jueves, 10 de noviembre de 2022

10 noviembre 2022 (2) El Correo (opinión)

10 noviembre 2022

 


Caplanne, víctima del GAL: «No puedo entender el terrorismo, venga de donde venga»

Nerea Barrios y Celso Recio, víctimas de ETA, reivindicaron la memoria

La hija de Robert Caplanne, aquel hombre asesinado por los GAL en Biarritz en 1985, se llama Véronique y dejó ayer en Portugalete un testimonio para reflexionar en la víspera del Día de la Memoria. «Mi abuela lloró hasta su última hora, en 2019, la desaparición tan violencia e injusta de su hijo mayor. Mi madre comenzó a beber y murió de eso. Algunos amigos, desaparecieron. Sin duda, sufrimos».

Los terroristas se equivocaron con su padre. Iban a por el miembro de ETA Enrique Errasti y le confundieron con él. Robert era un electricista de nacionalidad francesa que iba a tomar un café antes de ir a trabajar, como solía. Al salir del bar Royal, en Biarritz, camino del coche, le asesinaron sin que tuviera seguramente la más remota noción de qué estaba pasando.

Casi cuatro décadas después, en su familia no tienen noticia de quiénes fueron los participantes en el crimen, aunque algunos de los autores materiales del asesinato sí fueron condenados. La impunidad es frecuente en los casos de los años 80.

Emocionada, contó su historia. «Yo tenía 14 años. Mi padre, de 36 años, recibió cuatro balazos. Murió en la noche del 3 al 4 de enero. La Navidad perdió su inocencia, su magia. ¿Se equivocaron? ¿Los GAL? ¿La Policía? ¿Cómo es posible? Los que tienen que defendernos». Su padre estaba orgulloso de ser francés y la familia ni siquiera se movía en los ambientes abertzales. «No hablábamos euskera. Y cuando algo sucedía, solíamos escuchar: eso son cosas entre vascos». Les sonaba como algo remoto. «No puedo entender ni aceptar el terrorismo que venga de ninguna parte», advirtió Caplanne.

«Quisiera, en nombre de mi abuela que nunca fue escuchada, decir que las víctimas tenemos la intención de ser escuchadas y consideradas. Y también quiero decir gracias. Gracias, siempre».

Nerea Barrios, hija de José Luis Barrios, trasmitió «un mensaje positivo, lleno de esperanza, donde no quepa el odio». Narró su experiencia, emocionada. «Con 15 años, ETA mató a mi padre de un tiro en la nuca. Mi abuelo era teniente de alcalde en Santurtzi y mi padre hostelero. Y tuve que vivir, bajar a la calle y que la gente lo justificara», recordó.

Quizá lo más duro es que, en aquella Euskadi, todo parecía tener un porqué. Una de sus amigas se le acercó poco después del crimen. «Nerea, le han pegado un tiro a tu padre en la cabeza. Oye, ¿pero qué ha hecho?'». Nerea comprendió en aquel momento que «tenía que estar muy preparada para contestar ante la justificación, ante el intento de hacer ver de un hombre bueno poco menos que como un monstruo. Que si traficaba, que si era un confidente. Todo para manchar su memoria».

«Ahí una niña siente odio, no lo niego. Pero luego me di cuenta que uno vive con lo que alimenta. Alguien me contó que todos tenemos dos lobos en nuestro interior, el amor y el odio, y que gana el que más alimentas. Y entonces decidí, ante el odio, poner más amor». Barrios hizo también un bello alegato en favor de la memoria y su importancia en nuestra sociedad: «La memoria es la necesidad de ver rosas en invierno, saber que están aunque no las veas».

La hija del hostelero santurtziarra José Luis Barrios asesinado por ETA el 17 de septiembre de 1988 quiso transmitir un mensaje «positivo de esperanza, en el que no quepa el odio». También alertó contra «los mensajes de odio y palabras como 'proetarras' que se siguen escuchando fácilmente tantos años después como si no hubiéramos aprendido nada.

Nerea Barrios participa hace tiempo en los programas de víctimas educadoras para que los chavales sepan lo que pasó porque «un pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla».

Celso Recio se hizo guardia civil, como su padre, Eugenio Recio García, un cabo asesinado por ETA en 1985 en Santurtzi. Aquel día, una vecina llamó a casa para decir que «algo le había pasado a mi padre». Su madre se acercó al lugar donde le habían descerrajado dos tiros, a 300 metros de su casa. «Al ver sus zapatos entre la gente en corro, se desmayó», contó Celso.

Lo que siguió a aquella estampa desgarradora fue un océano de dolor. «Íbamos al cementerio todos los domingos y en casa nunca se encendía la televisión por si daban algo. Mi madre no levantaba cabeza», relató Celso.

En 2020 se conoció al autor material. «Nos contaron que había prescrito, que no se podía hacer nada», lamentó. Se lo había avanzado el propio Fernando Grande-Marlaska cuando ejercía de juez en la Audiencia Nacional. «No pagará por lo que hizo pero nosotros, 37 años después, seguimos preguntándonos por qué», se duele Celso.

Sobrevivir fue una tarea complicada. Su madre se había quedado sola en el mundo con seis hijos en un momento en que no existían las ayudas públicas a las víctimas del terrorismo. Sintieron, como pocos, la «indiferencia y pasividad» en el País Vasco y, al final, decidieron marcharse. Se instalaron en Salamanca, donde su madre se encontró un día «a varios miembros de la izquierda abertzale dando una conferencia sobre la tortura. Entró allí y les increpó». Recio detalló que les gritó: «¡Aquí tenéis una viuda con seis hijos!». Salió indignada porque hubiera acudido tanta gente a escucharles.

«Seguimos sin entender por qué pasó esto y sigue sin haber justicia para mi padre y para otras personas que pasaron por lo mismo», denunció Recio, que reclamó que su historia «no caiga en el olvido» y que no se vuelva a repetir «jamás». Como el resto de víctimas, fue ovacionado cuando acabó de contar su testimonio

Opinión:


He podido escuchar y leer en algunos medios que ha sido la primera ocasión en la que se han reunido víctimas de las bandas terroristas ETA y GAL.

Pues siento fastidiar a algunos que tienen muy poca memoria o muy pocas ganas de contrastar la información. Por ello les recuerdo que, por ejemplo, el próximo día 21 se cumplirán diez años justos del encuentro en la Universidad de Barcelona que compartí con Gorka Landaburu, Verónica Portell, Rosa Lluch y Carmen Galdeano.

Allí, en aquel mismo encuentro, también ocurrió algo que quedó en el limbo de la información, seguramente porque en lo relacionado con el terrorismo, lo que no ocurre en Euskadi o en Madrid no existe.

Transcribo literalmente de la contraportada: “Precisamente fue en ese contexto donde la izquierda abertzale reconoció públicamente, por primera vez, el dolor causado por ETA ante víctimas de la organización. Su gesto, sin precedentes, será determinante para la resolución del conflicto”.

Sí, también estuvo representada la izquierda abertzale en la persona de Pernando Barrena.

Y sí, fue LA PRIMERA VEZ que la izquierda abertzale decía lo que cito más arriba. LA PRIMERA.

Para los olvidadizos, quedan invitados a la sede de UAVAT para leer toda esa información porque se publicó tiempo después en el libro que acompaña esta opinión.

 

 

 


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