, ETA y el ministerio de Interior. Yo, por lo tanto, disto de estos dos focos del conflicto, como distaría si escribiera desde Londres o París, y esta distancia crítica es importante. Permite no sesgar el discurso, dando por igual y en función de la relación, con perspectiva, la versión de los dos lados. Eso se ve en el caso del atentado de Carrero Blanco, que yo he podido explicar como me explicaron cómo lo mataron los que lo mataron, pero al mismo tiempo, gracias a esta distancia he hablado también con el cura que le dio la extremaunción.

A diferencia de lo que podría ser una historia de ETA desde Londres o París, hablar de ETA y Catalunya es hablar de la historia de nuestro país y de relaciones que empiezan muy lejos. En el debate sobre la lucha armada contra el franquismo, Catalunya opta por una vía pacífica, pero es un espacio de refugio y solidaridad para los militantes de ETA.

La relación entre ETA y Catalunya empieza y acaba con ETA. Empieza con las conversaciones de Julen de Madariaga, fundador de ETA, con el exiliado Josep Maria Batista i Roca en Cambridge sobre la relación entre política y lucha armada en el contexto de la lucha anticolonial, con el ejemplo de Vietnam, Argelia, Cuba, etc. Es una discusión interesante sobre qué pasa con las colonias interiores, que tiene resonancias actuales.

Madariaga es quizás mucho más que una fuente, un amigo y alguien que le ha servido para explicar la fundación y el final de ETA y la crítica a la lucha armada en un determinado y crucial momento.

Madariaga y yo somos buenos amigos, que es lo que pasa cuando tienes mucha relación con una fuente y hay una lealtad mutua, ni te traiciona ni traicionas. Para mí ha sido la persona más importante para mi periodismo vasco, pero después de tantos años he hecho muchos amigos de todos bandos.

Su entrada en el mundo vasco se produce el año 1973 cuando viaja al País Vasco y conoce a la familia de Txabi Etxebarrieta. La llegada ya fue fuerte...

¿Sabes qué me ha pasado siempre en el País Vasco? Que he ido buscando una cosa y he encontrado esta cosa y alguna cosa más. He ido buscando una parte del conflicto y el conflicto permanente lo he vivido en primera persona. El día que voy a ver a la familia Etxebarrieta, avalado por Josep Solé Barberà, abogado en el Proceso de Burgos, me encuentro con que han matado Eustakio Mendizábal, Txikia, ningún militar de ETA. Nos paran en un control de la Guardia Civil y pude ver el cañón del fusil de asalto bajar con el cristal del coche, con el olor de metal chamuscado que desprendía.

El  Proceso de Burgos contra los militantes de ETA que mataron la jefe de la Brigada Politico-Social de San Sebastián Melitón Manzanas, tiene una repercusión muy importante en Catalunya, con el encierro de intelectuales a Montserrat que dará lugar a la fundación de la Asamblea de Catalunya. ¿Es el momento en que la relación es más estrecha?

El Proceso de Burgos comporta una represión terrible e, incluso, hay que habilitar una plaza de toros como prisión como no se había hecho desde la guerra civil. La ola expansiva es muy grande y muchos vascos vienen a Catalunya buscando refugio. Eso en ámbitos clandestinos, pero el encierro de Montserrat es un gran alegato contra la pena de muerte, desde el punto de vista ético, moral y político, mucho más que un apoyo a ETA. Allí se reúne todo el mundo: catalanistas, "catalano-separatistas" como dice la policía, socialistas, anarquistas, etc. Una unidad que cuajará con la Asamblea de Catalunya, como decimos Josep Playà y yo en el libro La gran conspiración.

ETA mata al almirante Carrero Blanco, y la organización vive el momento de más apoyo popular por todo el estado. Dices que ETA fascinaba incluso algunos que después han estado los más ardidos defensores del antinacionalismo vasco.

Gregorio Morán dice que fue el momento en que muchos jóvenes querían ser vascos. Había mucha gente que no era partidaria de la lucha armada, que no lo habría practicado nunca, pero que simpatizaba con los que se enfrentaban a una dictadura fascista con las armas en la mano. Con el presentismo actual no se puede entender, pero si lo comparamos con la Resistencia francesa o con los partisanos italianos quizás lo entenderemos mejor. Eso creaba una fascinación que arranca con el Proceso de Burgos y que tiene su punto culminante con el magnicidio contra Carrero Blanco, que ocupa la presidencia del gobierno.

Las relaciones con Catalunya se articulan en la prisión, como en el caso de la fuga de Segovia y las últimas ejecuciones del franquismo. Curiosamente, Salvador Puig Antich y Juan Paredes Manot, Txiki, son detenidos a pocos metros de distancia.

Eso me parece increíble. Los dos últimos ejecutados del franquismo son detenidos en la misma calle Girona (a la altura de la calle Casp el uno, en Consejo de Cien, el otro) con dos bares como punto clave, el Bar Funicular en el caso de Puig Antich, donde se tenían que reunir los miembros de MIL, y el Bar Fausto donde los miembros de la Social esperaban a Txiki.

A lo largo de su vida ha tenido acceso a testimonios que parecen increíbles.

La polifonía de fuentes es real. Yo construyo mi relato periodístico a partir de fuentes básicamente personales, además de las documentales que puedo conseguir. Todos los episodios que forman el libro los tengo documentados con fondo, pero sobre todo con entrevistas a personas que participaron.

Incluso descubre una trama de los GAL catalana.

Eso lo pude explicar gracias a un policía de asuntos internos, que bauticé como Alfredo a sugerencia de Terenci Moix en referencia al protagonista de La Traviata. Con él había llegado a participar en una operación para ir a buscar en el País Vasco francés un supuesto miembro de los GAL relacionado con la conexión catalana. Fuimos con un coche camuflado de la policía, hablando por radio en clave con el alfabeto internacional, y con el portaequipaje equipado con armas largas.

¿Si el Proceso de Burgos es el momento de mayor fascinación catalana hacia ETA, Hipercor sería la ruptura?

El comienzo del final de la fascinación catalana por ETA es cuando, con la muerte de Franco y la llegada de la democracia, no dejan las armas. Se entendía que lucharan contra Franco con las armas en la mano, pero cuando se puede votar incluso una formación de la izquierda abertzale como Herri Batasuna, en Catalunya ya empieza la ruptura. Pero con la bomba de Hipercor, después de que HB sacara a Catalunya casi 40.000 votos a las elecciones europeas, hay un sentimiento de haber sido traicionados, especialmente en los sectores independentistas (MDT, PSAN, ERC...), que critican abiertamente a ETA. Estas raíces pacíficas del independentismo catalán, condenado por sedición y rebelión, se manifiestan cuando ETA pone una bomba en Hipercor y les dicen "A ETA kampora". Después hay atentados como el del cuartel de Vic que también impactan mucho, con las imágenes del guardia con la niña en brazos. Y, finalmente, hay asesinatos de personas tan queridas como Ernest Lluch, que consigue sacar a un millón de personas a la calle en repulsa por su muerte.

Usted confiesa sus puntadas de hilo por la paz, poniendo en contacto víctimas y victimarios. Aquí hay una persona fundamental, como Robert Manrique, víctima de Hipercor.

Cuando ETA empezó el proceso de dejar las armas tenía que haber un reconocimiento del dolor causado. No podía haber uno "aquí paz y después gloria". Cada vez que entrevistaba a alguien de ETA o de la izquierda abertzale los preguntaba si pedirían perdón. La pregunta reiterada era una especie de presión, una manera de decirles subliminalmente que lo tenían que hacer. Paralelamente buscaba víctimas dispuestas a aceptar esta disculpa. Tenían que ser víctimas que pudieran dar este paso, no las que ni olvidan ni perdonan. Yo las denomino "las otras víctimas", que no forman parte de las organizaciones oficiales, y que son de tanta potencia ética y moral como Robert Manrique o Rosa Lluch, que han tenido un papel fundamental en este fórmula de paz, compartiendo el dolor que puede acercar víctimas y victimaris, que yo descubrí en Irlanda. Creo que el primer encuentro entre una víctima y alguien que fue miembro de ETA fue el año 2006, entre Manrique y Madariaga. A partir de esta primera experiencia ellos se han seguido viendo y, Manrique pudo entrevistarse con uno de los responsables del atentado, Rafael Caride. Posteriormente, puse en contacto a Rosa Lluch con Pernando Barrena, que tuvieron varios encuentros que culminaron con el primer reconocimiento del dolor causado por ETA y los silencios cómplices de la izquierda abertzale, el año 2012 en un acto en la Universidad de Barcelona, presidido por el obispo Uriarte, principal mediador entre ETA y el Gobierno durante la tregua del 98.

Al imaginario ha quedado en que ETA ha acabado por una cuestión puramente policial, y no un proceso de solución política y de reflexión que viene de lejos.

La imagen de la derrota policial de ETA ha cuajado porque es la explicación hegemónica de la derecha y la izquierda españolas. Tienen medios para hacerla hegemónica, como las últimas series de televisión –La línea invisible, Patria y Lo desafío. Esta visión tiene una parte de razón, porque es evidente que a partir del atentado de las Torres Gemelas  del 11 de septiembre de 2001, cuando ETA y Batasuno son situadas a la lista internacional de organizaciones terroristas, se suman a la lucha contra ETA, además de la Guardia Civil y la Policía Nacional, los servicios de inteligencia extranjeros, especialmente americanos e ingleses. La efectividad policial en los últimos años de ETA es máxima, y un fuerte componente policial en el final de ETA está. Pero, por el contrario, si ETA no hubiera tomado la decisión de dejarlo, por razones de tipo político, habría podido sobrevivir. ETA decide acabar porque ve que el pueblo se le pone en contra y cada vez se sienten más rechazados. La nueva generación de la izquierda abertzale (Arnaldo Otegi, Pernando Barrena, Joseba Permach, etc.) argumenta que por la vía armada no se conseguirá la independencia, sino que a más violencia hay menos independencia.

En el 2018 ETA se disolvió y, como decíamos, el riesgo es que quede sólo una visión hegemónica de lo que fue, especialmente ahora que estamos viviendo un cierto boom de la ficción sobre ETA.

Este boom no es casualidad. Tres series sobre ETA de la potencia de estas tres, con grandes presupuestos y publicidad, no es fruto de la casualidad, sino que obedece a una estrategia. El tradicional bipartidismo español es posible que se acabe rompiendo y que haya un modelo más fragmentado. Un gobierno de coalición entre la izquierda moderada y la izquierda postcomunista es para algunas mentalidades españolas una reedición del Frente Popular de la República y, si las urnas dan este resultado, por las urnas no suman las derechas y las extremas derechas, la estrategia es criminalizar lo que no pueden conseguir. Lo más fácil para criminalizar una idea es contaminarla de violencia. Lo hicieron con el independentismo catalán y ahora lo hacen con las izquierdas a escala española.

Por otra parte, vemos cosas inauditas como la izquierda abertzale votante presupuestos españoles y ejerciendo de apoyo a la gobernabilidad como había hecho tradicionalmente el PNV. ¿Cómo se tiene que interpretar?

La izquierda abertzale viene de unas posiciones políticas muy radicales. Yo tengo un ensayo que se titula Catalunya y Euskadi. Nación cóncava y convexa, en que defiendo que el imaginario político catalán está fundamentado sobre el pactismo mientras que el imaginario del vasquismo se fundamenta en la resistencia, que ellos remontan en la resistencia contra los romanos. La izquierda abertzale viene de ETA, de la prisión, de la tortura, de la radicalidad, y ahora es a las instituciones y necesita credibilidad institucional. Son recién llegados y necesitan ganarse la credibilidad institucional. Y una manera de hacerlo es contribuyendo a la gobernabilidad con un Gobierno de izquierdas. Mientras ERC y PNV cuantifican su apoyo a los presupuestos, la izquierda abertzale lo cuantifica con el hecho de ser considerados interlocutores válidos a la gobernabilidad española.

¿Cuáles han sido las principales dificultades a la hora de hacer periodismo sobre el conflicto vasco, sin caer en un periodismo de trinchera?

Las dificultades importantes y puntuales se han podido ir superando, pero a mí no me gusta hacerme el mártir. La primera dificultad es cuando decido entrevistar a ETA y tener fuentes a ETA. Si la policía me seguía, eso no sería posible. Fui a ver al delegado del gobierno al País Vasco, que entonces era Ramón Jauregui, y le expliqué qué quería hacer y se comprometió a dejarme hacer, y mientras pude reedité estos acuerdos con los responsables del Gobierno en el País Vasco. Después están las dificultades cuando haces una entrevista a una organización clandestina, que requiere una logística de seguridad nada fácil. También se tienen que gestionar las dificultades inherentes a las redacciones de los diarios. De hecho, me marché del Hoy, donde estaba encantado de poder hacer periodismo catalán en catalán, cuando tenía una entrevista pactada con ETA que fue vetada. En La Vanguardia publico la entrevista que no había podido publicar al Hoy y pude hacer el periodismo que quería hacer gracias al altavoz de La Vanguardia.

Los contactos y las fuentes a ETA le ha permitido usarlos en momentos clave. Por ejemplo, cuándo pudo asegurar que ETA no atentaría durante los Juegos Olímpicos de Barcelona 92.

El periodismo usa mucho la palabra mediático, pero ser mediático quiere decir estar en medio, mediar entre unos y otros. A veces la mediación puede ocurrir real. Playà y yo pudimos dar esta exclusiva mundial, en la que ETA no pedía nada que no fuera reivindicarse como organización política. Pero de allí también salió que conectáramos a ETA con el gobierno de la Generalitat.

Por último, en el libro hay mucha música pero también gastronomía. Incluso hacen cameos a algunos grandes chefs vascos.

Cuando vives tensiones cotidianas necesitas recuperar las emociones gratificantes. Toco el piano y el órgano, pero en el País Vasco era complicado y aprendí a tocar el clarinete. La otra emoción era la gastronómica. Me gusta ir a los mercados, cocinar y comer. De hecho, soy "cocinero de oro" de la Cofradía Vasca de Gastronomia, y a más, soy amigo de Juan Mari Arzak y Pedro Subijana. Arzak me dio accès en su cocina, donde aprendí mucho. Lo mejor que hago es tocar el piano, el segundo que hago bien es cocinar y lo que no hago tan bien es con lo que me gano la vida, escribiendo.

 Opinión:

Solo una pequeña broma. Sufrí el atentado en Hipercor mientras trabajaba como carnicero y estaba cortando diez libritos de lomo.

Antoni Batista ha escrito diez libros sobre ETA…

Repito, es solo una broma.

Agradezco a Antoni que me haya ofrecido la oportunidad de colaborar en la escritura de algunos de ellos y muy especialmente en el último. Gracies.

 

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