jueves, 7 de enero de 2021

05 enero 2021 (4) Muy Interesante (opinión)

05 enero 2021

 

Diez famosos impostores y suplantadores de todos los tiempos

Desde la Antigüedad hasta la historia reciente, repasamos una lista de algunos caraduras que lograron engañar a su entorno a través de ingeniosas tretas.

Gaumata

Siglo VI a.C.

Todo un culebrón de la Antigüedad: en el año 522 a.C., mientras el rey persa Cambises II, hijo de Ciro el Grande (el fundador de la dinastía aqueménida), conquista Egipto y es nombrado faraón, en Persia un mago medo llamado Gaumata, afirmando ser el hermano de Cambises, Bardiya, al que el rey había mandado matar en secreto al partir a Egipto, se subleva contra él. Cambises regresa para sofocar la rebelión del suplantador, pero muere en el camino y Gaumata se hace con el trono. No por mucho tiempo: el aristócrata aqueménida Darío lo asesina y restaura la dinastía como Darío I. Hay dudas sobre si Gaumata y su usurpación fueron reales, ya que la historia la cuenta la Inscripción de Behistún (abajo) , monumento erigido en un acantilado por orden de Darío I, que podría haberla inventado para legitimar su propia usurpación del trono persa.

Perkin Warbeck

1474-1499

Probablemente nacido en Tournai (Bélgica), afirmó ser Ricardo de Shrewsbury, duque de York, heredero al trono de Inglaterra y uno de los dos famosos “Príncipes de la Torre”. Se llamó así a los hijos de Eduardo IV a los que Ricardo Plantagenet –luego coronado como Ricardo III– encerró en la Torre de Londres para hacerse con el poder. Los niños desaparecieron y hoy se cree que fueron asesinados, pero en 1490, cuando no se sabía qué había sido de ellos, Warbeck irrumpió en escena reclamando el trono inglés. Contó con un ejército de partidarios que pusieron en jaque al rey Enrique VII, pero finalmente fue apresado y ejecutado.

Catalina de Erauso

1585 o 1592-1650

La Monja Alférez es uno de los personajes más fascinantes del Siglo de Oro español. De familia vasca acomodada e hija de un capitán del ejército de Felipe III, por su carácter indómito fue internada en un convento, del que escapó cortándose el cabello y disfrazándose de hombre a los 15 años. Fue el inicio de sus míticas peripecias –no se sabe cuántas ciertas y cuántas apócrifas– en el ejército y en América, siempre fingiendo ser varón y bajo distintos alias (Pedro de Orive, Francisco de Loyola, Alonso Díaz, Ramírez de Guzmán, Antonio de Erauso). Protagonizó muchas hazañas bélicas, escribió su autobiografía y fue finalmente reconocida por Felipe IV y por el papa Urbano VIII, que le permitió seguir llevando indumentaria masculina ya con su identidad real.

Mary Baker

1791-1864

El 3 de abril de 1817, apareció en la pequeña villa de Almondsbury (Bristol, Inglaterra) una joven ataviada con un turbante y extrañas ropas y hablando un idioma incomprensible. Con la complicidad de un pescador portugués, convenció a todos de que era la princesa Caraboo, una noble proveniente de una isla de la Polinesia que había sido capturada por unos piratas y se había lanzado al mar para huir de ellos. En realidad se trataba de una inglesa de Devon que buscaba hacer fortuna, pero pronto fue descubierta y emigró a Estados Unidos, donde volvería a intentar un ardid semejante.

Karl Wilhelm Naundorff

1785-1845

Luis Carlos de Borbón  o Luis XVII, hijo de los reyes destronados por la Revolución Francesa (Luis XVI y María Antonieta), tuvo un trágico destino: encerrado en la prisión del Temple de París, donde fue torturado, maltratado y abandonado a su suerte, murió en la cárcel con tan solo 10 años. Pero, según una leyenda, logró sobrevivir y escapar, lo que dio pie a que numerosos impostores asumieran su identidad y reclamaran el trono de Francia. El más famoso y perseverante sería este relojero prusiano, que llegó a demandar judicialmente a la Casa de Borbón y logró que sus hijos llevasen legalmente dicho apellido.

Wilhelm Voigt

1849-1922

Ha pasado a la historia como el Capitán de Kopenick. Era realmente un modesto zapatero de Rixdorf (entonces una localidad independiente y hoy el barrio berlinés de Neukolln) que, tras probar suerte con diversos hurtos y estafas, se hizo con un uniforme viejo de capitán en una tienda de ropa de segunda mano, ocupó –con unos soldados a los que reclutó por el camino– el ayuntamiento de Kopenick, ciudad ubicada al sureste de Berlín, en una supuesta “misión oficial”, sacó todo el dinero que había en las arcas municipal es y regresó a Rixdorf como si nada. No obstante, pocos días después fue descubierto, detenido, juzgado y condenado a cuatro años de cárcel, pero el Káiser Guillermo II se vio forzado a indultarlo debido a la presión popular a su favor.

Anna Anderson 

1896-1984

La más conocida de varias impostoras que afirmaron ser la gran duquesa Anastasia de Rusia se llamaba en verdad Franziska Schanzkowska, como se supo más tarde (Anna Anderson no era sino otro de sus alias). Esta polaca, que había pasado por un hospital psiquiátrico tras intentar suicidarse, capitalizó el misterio en torno a la suerte final de la familia del zar –hoy se sabe que fueron todos fusilados por los bolcheviques en 1918– y tuvo muchos partidarios en su pretensión sobre el título nobiliario. Ingrid Bergman le dio vida en una oscarizada película de 1956 y su historia volvi ó a llevarse al cine, esta vez de animación, en 1997 (Anastasia).

Enric Marco

(1921)

Este sindicalista español hoy casi centenario, que llegó a ser secretario general de la CNT (Confederación Nacional del Trabajo), se labró un enorme prestigio como supuesto superviviente del campo de concentración nazi de Flossenburg. Tanto fue así, que durante años presidió la Amical de Mauthausen, una asociación francesa de víctimas del Holocausto. En 2005 se destapó que todo era una invención: ni había estado exiliado en Francia, ni había luchado en la Resistencia, ni había pisado jamás un campo nazi. Javier Cercas noveló su peripecia en El impostor(2014).

Frédéric Bourdin

(1974)

Apodado 'El Camaleón' por la prensa, el más reincidente de todos los impostores es este francés: se calcula que, desde niño, ha asumido al menos 500 identidades falsas, entre ellas las de tres adolescentes reales desaparecidos respectivamente en 1994 (Nicholas Barclay), 1996 (Léo Balley) y 2004 (Rubén Sánchez, víctima de los atentados del 11-M en Madrid). Para hacerse pasar por el primero, Barclay, un joven texano, voló a Estados Unidos y logró convencer a la familia de que era él, pese a tener los ojos marrones y no azules y un marcado acento francés; convivió con sus falsos padres cinco meses, hasta que el engaño fue descubierto y Bourdin dio con sus huesos en la cárcel, donde pasó seis años. Aparentemente rehabilitado, desde 2007 vive felizmente casado y ha sido padre de tres niños.

Milli Vanilli

1988-1990

Este efímero dúo musical, epítome del estilo que imperó entre los grupos para adolescentes –un pastiche de pop, R&B edulcorado y baladas pegajosas– en las televisiones y discotecas de finales de los 80 del pasado siglo, en pleno auge de la MTV, ha quedado como sinónimo de impostura artística. El alemán Robert “Rob” Pilatus (1964-1998) y el francés Fabrice “Fab” Morvan (1966), bailarines y modelos, negros, jóvenes y guapos, fueron lanzados como cantantes por el productor Frank Farian y, con un solo disco (Girl You Know It’s True) y una serie de vídeos que explotaban su atractivo físico, arrasaron en Europa y EE UU: 7 millones de copias vendidas, disco de platino, un Grammy... Pero se descubrió el truco: Rob y Fab solo hacían playback sobre las voces de los verdaderos –y menos agraciados– intérpretes, Brad Howell y Charles Shaw. Morvan se recuperó del escándalo y rehizo su vida, pero Pilatus no logró superarlo: falleció por sobredosis de heroína.

Opinión:

Aprovecho la información que me envía otra víctima del terrorismo de los atentados del 11M para comentar que la noticia me recuerda dos temas que he visto muy de cerca siendo una de las numerosas razones que me llevaron a cesar mis actividades en la asociación catalana de víctimas en 2009: el primero, que en el mundo de la victimología terrorista, también hay impostores que están reconocidos como víctimas del terrorismo cuando las pruebas para ello se sustentan en alfileres por no decir en mentiras. Mentiras  explicadas a algún miembro de una comisaría muy confiado (y cuando la legislación no solicitaba los requisitos que solicita ahora) o a compañeros con los que compartían uniforme. Por no olvidar a los que dicen donar una indemnización a cuenta de una medalla que no está retribuida.

Y en segundo lugar, porque el caso de Enric Marco me tocó directamente al recibir conjuntamente el premio “Solidaritat i Cooperació” del Ajuntament de L’Hospitalet de Barcelona, creo que en 2005.

Sólo falta que las autoridades competentes se atrevan a investigar algunos casos o a revisar algunas sentencias.

 

 

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