miércoles, 10 de noviembre de 2021

10 noviembre 2021(3) Diario Vasco (opinion)

10 noviembre 2021 

 


Veraz antes que compartida

La memoria unitaria sobre la violencia es una aspiración loable pero que no puede subordinarse a una transacción falsaria de los hechos

La conmemoración del Día de la Memoria se ha convertido cada 10 de noviembre en una fecha ineludible para homenajear a las víctimas del terrorismo en sus distintas realidades, pero también en un desafío que interpela a las distintas instituciones concernidas, a los partidos y al conjunto de la sociedad vasca. A las instituciones, porque tienen la responsabilidad y el deber de evitar que el recuerdo de la devastación que provocó la violencia y el resarcimiento de los damnificados se conviertan en un mero ritual reiterado de efeméride a efeméride; es su competencia dotar de contenido a las sucesivas convocatorias. A las formaciones políticas, porque la división acaba convirtiéndose, invariablemente, en una de las divisas de la jornada. Y a la ciudadanía de Euskadi, porque ésta guarda una deuda pendiente con quienes tanto padecieron: empatizar cabalmente con su compromiso, porque les debe la paz y la libertad de que hoy disfruta a todos aquellos que, pudiendo haberse instalado en la comodidad de la indiferencia, optaron por cargar con la gravosa mochila de la amenaza, con un coraje cívico que se sobrepuso al riesgo de poder ser asesinados; y muchos, de hecho, lo fueron en una sangría insufrible.

El Gobierno Vasco reconoce este año explícitamente el legado de quienes salieron a la calle antes que nadie para denunciar la iniquidad del horror. Un homenaje tan justo y merecido como tardío. Porque ellos fueron la avanzadilla consciente y valiente de la inmensa mayoría de los vascos que, finalmente, expresaron con nitidez su rechazo al terrorismo. Fue un paso crucial que si se hubiera consumado antes habría mermado el oxígeno político y social con el que ETA se perpetuó durante años. La falta de consenso partidario en los actos anuales del Día de la Memoria alude a un déficit lacerante en nuestra convivencia. Pero también identifica los dilemas a los que se enfrenta la mirada crítica al pasado común, la reconstrucción del presente sobre los escombros sembrados por la violencia y los retos de la Euskadi sin olvido del futuro. Porque aunque la unidad sea una aspiración loable, esta no puede ni debe subordinarse a una transacción falsaria sobre los hechos. Antes que compartida, la memoria sobre lo que significó el terror etarra ha de ser veraz. Y en ningún caso un evanescente e imposible punto intermedio entre víctimas y verdugos, entre quienes siempre se opusieron a la ignominia del asesinato y quienes aún tienen pendiente el trecho por delante de condenarla.

Opinión:

Bueno, el editorial es cierto en una gran parte aunque hay una frase que, sinceramente, no se ciñe a la realidad. Cuando dice que “el Gobierno Vasco reconoce este año explícitamente el legado de quienes salieron a la calle antes que nadie para denunciar la iniquidad del horror”, se refiere sin duda alguna a los ciudadanos vascos que salieron a la calle ante las atrocidades de la banda terrorista ETA.

Eso es, repito, indudable.

Pero esa frase deja en el olvido a aquellas personas que ya desde 1981 se atrevieron a desafiar tanto a la banda terrorista ETA como también a la administración competente. Y me refiero a quien fundó la ANTIGUA AVT y a quienes, con evidente riesgo y no pocas consecuencias en su vida personal y privada, estuvimos presentes en la pelea en aquellos años en los que “casi” nadie se atrevía a salir a la calle y si lo hacía era en ocasiones muy concretas. Tan concretas como podían ser “ALGUNOS” atentados en especial…

Si hablamos de compartir la veracidad, a buen entendedor…

 

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