jueves, 1 de octubre de 2020

27 septiembre 2020 El Correo (opinión)

27 septiembre 2020 El Correo



“Mi padre fue un valiente que llamó a ETA lo que era”

Mikel Fernández recuerda un episodio que vivió cuando estudiaba Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid. Ese día, hace ya una década –tiene 32 años–, acudió un profesor invitado a la clase de Filosofía política. Encima de la mesa estaba el libro ‘El saber del ciudadano’, de Aurelio Arteta. Durante su intervención, aquel profesor llamó a ETA «movimiento de liberación vasco». Mikel levantó la mano. «Le dije que no. Que ETA era una banda terrorista que defendió un proyecto totalitario, que nunca defendió una causa justa mediante la palabra», comparte. «No tuve ningún pudor, porque no había que tenerlo».

Mikel es, sin lugar a dudas, hijo de su padre, el periodista José María Fernández Calleja, al que el Colectivo de Víctimas del Terrorismo, Covite, otorgará el próximo 3 de octubre en San Sebastián su XIX Premio Internacional por su valentía frente al terrorismo.  Lo hará a título póstumo, ya que Calleja –como todos le conocían –falleció el 21 de abril a causa de la Covid-19 a los 64 años.

«Mi padre fue valiente, dijo que  ETA era una banda terrorista. Siempre llamó a las cosas por su nombre y no lamió el culo a nadie. Eso le buscó problemas en su profesión y en la vida», resume su hijo pequeño –el mayor se llama Íñigo–. José María Fernández Calleja tocó todos los palos del periodismo, aunque lo suyo era escribir. «Esa era su pasión», junto con la lectura. «Tenía libros a castigo», apunta Mikel. Vasco de corazón aunque nacido en León el 16 de mayo de 1955 y criado en Valladolid, Calleja era licenciado en Historia, doctor en Ciencias de la Información y profesor de Periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid. Su lucha contra la dictadura lo convirtió en presó político del franquismo en los primeros 70. Fue a principios de los ochenta cuando comenzaría su andadura profesional en la delegación de la Agencia Efe en el País Vasco, desde donde saltó a ETB. Allí presentó el Teleberri en una de las etapas más sangrientas de la historia de ETA

Con el lazo azul en ETB

En un reportaje publicado hace dos años por este periódico con motivo del 25 aniversario del nacimiento del lazo azul –nació en respuesta al secuestro del empresario Julio Iglesias Zamora-, Calleja relataba cómo vivió desde la televisión pública vasca aquellos momentos. No dudó en salir en antena con el lazo azul en la solapa. «No pensé en las consecuencias, ni aunque la gente más cercana me decía que me iban a matar», reconocía. Las presiones internas no se hicieron esperar. «Llegabas a trabajar y te encontrabas un papel en el teclado del ordenador que ponía: «Kalleja, con ‘k’,qué pocos días te quedan con vida», reveló. No cedió. Poco antes de las elecciones municipales de 1995 se distribuyeron imágenes del periodista bajo el titular «Los asesinos llevan lazo azul». Finalmente, el director general de EiTB, Iñaki Zarraoa (PNV), le abrió la puerta de salida. «Dijo que le planteaba problemas en su entorno», apuntó entonces Calleja. El primer partido en celebrar su marcha fue Herri Batasuna. «Lehicieron la vida imposible», reprocha su hijo.

Mikel recuerda cómo su padre se sentaba con su hermano y con él a ver cine español antiguo y a escuchar a Joaquín Sabina. Pero también, aunque entonces era solo un niño, su casa en el Buen Pastor, en San Sebastián –donde nació–, «llena de pintadas, los insultos por la calle y cómo él saludaba a los escoltas como si fueran amigos», sin saber realmente por qué esos hombres acompañaban siempre a su padre.

A José María Calleja le pusieron protección en 1995, tras el asesinato del concejal del PP Gregorio Ordóñez. La mantuvo durante 16 años, hasta que la banda decretó el «cese definitivo de su actividad armada». Las amenazas y la presión del entorno de la banda terrorista le obligaron a dejar San Sebastián. En marzo de 1996 se marchó, él solo, a Madrid. Meses después, en septiembre del mismo año, le seguirían su mujer y sus hijos. «El detonante fue el asesinato de Fernando Múgica», comparte Mikel, que entonces tenía solo ocho años. «Recuerdo que solía decir que a las víctimas las mataban dos veces. Una, cuando le quitaban la vida, y otra, con la indiferencia social», expresa.

En vacaciones y algunos fines de semana volvían a Euskadi. «Sacaba a pasear al perro de mis abuelos con mi padre, siempre con escolta», relata el hijo pequeño de Calleja. Un golden retriever al que, pese a ser macho, pusieron el nombre de ‘Ura’ (agua). «Él comentaba que algún día pasearíamos sin escolta por las calles de San Sebastián. Yo no le creía; y al final pudimos».

Sus libros

Miembro del Foro de Ermua y de Basta ya, en julio de 1997, un par de semanas después del asesinato de Miguel Ángel Blanco, comenzó a publicar artículos de opinión en EL CORREO, actividad que mantuvo hasta su ingreso hospitalario debido al coronavirus. Tertuliano en multitud de programas de televisión y autor de unadocena de libros, atesoraba una inmensa biblioteca particular. Tras su fallecimiento, Íñigo decidió donar alrededor de 1.600 libros de su padre –muchos de ellos con dedicatoria– a un amigo que regentaba una librería con volúmenes de segunda mano. «No buscábamos ninguna repercusión, todo lo contrario», reconoce Mikel. Pero al final la librería se volvió viral. Pese a su dilatada trayectoria profesional, José María Fernández Calleja «era ante todo escritor», subraya Mikel, que hablará por primera vez en público el próximo 3 de octubre en el Palacio Miramar, cuando recoja el premio de Covite a su padre. ‘Diario de lafiebre’ fue su última columna, en la que daba cuenta de sus rutines para «vencer al bicho». «Limpiábamos todos los días la casa con lejía», relata su hijo pequeño, que residía con él y fue el último en verlo con vida. Mikel, que pasó la Covid como asintomático tiempo después, se siente orgulloso de su padre: «Llamó a ETA lo que era,y lo hizo cuando mataba».

Opinión:

Se me hace muy difícil hablar de José Mari Calleja porque vienen a mi recuerdo multitud de anécdotas compartidas conjuntamente. Llamadas de madrugada porque necesitaba (el o yo) algún dato para un articulo que no podíamos encontrar más que en un rincón olvidado del cerebro. Presentación de alguno de sus libros que siempre me han servido como guía y como fuente de información. Manifestaciones compartidas con el problema de que, al no existir los móviles, gente como Fernando llevaban su propia cámara e inmortalizaban el momento con un montón de asistentes guardando cola religiosamente.

Lo dije en su momento, cuando murió Calleja. Y lo reitero ahora, alk igual que hace su hijo Mikel en la última frase del articulo: al contrario que muchos “valientes de boquilla” que han ido apareciendo desde octubre de 2011, José Mari «llamó a ETA lo que era, y lo hizo cuando mataba». Y eso, añado, lo hicimos pocos, muy pocos. Muchos menos de los que ahora pueda parecer pero que, seguramente, estarán presentes en el acto de entrega del premio de Covite. Otros no estaremos personalmente, pero sí estaremos de todo corazón.

Como decía Calleja: “hay algunos que ni están ni se les espera”. Pero él SIEMPRE estuvo. Y seguirá estando por SIEMPRE.

 

 

 

                           José Mari, allí donde estés, recibe un abrazo enorme, 

                                                solidario y agradecido.



 

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