jueves, 8 de octubre de 2020

05 octubre 2020 Diario Vasco (opinión)

05 octubre 2020

 


 

«Cuando fundó la AVT la clase política la llamaba ‘chiflada’ y ‘loca’»

Nevó durante todo el recorrido del cortejo fúnebre. Ana María Vidal-Abarca se abría paso entre los copos tras el féretro de su marido: Jesús Velasco Zuazola. Llevaba en sus manos la boina roja del Cuerpo de Miñones de Álava. Junto a la viuda marchaban sus hijas y detrás, un séquito silencioso de militares uniformados. Los viandantes despejaron las aceras yse refugiaron en los bares. Las ventanas se cerraron al paso de la comitiva...». Así arranca el minucioso relato sobre la vida de la fundadora de la AVT que María Jiménez, periodista y doctora en Comunicación por la Universidad de Navarra, desgrana en el libro ‘Ana María Vidal-Abarca. El coraje frente al terror’, editado por la Fundación Víctimas del Terrorismo.

El texto repasa cómo tras el asesinato en Vitoria del jefe de Miñones, el 10 de enero de 1979, tres mujeres empezaron a organizar la resistencia pacífica contra el terrorismo en España. Una de ellas, su viuda, la vitoriana Ana María Vidal-Abarca, acabaría convirtiéndose en principal exponente. Tal y como relata Jiménez, en cuestión de meses y junto a Sonsoles Álvarez de Toledo e Isabel O’Shea, fundó la primera asociación de víctimas del terrorismo, la AVT.

Desde el primer momento Vidal-Abarca no se calló. ETA había asumido el asesinato de su marido en un largo comunicado publicado en el diario Egin que indignó a la viuda. Según se relata en el libro «no solo trató de desprestigiar» al asesinado sino que también «señaló a su mujer». Apenas dos meses después de esa misiva, Vidal Abarca se presentó en el despacho del fiscal general del Estado, Juan Manuel Fanjul, y le llevó el texto completo. «Para ella se trataba de un acto de apología del terrorismo» y le pidió que actuara de oficio. El fiscal se excusó diciendo qu no tenía gabinete de prensa y que no había leído el comunicado. «Se comprometió a estudiar el caso y a informarla de su decisión», recuerda Jiménez, pero tres meses más tarde, seguía sin tener ninguna noticia de Fanjul.

La ofensiva de Vidal-Abarca no se hizo esperar y le hizo llegar el siguiente mensaje: «Como le dije en aquella ocasión, igual que mi  marido cumplió con su deber hasta que lo asesinaron, yo pido a cada uno que cumpla con el suyo, y si tiene miedo y no es capaz, váyase a su casa». La fundadora de la AVT no tuvo respuesta de Fanjul.

Cuando Ana María comenzó a asumir que ETA le había dejado viuda y con cuatro hijos, decidió automáticamente dos cosas: mudarse a Madrid y «hacer algo». «En su cabeza se cruzaban los funerales a los que había asistido, las viudas jóvenes que nunca habían pisado el País Vasco y que ni siquiera alcanzaban a entender lo que les había ocurrido...», repasa la autora. Por diferentes caminos y circunstancias conoció a Sonsoles Álvarez de Toledo e Isabel O’Shea. En un contexto adverso, las tres mujeres, las tres amas de casa, trataron de organizarse para ayudar fundamentalmente a otras mujeres, la mayoría viudas jóvenes y con hijos, como ellas.

El primer paso lo dieron el 9 de diciembre de 1980 con la constitución de la Hermandad de Familiares de Víctimas. La legalización de la asociación llegó el 4 de febrero de 1981. Abrieron entonces una cuenta en el Banco Hispano Americano y un apartado de correos para que familiares de víctimas contactaran con ellas. En cuestión  de semanas comenzaron a llegar las cartas. No fue un camino fácil. Ana María, Sonsoles e Isabel hicieron oídos sordos a quienes entre los políticos las tachaban de «chifladas» y «locas extremosas». «Las insultaban y las menospreciaban  calificándolas de amas de casa como si eso fuera un insulto», repara la autora.

Formaron un triunvirato, pero Ana María tomó rápido las riendas. Viajó a pueblos de media España para asistir a los funerales y pidió en los despachos de cualquier signo político la protección, el derecho a la justicia y el reconocimiento de las víctimas. «Con el tiempo, su labor se revelaría como clave en el despertar de la sociedad contra el terrorismo», detalla el libro. En 1992, la AVT contaba ya con más de ochocientos socios y en la actualidad son más de 4.000. Ana María Vidal-Abarca dejó manuscrito un texto que recoge el libro y que entre otras cosas dice: «Ganas siempre cuando eres buena  persona. Ganas siempre cuando procuras no hacer daño a nadie. Ganas cuando defiendes la vida y la libertad». Con esa filosofía, Vidal Abarca se enfrentó al asesinato de su marido y decidió afrontar la resistencia pacifica contra el terrorismo cada día de su vida hasta que falleció en 2015, un año después de que le detectaran cáncer.

Opinión:

Leeré con mucho interés el libro de María Jiménez por diferentes razones.

La primera, porque tuve el privilegio de ser delegado en Catalunya de la AVT durante la presidencia de Ana María y después de Sonsoles y viví muy directamente situaciones muy complicadas que, espero, se citen en el libro.

Segundo, porque me interesa mucho saber si en el libro habrá un reconocimiento al trabajo que pude compartir aprendiendo todo lo que se sobre asistencia a víctimas del terrorismo gracias a TODO EL EQUIPO que con el que colaboré desde 1989 hasta finales de 2002.

Tercero, para saber si en el libro se cita algo sobre las conversaciones que algunas víctimas mantuvimos con Ana María sobre cuestiones ideológicas en las que, evidentemente, no coincidíamos pero que jamás fueron impedimento para realizar el trabajo de la mejor manera posible pese a los numerosos problemas con los que nos encontramos.

Cuarto, porque son indudables los enfrentamientos con algunos cargos dependientes del gobierno socialista aunque también los tuvimos con miembros del partido popular. Me gustará ver si estos también d se mencionan.

Podría aportar muchas más razones, pero esperaré a leer el libro. Y a publicar el que me han encargado, porque uno de mis propósitos principales será hablar de todo aquel trabajo realizado y que a tantos les interesa que quede en el olvido.

Y vuelvo a reiterar que si no hubiera sido por TODO EL EQUIPO que estuvo en la antigua AVT, no se habría conseguido nada. Lo digo recordando que en el treinta aniversario de la AVT (2011) no se dignaron hacer reconocimiento alguno a aquella labor desarrollada en los años más duros del terrorismo en España. Ahora, sin duda y especialmente desde octubre de 2011, todo es mucho más sencillo…

 

 

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