martes, 3 de agosto de 2021

01 agosto 2021 El Mundo del Siglo XXI (opinión)

01 agosto 2021

 


El acercamiento a la libertad de HP, “un psicópata sin sentimientos” hasta que llegó a León

Aunque no terminará de cumplir toda su condena hasta 2030, le han concedido ahora la posibilidad de salidas esporádicas de la cárcel.

Fuera Parot tiene dos familias y en Francia, a su hermano preso por 29 asesinatos, 10 menos que él

En la cárcel de Mansilla de las Mulas, a 30 kilómetros de León, un nuevo preso ocupa una celda individual del apacible módulo 7. Es un módulo de carácter mixto (habitado por hombres y mujeres) y de los llamados «de respeto». Entrar en este tipo de áreas tratamentales, pensadas para la integración social de los internos a través de un clima agradable y civilizado, es voluntario y requiere el compromiso firme del recluso. Henri Parot ha mostrado el suyo: se portará bien. Respetará a los funcionarios. Colaborará con otros internos. Cumplirá las reglas.

Así, moviéndose con mucha libertad y responsabilizándose de repartir la comida entre los presos o de limpiar los baños —una tarea distinta cada semana—, discurre desde el pasado 17 de abril la nueva vida del miembro de ETA con mayor tiempo de condena (4.799 años de cárcel), y probablemente el que más mató (está sentenciado por 39 asesinatos).

El terrorista recalcitrante que prestó su apellido a la doctrina Parot, y que incluso desde la cárcel animó a la banda a perpetrar atentados aún más salvajes, ha sido trasladado desde la cárcel de Puerto III en Cádiz, una prisión dura para criminales duros, hasta la de León, ejemplo de convivencia, donde además ha visto rebajada su clasificación penitenciaria del primer grado al segundo, con lo que puede optar a permisos de salida.

El argumento del Ministerio de Interior: que el histórico etarra francés al fin «acepta la legalidad penitenciaria». Es decir, que solicita acogerse a los beneficios que antes, y por orden de ETA, consideraba ilegítimos.

Su cambio a una vida más llevadera, sin embargo, no es suficiente para la familia y el entorno político de Parot. Estos días la red de apoyo a los presos de ETA no disidentes, Sare, prepara una «marcha solidaria» en su honor. Se celebrará, si no es ilegalizada, el 18 de septiembre en Mondragón (Guipúzcoa), y en ella 31 personas se pasarán relevos a lo largo de 31 kilómetros, por cada uno de los 31 años que Henri Parot Navarro ha pasado encerrado. Aducen que, a sus 63 años, debería haber salido ya libre, aunque su fecha oficial de excarcelación es el 9 de mayo de 2030. Sostienen que es víctima de una cadena perpetua encubierta. Y, como al resto de los «presos políticos» —así los llaman—, lo quieren «en casa».

El 10 de julio tuvo lugar una manifestación similar en el País Vasco francés, la zona en la que el terrorista llevaba aparentemente una vida normal con su mujer y sus dos hijas mientras, al mando de un comando secreto de ETA, cruzaba a España y asesinaba sin piedad. Porque entre 1978 y 1990 Parot fue el jefe del comando Argala, la joya de la corona de la banda, el comando itinerante que, a las órdenes directas de la dirección de ETA, mató a la fiscal Carmen Tagle, a un juez, a seis niños, a cuatro mujeres... Parot colocó el potente coche bomba en la casa cuartel de Zaragoza, y quería volar por los aires la mayor comisaría de la Sevilla que se preparaba para la Expo 92 cuando, en abril de 1990 y al volante de un coche cargado de explosivos, fue detenido en un control a las afueras de la ciudad. Vació su cargador contra dos guardias civiles que terminaron esposándolo sin sospechar que era el jefe del misterioso comando itinerante.

Hasta entonces, todos los miembros del Argala residían en Francia como simples empleados de clase media, al tiempo que cruzaban la frontera en viajes relámpago para matar y luego volver a su día a día. Lo hacía Henri Parot, y lo hacía también su hermano mayor, Jean (o Ion Kepa), preso como él desde hace 31 años, en su caso, en Francia. Durante años actuaron como eficaces sicarios. Y cobrando: según declaró cuando lo detuvieron, ETA les pagaba entre 800 y 4.000 francos al mes.

El guardia civil que pasó con Henri Parot los primeros días tras su detención ha retratado al monstruo en un libro titulado Cuatro días con un terrorista. Se llama Teodoro Leo Menor y a él le asignaron acompañar al terrorista desde su arresto hasta su traslado en helicóptero a Madrid, y presenciar también los consiguientes días de toma de declaración. Cuatro jornadas en las que lo contó todo, con detalles precisos y sin omitir armas, compañeros y órdenes recibidas. [Su hermana llevaría después aquel interrogatorio al Comité contra la Tortura de las Naciones Unidas, asegurando que fue torturado. El comité lo rechazó: España —que en sus alegaciones definió a Parot como «uno de los asesinos más sobresalientes de este siglo»— había investigado sus quejas convenientemente y no había violado las reglas].

“La frialdad más brutal”

«Por el instructor de las diligencias fui comisionado para el traslado de Henri Parot a Madrid en unión de un grupo de la Unidad de Servicios Especiales trasladados de urgencia a Sevilla para hacerse cargo del detenido», relata Teodoro Leo Menor en su libro. «Montamos en el helicóptero en el aeropuerto de Sevilla con el detenido esposado a nuestras muñecas, y el destino era un campo de fútbol muy cerca de la Dirección General de la Guardia Civil en Madrid. Durante el trayecto por la hermosa dehesa de la provincia de Ciudad Real, el helicóptero volaba muy bajo. Tan bajo volaba que veíamos correr, en estampida, a los gamos y a los ciervos, asustados por el tremendo ruido del rotor y los motores del aparato».

«Aquel ruido y aquellos animalillos corriendo, asustados», prosigue, «me trajeron a la memoria, mirando el rostro de aquel presunto terrorista desprovisto del más mínimo atisbo de sentimiento, el recuerdo de los guardias civiles del cuartel de Zaragoza cuando, aquella madrugada del 11 de diciembre de 1987, tras producirse la tremenda explosión de un coche bomba estacionado momentos antes frente al acuartelamiento que derrumbó toda la estructura del edificio, corrían despavoridos y angustiados buscando entre las ruinas los cuerpos de sus seres queridos, entre ellos los cuerpecitos de las gemelas Esther y Míriam, de solo 3 años, el del tío de las gemelas, Ángel, de 17 años, y los de Silvia, de 6 años, Silvia, de 7 años, y Rocío, de 12 años, así como tres guardias civiles y las esposas de dos de ellos, todos muertos, y al menos 88 heridos. Pensar que aquel terrorista y sus secuaces podrían haber intervenido en la comisión de tan terrible atentado, como posteriormente se pudo comprobar, me llenó de tristeza y también de frustración, y un sentimiento de desprecio, que no había experimentado nunca en mi vida, se apoderó de todo mi ser».

«Desde la frialdad más brutal que he presenciado en mi vida», continúa el agente sobre los días posteriores, «aquel individuo comenzó a desgranar, con increíble memoria y todo lujo de detalles, todos y cada uno de los atentados cometidos por el comando asesino desde que comenzara su andadura en el año 1978; todos y cada uno de los asesinatos por ellos perpetrados».

Henri Parot nació el 6 de enero de 1958 en Sidi Bel Abbes, la Argelia francesa, adonde había sido destinado su padre, maestro procedente del País Vasco francés. Según ha contado su hermana, Irène Ursoa, quisieron llamarle Unai (y así lo llama su entorno, y así lo llamaban también en ETA), pero un funcionario no les dejó y tuvieron que inscribirle como Henri. La hermana también ha relatado que sus padres —ella, Antonia, procedente de Navarra— se conocieron en el centro vasco de Argel y tuvieron allí a sus tres hijos antes de regresar a Francia. Primero a Toulouse y luego a Bayona, donde un adolescente Henri empezó a moverse por los círculos de la izquierda cristiana y de los llamados «refugiados vascos», y a aprender euskera.

Por entonces su hermano mayor, Jean (Ion Kepa), al que Henri acabó metiendo con él en ETA, le salvó la vida cuando el bar Etxabe de Bayona, en el que ambos se encontraban, fue atacado por elementos no identificados de la extrema derecha tardofranquista.

Cumplidos los 20 años, en 1978 —según la declaración policial de Parot—, Domingo Iturbe Abasolo (Txomin) contactó con él. A las órdenes del máximo dirigente de ETA, Parot se convertirá en el jefe del comando Argala, que actuará durante 12 años, entre 1978 y su desmantelamiento en 1990, exportando la muerte a Espa- ña con la impunidad que brindaba el santuario francés. El grupo —tres miembros fijos, entre ellos Henri, y otros cuatro que intervenían según la etapa, como su hermano Jean— recibe un curso de explosivos y otro de armas. Y empieza a atentar.

De los tiros a las bombas

Con el tiempo, Henri la muerte Parot se especializará en los coches bomba, aunque su primer asesinato es a tiros: en 1978 mata a bocajarro en Irún a un empresario que se había negado a pagar el chantaje de ETA, José Legasa, y hiere a su hermano. Después cruzará más veces a España, en su coche particular, un Renault-11. Llegaron a funcionar como una suerte de autónomos, a los que al principio Juan Lorenzo Lasa Mitxelena (Txikierdi) pedía incluso facturas para acreditar sus gastos.

En su declaración, Parot, que se identificaba como Jean Dominique Feron, detalló el quién es quién del comando: Jean Philippe Sáez (Txistu), que trabajaba en un taller de bisutería; JeanPierre Erremundegui (Pampi), chófer de camión; su hermano Jean, entonces con un negocio propio de importación y exportación; Frédé- ric Haramboure (Txistor), representante de productos asfálticos en Bayona; Jacques Esnal (Jakes), desempleado y entregado al comando; y Jean Vincent García (Bixente), que dejó su trabajo en la cooperativa Sokoa, controlada por ETA, para establecerse como autónomo en un negocio de mecánico dentista y así disponer de más tiempo para atentar, según detalla Teodoro Leo Menor en Cuatro días con un terrorista. El propio Henri trabajaba en una empresa de plásticos.

[En la marcha organizada el pasado julio en Francia, los manifestantes corearon proclamas no sólo en favor del Parot más célebre, sino también de su hermano y del comprometido Jakes].

Poco después de que la Guardia Civil detuviera a Parot, Jean también cayó en Francia. Los dos están en prisión desde entonces. El mayor, en su país, por 29 asesinatos. En España el jefe del comando acabaría sumando condenas hasta los 4.799 años de prisión —pena récord— por 39 asesinatos consumados y 163 frustrados, además de otros muchos delitos.

Pero la cárcel no pareció cambiarle. Inamovible, se negaba a declarar en los juicios. Llevaba 11 años preso cuando en 2001 escribió desde la prisión de Córdoba una carta dirigida a la cúpula de ETA en la que le pedía atentados contra objetivos más «vitales» para España.

«Caí por negligencias y una pequeña traición por desgracia», se lamentaba en español (el euskera lo entendía pero le costaba expresarse en él, según reconoció). «Nuestros objetivos ya preparados eran después el Ministerio del Interior de Madrid y la Audiencia Nacional (no entiendo cómo no lo hemos volado ya)». Por esa carta, por cierto, se ganó su última condena, a 11 años de cárcel, y a instancias del juez que hoy ha aprobado su traslado, el ministro Fernando Grande-Marlaska.

Dos familias

En sus tres décadas en prisión, en las que Parot se ha mantenido hasta el final en la línea más ortodoxa de ETA —de ahí su ubicación en la cárcel gaditana—, no se ha conocido ningún signo de arrepentimiento por su parte. Tras la disolución de la banda, en verano de 2020 la izquierda abertzale quiso entrevistarse con él para que abrazara su nueva línea posibilista y pasara por el aro de aceptar la legalidad penitenciaria, pero el preso se negó a la reunión. Esta se produjo finalmente a principios del pasado enero. La portavoz de EH Bildu en el Congreso, Mertxe Aizpurua, se desplazó hasta Puerto III para hablar con él, además de con otros presos de ETA.

Unos meses después de aquella visita, el Gobierno socialista —que tiene a EH Bildu como socio en el Congreso y como apoyo imprescindible también en la Comunidad de Navarra— acordó su traslado a León, más cerca del País Vasco y de Francia, y su progresión de grado.

Fuera de la cárcel a Unai Parot le esperan dos familias, una a cada lado de la frontera. Con su primera mujer, Belén Arizabaleta —natural de Mondragón y detenida en varias ocasiones—, tuvo dos hijas, Haizea (Viento) y Oihana (Selva), quien en los últimos años ha dado la cara por su padre y ha contado lo mal que lo pasó la familia viajando constantemente desde Bayona hasta Andalucía para visitarle.

Ya en prisión, el etarra volvió a casarse. Con su nueva compañera, Josune Arrazubi —procedente de la localidad navarra de Echarri-Aranaz y profesora de Educación Primaria—, tuvo en 1998 a su tercera hija, Izar (Estrella). En el año 2005 Arrazubi compareció en Bilbao junto a la pareja de Iñaki de Juana Chaos, Irati Aranzabal, para denunciar que los Estados español y francés estaban «tomando medidas para el alargamiento del conflicto», tales como el «encarcelamiento de por vida» y la dispersión, «alejando y aislando a los presos políticos vascos y creando graves accidentes [de tráfico de sus familiares] semana tras semana».

Cuando un año después Parot cumplía 16 años en prisión, la maestra se quejaba de la doctrina Parot, un sistema de cómputo de penas con el cual que el Tribunal Supremo pretendió alargar de facto la estancia en prisión de los grandes criminales como Henri, y cuya aplicación retroactiva acabaría tumbando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. «Han usado su nombre y su imagen como venganza, contra él y contra los presos políticos vascos», denunciaba. Con todo, Parot se encontraba bien: «Sabe que tiene el apoyo de mucha gente».

En Puerto III, una de las cárceles donde los Gobiernos socialistas y populares agruparon siempre a los etarras más radicales, Henri Parot era un símbolo. Frío, duro, «siempre miraba por encima del hombro» y «se comportaba como un psicópata sin sentimientos», según describe una fuente del centro penitenciario. Allí pasó muchos años en aislamiento, con el tratamiento de preso peligroso y con condiciones severas, sin participar en ninguna actividad de la prisión ni relacionarse con reclusos distintos a los de ETA.

En la cárcel leonesa, donde se encuentra desde el mes de abril, la cosa ha cambiado mucho. «Entre los funcionarios ha sorprendido, siendo quien es, lo desapercibido que pasa», según afirman fuentes de Mansilla, una prisión pionera —y exitosa— en España en la implantación de los modernos módulos de respeto.

“Ni una mota de polvo”

Parot, antes irreductible, empezó en el módulo 4, hasta que hace unos días, por razones de personal, este se cerró y le cambiaron al módulo 7, de carácter mixto, junto a otros dos etarras, José Ignacio Guridi Lasa y José María Novoa Arróniz, según las fuentes consultadas. Allí se reparte las tareas con el resto de sus compañeros y compañeras de módulo: reparto de comida, limpieza de galerías, limpieza de ba-ños.... Todos cuidan el orden y «no hay ni una mota de polvo», añade otra fuente bien informada.

Es lo más parecido a una vida fuera de la cárcel: puede moverse sin la sombra perenne de un vigilante, recibir más comunicaciones y pasar muchas horas fuera de su celda. El horario: salen a las 8.15 horas de la mañana, comen, regresan a su celda a las 14 horas, vuelven a salir a las 16.30 y no deben regresar hasta las ocho de la noche. Nada que ver con su estancia en Puerto III. Otro mundo. Y probablemente —de acuerdo con el plan trazado por el Gobierno para los presos de ETA, y con la transferencia de las prisiones al País Vasco prevista para octubre—, la antesala de un mundo aún mejor.

Mientras tanto, en Mondragón, donde el PNV gobierna con el PSE, se prepara una jornada «festiva» en homenaje al jefe del cruel comando francés. Al menos un cartel ha aparecido ya en una calle del pueblo anunciando la fecha y la hora de la marcha solidaria. «Unai Parot, 31 años en prisión», denuncia la pancarta.

Hay otro cálculo que sus fieles no hacen. En 2029, si continúa en la cárcel, el viejo terrorista de la doble vida cumplirá 39 años encerrado. Uno, y esa es la cuenta terrible, por cada vida que arrebató en nombre de la independencia.

[Si la «marcha solidaria» se celebra, la AVT colocará ese día un ramo de flores en cada uno de los lugares donde Parot atentó. Por su parte, José Alcaraz Martos, hermano de Ángel y tío de las gemelas Míriam y Esther, asesinados en el cuartel de Zaragoza, ha anunciado: «Si el Gobierno no lo para, allí estaré en Mondragón con las víctimas y españoles que me quieran acompañar»]

Opinión:

Que el etarra Henry Parot es un asesino es indudable. Que es un espécimen sin escrúpulos ni conciencia también es indudable. Y que merecería mucho más castigo que el que ha cumplido también es indudable.

Tan indudable es todo esto como que la responsabilidad de que su condena sea mínima comparada con todo el dolor y toda la desgracia que ha causado es la consecuencia de aplicar una legislación que data del Código Penal franquista del año 1973.

Y eso, también por desgracia, no se refleja en la información que se presenta. Habría que explicarle a la población las razones legales por las que esos asesinos pueden estar en la calle con un periodo de ingreso en prisión que no cumple lo que sería justo.

Pero es que legislación y justicia no son lo mismo.

Por mi parte tengo el enorme orgullo personal de poder decir, alto y claro, que junto a los compañeros de la ANTIGUA AVT, fui uno de los responsables de la modificación del Código Penal franquista vigente en el momento de la comisión de los crímenes y en 1995 conseguimos unos importantísimos cambios legislativos, con el esfuerzo de llevar siempre encima unos folios y una mesa plegable para recoger firmas A FAVOR DEL CUMPLIMIENTO INTEGRO DE LAS CONDENAS IMPUESTAS A LOS TERRORISTAS.

Qué casualidad que los que ahora se ponen las medallas y convocan a protestar ante esta anómala (pero legal) situación no estuvieran jamás en ninguna de aquellas recogidas de firmas… pero claro, en 1994 la banda terrorista ETA asesinaba y atentaba continuamente.

Eran otros tiempos. Más difíciles y mucho mas duros. Pero otros….

Y sigo preguntando ¿cuántos casos como el de Henry Parot tuvimos que sufrir en aquellos años de plomo?

 

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