12 abril 2025
Por
qué un azucarillo fue la pista más fiable del primer atentado yihadista en
España
La
bomba de El Descanso iba contra los soldados estadounidenses destinados en la
base aérea de Torrejón de Ardoz
Han
pasado cuatro décadas, y aún no hay una sola condena. Ni un autor conocido. Ni
una respuesta definitiva. Un azucarillo, tomado sin más como prueba de su
autoría, se convirtió en el principal testigo mudo de la masacre. El terrorista
estuvo allí, en la barra del restaurante, con la mochila cargada de explosivos.
Fingió esperar mesa, no consta si pidió un café, pero se llevó ese azucarillo
como firma, dejando la bomba junto a la puerta de los baños antes de
convertirse en un fantasma y activar la masacre.
El
restaurante El Descanso, famoso por el aroma de sus costillas a la parrilla, se
convirtió así en el escenario del primer atentado de corte yihadista cuyo
objetivo eran los soldados estadounidenses de la Base de Torrejón de Ardoz. El
olor a parrilla se tornó en aire seco, ácido, asfixiante; una mezcla de polvo,
escombros y muerte. Fueron asesinadas 18 personas, todas españolas y 84
resultaron heridas. Es el tercer atentado más mortífero del siglo XX en España
–después de la matanza del 11-M y del de Hipercor– y, sin embargo, sigue siendo
uno de los más olvidados.
El
acto terrorista no fue obra de ETA, aunque el país aún vivía bajo su sombra y
en un principio se pensó que eran los autores. Pero se descartó por el tipo de
explosivo. Todas las bandas armadas trataron de reivindicarlo de una forma u
otra.
Cuando
la vida se paró
Arturo
Rodríguez Pato y su mujer, Cristina Salado, estaban ese día de celebración.
Habían ido con otra pareja de amigos a cenar al restaurante, pero no habían
estado antes allí. «Arturo había sacado una oposición buenísima -de seguridad-
en Presidencia de Gobierno», apunta Cristina que recuerda que estaban en la
barra del restaurante esperando mesa para cenar cuando el edificio comenzó a
temblar. Todo saltó por los aires, también sus vidas. Llevaban cinco años
casados y soñaban con comprar un piso y seguir construyendo una vida juntos.
Cristina sobrevivió tras permanecer dos horas bajo los escombros. Tardaron tres
días en comunicarle la muerte de su marido. «Lo intuía porque Arturo y yo
estábamos muy unidos. Dejé de sentirle y me dije: ‘Ya no está». A él «le
recuerdo con muchísimo amor. Era todo para mí». A veces, rememora aquella noche
como si fuera una escena congelada en el tiempo: la conversación trivial sobre
el trabajo, los planes, la celebración. Y de repente, el silencio. El vacío.
«Teníamos tanto por delante…». Pero la vida como la conocía terminó en ese
instante. «Mi familia se enteró por otros de lo que me había pasado». Durante
mucho tiempo, Cristina no habló sobre ello y se refugió en el trabajo. «Decía
que había sido un accidente. Me costó mucho reconocer que no, que aquello fue
un atentado contra mi vida, y contra la vida de todos los que estábamos allí».
Con el paso de los años, el silencio en torno a lo ocurrido se convirtió en una
herida más, y lamenta que «parece como si nunca hubiera pasado». Y es que hay
muchos que no saben ni que existió.
Víctor
tenía tres años. "Soy el niño del jersey rojo", dice mientras
contempla la fotografía en la que aparece con su madre en brazos mientras toma
una piruleta. Esa imagen forma parte del recuerdo que, junto a otros retratos,
recoge una muestra que se podrá visitar en la Delegación del Gobierno hasta
finales de mes. Él también estaba en el restaurante con sus padres, en la
terraza, pero María de la Cruz García, costurera de profesión, su madre, había
entrado al baño. Le cogió de lleno la explosión. De pequeño preguntaba mucho
por ella y «siempre me decían: luego vendrá». Poco a poco le fueron diciendo
eso de: «Tu mamá está en el cielo» hasta que supo que «se la habían llevado por
motivos que no tenían nada que ver con ella». No investigó más porque «es un
tema muy tabú. Viví con el trauma de haber tenido una familia distinta a la
mayoría», apunta. Asegura que ha sentido un «dèjá vu» cuando se han producido
atentados similares. «Me identifico con las víctimas. La gente no tiene ni idea
de cómo se vive y lo que ocurre en las demás familias», subraya.
El
artefacto estalló pasadas las 22:30 horas, justo cuando muchos de los soldados
que habían estado allí ya se marchaban, otros habían cenado horas antes. La
potencia del explosivo de una mezcla de nitrato de potasio y azufre o derivados
provocó el derrumbe del edificio sepultando, sobre todo, a los que se
encontraban en otro comedor.
¿Por
qué El Descanso?
Durante
los años 80, los atentados contra intereses norteamericanos se multiplicaban
por todo el mundo. La intervención de EE.UU. en el Líbano y su presencia
militar en Oriente Medio los convertían en blanco habitual del terrorismo
islamista. En Europa, grupos como Acción Directa en Francia o las Brigadas
Rojas en Italia hacían su guerra ideológica. En España, sin embargo estos
ataques eran casi desconocidos… hasta el de «El Descanso».
A
las pocas horas de lo ocurrido, la sospecha se convirtió en pista firme: un
diario árabe recibió una carta de reivindicación con un sobre de azúcar del
propio restaurante. El grupo que firmaba era «WAAD» –La Promesa– una facción
del Frente Popular para la Liberación de Palestina. En el mensaje, asumían el
atentado, afirmaban que su objetivo eran las tropas americanas, y pedían perdón
por las víctimas españolas, las únicas que fueron asesinadas aquel día. –Esa
pista es la más fiable sobre la autoría y la única línea que aportaba
información–. A partir de ahí, la investigación se desarrolló entre tinieblas y
varias teorías.
El
sumario pasó a la Audiencia Nacional, pero nunca se identificó a los autores.
España carecía entonces de experiencia y herramientas para investigar
terrorismo internacional, destaca Manuel Aguilar, comisario de la muestra.
Entonces no había cooperación internacional real, ni especialistas en
terrorismo yihadista. Luis de la Corte, quien ha investigado sobre el atentado
y lo ha plasmado en un libro: «Un extraño atentado», subraya la confusión de lo
ocurrido y los escasos o nulos resultados que dio la investigación además de
que, considera que entonces había otras prioridades, como el zarpazo constante
de ETA.
Archivo
del caso
Tras
dos años sin avances, en 1989 el caso se cerró «por falta de autor conocido». A
pesar del cierre judicial, en los años siguientes surgieron tres líneas de
investigación que alimentaron dudas e hipótesis y la más firme llevaba a
Mustafá setmarian Nasar, alias Abu Musab
al-Suri, sirio que residió en España y terminó siendo uno de los ideólogos de
Al Qaeda más adelante. En 1985 aún no estaba vinculado a la yihad global. Uno
de los retratos robot elaborados tras el atentado guarda cierto parecido con
él, lo que años después motivó la reapertura del caso. Sin embargo, ese retrato
fue descartado por la policía, aunque no se especifica en la investigación el
porqué, precisa De la Corte. Lo que sí se supo con certeza es que en ese año
estaba ya en nuestro país y que, según las investigaciones buscaba casarse con
una española, como así hizo, para lograr la nacionalidad. Se perdió la pista de
Setmarian tras su auge con foto incluida en las montañas con Ben Laden.
La
investigación no consiguió avanzar a pesar de que incluso, se practicó la
hipnosis a uno de los heridos norteamericanos como consta en las diligencias.
Buscaban recabar más detalles del terrorista que dejó la mochila bomba, pero no
condujo a nada.
Otra
rama de investigación se centró en el grupo chií radical «Yihad Islámica» e
incluso hubo otra vía que apuntó a Monzer Al Kassar, un traficante de armas
sirio afincado en Marbella con conexiones con grupos armados y servicios
secretos. El juez Baltasar Garzón lo interrogó en relación con el atentado de
El Descanso, pero nunca se halló que participara.
Todo
sigue siendo un misterio. «La justicia no nos habría devuelto lo perdido, pero
al menos habría aliviado algo», señala Cristina. Y «El Descanso», se tornó en
impunidad.
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