viernes, 25 de junio de 2021

24 junio 2021 Diario Vasco

24 junio 2021

 


«Los riesgos que asumió Zapatero aceleraron el final de ETA»

Sostiene que la autocrítica de la izquierda abertzale sobre la violencia «es muy necesaria» para que «nunca más» vuelva el terrorismo a Euskadi

El periodista guipuzcoano Luis Rodríguez Aizpeolea presenta hoy en San Sebastián (centro Koldo Mitxelena, 19 horas) su último libro sobre el cese de la violencia y la disolución de ETA. «Los riesgos que asumieron Zapatero y Eguiguren aceleraron el final», afirma.

¿Qué precipitó el final de ETA?

Fue fruto de múltiples factores. ETA fue perdiendo la batalla de la opinión en Euskadi y eso fue clave. Su final tuvo una guinda polí- tica, que sirvió para que su corriente más política cogiera fuerza y empujara a a ETA a terminar con la amenaza de que peligraba su futuro social. En ese final contribuyeron muchos elementos: la presión policial, judicial y ciudadana, y el contexto internacional.

Zapatero asumió riesgos...

Sin duda, Zapatero, Rubalcaba y Eguiguren asumieron muchos riesgos, sirvieron para acelerar el final porque dividieron a la izquierda abertzale e incentivaron a los que buscaban una salida. Otegi y Josu Ternera entre ellos.

¿Qué novedades revela el libro?

Cuando dejó el poder, una vez que ETA había anunciado en octubre de 2011 el cese definitivo de la violencia, Zapatero se entrevistó por separado con Rajoy y con el ministro del Interior, entonces Jorge Fernández, para advertirles de la fragilidad del escenario de paz. Había grupos disidentes activos, había comandos que querían seguir. Esto lo sabía Rajoy. Sabía que ETA no había llegado a la la decisión por unanimidad, que un 20% de las asambleas de la izquierda abertzale se había opuesto. El Gobierno del PP no dio ningún paso para afianzar ese proceso, aunque también es cierto que no se planteó de nuevo la ilegalización de la izquierda abertzale, que al final accedió a la legalidad porque rechazó la violencia en los nuevos estatutos de Sortu, por ejemplo, y la Justicia dio luz verde. En todo caso es llamativo que ese final aún no se haya reconocido por el Congreso.

¿En qué sentido?

El Congreso aún no ha reconocido ese final, como ya denunció en su momento Eguiguren, ni a la cantidad de resistentes anónimos. Por ejemplo, a los concejales, a los movimientos sociales de base por la paz. Ellos se merecen la verdadera medalla. Y también quienes pusieron la guinda política, necesaria para esa derrota de ETA.

¿Una derrota policial?

Es insuficiente el término, es verdad que sin acoso policial, judicial y social no hubiera habído final de ETA, pero el Gobierno consiguió algo clave: enfrentar a los radicales con los moderados. – Pero la disolución tardó...

Siete años fueron muchos.

Rajoy no hizo nada. No se reunió con ETA aunque Zapatero le pidió que lo hiciera en Oslo. Ni lo hizo ni acercó a un solo preso. Eso hubiera debilitado a ETA

Ahora se libra la batalla del relato...

Eso está en juego. Nos falta todavía avanzar hacia una memoria compartida para las próximas generaciones y para que no se repita nunca más. ETA practicó un terrorismo de imposición totalitaria que negaba la pluralidad, no consiguió ninguno de los objetivos del inicio de la Transición: autodeterminación y Navarra. Y se cebó contra la Euskadi del Estatuto con una radicalización artificial basada en una excitación del debate identitario en uno de los países más prósperos de Europa. Esto ha cambiado por completo, afortunadamente. Pero hay que evitar que se reproduzca el germen y pueda volver la violencia.

¿Por qué tardó tanto ETA en acabar?

Hubo miedo, la Transición fue convulsa, el Estado fue en un comienzo débil y cometió errores. Los abusos policiales y la guerra sucia que se prolongó hasta el 87 fueron gasolina para ETA. El Pacto de Ajuria Enea fue un punto de inflexión, pero se rompió. La autocrítica pendiente

¿La izquierda abertzale hará algún día una autocrítica?

La debe hacer para construir una memoria integradora. Sería muy necesario.

¿Cuál es, a su juicio, el papel de Arnaldo Otegi?

Tiene dos caras. Debería reconocer una autocrítica sobre lo que fue la violencia en el pasado. Pero hay que reconocer su contribución al final de ETA. Se plantó por razones políticas, no por razones morales. Ese es el problema.

Tampoco los ‘polimilis’ hicieron esa reflexión moral en 1982...

No la hicieron, se limitaron a decir que lo dejaban. Yo creo que ellos pretendían arrastrar a ETA militar, pero no lo lograron. Una autocrítica desde ese mundo sería una vacuna clave para evitar la vuelta. Y el Estado, después, en algún momento debería admitir que también hubo injusticias

 

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