domingo, 3 de noviembre de 2013

03 noviembre 2013 (2) ABC (presentacion libro opinion)

03 noviembre 2013


«Ni el Athletic ni la Real han guardado un minuto de silencio por un niño asesinado»
El policía Rafael Jiménez novela en «Inchaurrondo Blues» el conflicto vasco a través de la amistad de los hijos de un terrorista y un guardia civil





«Las conversaciones acerca de la violencia no eran habituales entre los niños, que nos esforzábamos en aparentar que era algo ajeno a nuestras vidas», escribe Rafael Jiménez (Barcelona, 1962) en «Inchaurrondo Blues» (Principal de los Libros), estreno literario de este Inspector de la Policía Nacional entrenado como coordinador y coautor de las antologías «Barcelona negra» y «España negra».
La violencia, sin embargo, era parte del paisaje y del estado mental, igual que las bombas y las manifestaciones, de ese Inchaurrondo que se abría como una cicatriz en el País Vasco de los ochenta.

Ante semejante frontera mental, Jiménez blande ahora el ariete de la ficción para atravesar ese otra alambrada, la de la novela salpicada de metralla y sacudida por el terrorismo, con un libro que desarma. «Como lector voraz de temas relaciones con el País Vasco, siempre me he preguntado porqué a los escritores les ha costado tanto hacer libros de ficción sobre este tema», señala Jiménez, quien va más allá de la crudeza, el rencor y la barbarie para enmarcar en un paisaje de violencia la amistad de Eloy y Asier.

Dos niños unidos por el fútbol

Dos niños unidos por su pasión por el fútbol y marcados a fuego por el hecho de que sus padres sean, respectivamente, un guardia civil destinado en el cuartel de Inchaurrondo y un terrorista de ETA recién iniciado. «En la niñez no es momento de hacer preguntas que nadie quiere responder», escribe un autor que, sin embargo, plantea «Inchaurrondo Blues» como un gran signo de interrogación.«¿Cómo se puede llegar a la barbarie en nombre de los símbolos?», se pregunta.

«En los 80, el telediario siempre abría con un atentado»Envuelta en la neblina espesa de una década, la de los ochenta, en la que, recuerda Jiménez, «el telediario abría casi todos los días con un atentado», «Inchaurrondo Blues» es ficción, sí, aunque con firmes y desoladores anclajes en la realidad. «Consiguieron que pudiéramos comer viendo la noticias como si nada, pero hubo un día en que me quedé congelado, y fue el día en que escuché que ETA había matado a un niño sabiendo que lo mataba», explica. Se trataba, añade, de Fabio Moreno, un niño de dos años que murió el 7 de noviembre de 1991 al estallar el coche bomba en el que viajaba con su padre, el guardia civil Antonio Moreno.

Llegaron más atentados y más víctimas, y con ellas más preguntas sin respuesta. «¿Cómo se pueden llevar más de mil muertos en nombre de una bandera, un idioma o un territorio?», cuestiona Jiménez, para quien esta primera novela es una manera de reflexionar sobre las ramificaciones del odio y la naturaleza de la culpabilidad. «No creo que nadie sea capaz de morir con conciencia y no dedique ni un segundo a pensar que lo que ha hecho no ha servido de nada –explica–. La bala que sale del arma del terrorista, después de atravesar a su víctima, va dando muchas vueltas por la vida, pero al final vuelve al cerebro, el alma o el corazón del terrorista. La peor condena es o debería ser la conciencia».

«Quizá al final de su vida, Inés del Río piense en los 23 muertos que tiene a la espalda»Una conciencia que alguien enviaba a un cuarto oscuro cuando estallaba un coche bomba, otro más, y Ander escuchaba los brindis de sus vecinos de escalera. Una conciencia que, asegura Jiménez, debería pesar como una losa sobre los asesinos y terroristas excarcelados tras la derogación de la Doctrina Parot. «Cuando haya pasado todo el jolgorio y vea que pasan los años, y que quizá se ha perdido la vejez de sus padres; cuando vea que se le va la vida, quizá Inés del Río Prado pensará en los veintitrés muertos que tiene a sus espaldas», reflexiona.

«Aquí todo los días se veía saltar la civilización por los aires», puede leerse en una novela con la que el inspector barcelonés no solo filtra la atrocidad a través de la mirada de los niños, sino que también denuncia el silencio cómplice, el abrazo conformista de parte de la sociedad vasca. «Si una sociedad convierte en héroes a los asesinos y los recibe con vítores, la socialización de esa persona pierde todo el sentido. Si se descubre que nuestro vecino es un violador, ¿verdad que le repudiamos? ¿Entonces por qué no se ha repudiado a estos asesinos? ¿Por qué no fueron capaces de hacer los vascos lo mismo que hicieron los catalanes con Terra Lliure?».

Más preguntas, muchas de ellas aún sin respuesta, a las que Jiménez, futbolero apasionado que utiliza a la Real Sociedad como remedio «que curaba de todos los males y de todas las preguntas sin respuesta», añade una reflexión final. «Siempre he echado de menos que el Athletic de Bilbao y la Real Sociedad, como representantes del deporte, hubieran sido capaces de guardar un minuto de silencio por algún niño», asegura.

Opinión:

Pese a la desgracia familiar y personal de haber sufrido un atentado terrorista hace 26 años, siempre he dicho que a causa de ello he tenido la enorme suerte de encontrarme con personas que, con el paso del tiempo, se han transformado en enormes y verdaderos amigos. Uno de ellos, sin duda alguna, es Rafael Jiménez, con quien siempre he podido contar para muchas de las gestiones que mi labor integral en beneficio de cientos de víctimas del terrorismo me he visto obligado a realizar. Jamás he tenido un “no” por respuesta y donde el no ha llegado han llegado sus consejos y sus contactos.
Por eso, cuando presentó sus libros “Barcelona negra” y “España negra” (en los mque tuve el inmenso honor de poner un granito de arena) me di cuenta de que auqnue la Policía nacional ganó un excelente inspector... la literatura “perdió” un excelente escritor.
Nos vemos mañana en la presentación, AMIGO.


Ah, también me he encontrado con verdaderos impresentables que mientras te sonreían a la cara estaban maniobrando a las espaldas con sus “besos de Judas” para conseguir invalideces y ventajas utilizando el dolor de las verdaderas víctimas y encabronando a “las” víctimas a mla vez que las abandonaban a su triste destino.  Quizás algún día escribiré sobre eso....

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