domingo, 22 de noviembre de 2020

22 oviembre 2020 (4) El Correo

22 noviembre 2020 

 


 

El silencio que clamó contra el terror

Gesto por la Paz, 35 años de la primera concentración contra ETA

31 de diciembre una cadena humana convocada por Gesto por la Paz en Donostia unió la Paloma de la Paz de Néstor Basterretxea, en Gros, con el Peine del Viento de Eduardo Chillida.

El silencio que clamó contra el terror E l primer gesto de silencio crítico y en forma de protesta cívica y pacífica, que clamó contra la violencia y en favor de la tolerancia y la paz, y que acabó llegando a multitud en calles y plazas de Euskadi con el sello Gesto por la Paz cumplirá 35 años este jueves, 26 de noviembre. Hasta ese momento se habían producido manifestaciones o concentraciones espontáneas e inconexas, que surgían en ocasiones como reacción puntual frente a un asesinato especialmente virulento, o como esa gota que acababa de derramar el vaso de la indignación por el desprecio al derecho a la vida.

Para aquel otoño de 1985, ETA había sobrepasado ya la mitad de su macabra lista de más de 850 asesinatos a los que llegó el 16 de marzo de 2010. Otras vulneraciones o abusos policiales también se traducían en abultadas cifras. La idea del primer gesto empezó realmente a coger forma meses antes, en junio de 1985, como respuesta al silencio y la aparente indiferencia, «quizá al hartazgo o a no saber cómo responder ante los numerosos asesinatos y la violencia que se producía en Euskadi y en España», repasa el sacerdote escolapio Javier Aguirregabiria, alma de esta iniciativa que surgió del seno del Colegio Escolapios de Bilbao y con el colectivo Itaka. El centro educativo venía reflexionando sobre la paz tras un ciclo de conferencias realizado en 1983.

Hoy, desde su destino como religioso en Bolivia y Brasil, Aguirregabiria recuerda, para este periódico, como nació el primer gesto. La inspiración para salir a la calle partió de las concentraciones silenciosas de Artesanos de la Paz, aunque con un enfoque diferente: la duración iba a ser de 15 minutos y el motivo por el que se convocaba era la violencia específica que se generaba en Euskadi. Aguirregabiria y el resto del grupo que ideó el proyecto inicial, de la mano de exalumnos y familias del Colegio Escolapios de Bilbao, algún religioso escolapio, así como personas procedentes del escultismo –movimiento juvenil– pensaron en convocar una concentración, sin demasiada explicación: tan solo con una pregunta «¿Por qué no la paz?» ante la muerte de una persona, sin catalogarla de ninguna forma. «Era una llamada a no justificar ni aceptar nunca que se pudiera quitar la vida a nadie», recuerda Aguirregabiria.

Hubo otras ideas iniciales como poner un pañuelo blanco en la ventana de cada casa desde que se conociera la noticia de una muerte hasta que finalizara la concentración correspondiente, «pero no tuvo apenas éxito, posiblemente por el miedo a identificar el propio hogar», reconoce el padre escolapio. «Lo que más nos indignaba era el silencio, lo acostumbrados que estábamos… Y ver que cada vez era menos noticia y motivo de conversación. Entendíamos y seguimos entendiendo que la vida de una persona, de cualquier persona, sea quien sea y lo que piense, es lo más sagrado. Que jamás se puede matar a nadie, ni quebrar su dignidad. Estudiábamos y comprobábamos que hay otros caminos de resolución de conflictos, de convivencia social, que no acuden a la violencia», resume.

Y de ahí la pregunta: «¿Por qué no la paz?». Le dieron muchas vueltas al lema. No querían citar a ETA, ni a otros grupos que aplicaban también el asesinato y la violencia como recurso. Se decidió hacer finalmente una afirmación: «Han matado a una persona». A decir verdad, el primer lema fue «Han matado a un hombre», pero ante la llamada de atención al lenguaje inclusivo, «lo cambiamos», explica Aguirregabiria. A esas cinco palabras unieron la pregunta «¿Por qué no la paz?».

Con todo preparado, aquel 26 de noviembre se realizó el primer gesto en la Plaza Circular de Bilbao. No existe documento gráfico, pero Aguirregabiria no olvida que se hizo en protesta por el asesinato, la víspera en San Sebastián, del cabo de la Armada Rafael Melchor García y del recluta José Manuel Ibarzábal. ETA ametralló el microbús militar en el que viajaban. Esa misma noche la banda terrorista volvió a atentar en Gipuzkoa, esta vez en Lasarte, donde acabó con la vida de José Herrero Quiles, guardia civil donostiarra jubilado. Gesto volvió a salir al día siguiente para repudiar ese atentado mortal.

Después de aquellos dos primeros gestos comenzaron a proliferar este tipo de concentraciones en Bilbao y en poco tiempo llegaron a toda Euskadi. En Tolosa, y también desde los Escolapios, se empezó a realizar en la Plaza de Euskal Herria media hora de oración por la paz. Esta iniciativa sirvió de inspiración a un grupo de personas que formarían en Donostia la Asociación por la Paz de Euskal Herria.

«Al inicio daba miedo»

Aguirregabiria reconoce que al inicio «daba miedo». Por eso pensaron e hicieron una lista de 30 personas comprometidas para ir siempre a la concentración. Pero desde el inicio se apuntaron muchos más y prescindieron de la lista cuando comprobaron que superaban el centenar. «Así ya no daba miedo», reconoce. Sin embargo, el miedo volvía a hacerse presente cuando el fallecido era del entorno de ETA. «Sentíamos miedo de algunos que nos increpaban por salir por ‘sus muertos’ y, por el otro lado, cuando la incomprensión y la crítica venía por hacer el mismo Gesto por ‘ellos’. Muchos no entendían que saliéramos cuando la muerte se producía en un enfrentamiento con la Policía, cuando les estallaba la bomba a quienes la estaban poniendo, cuando quien moría estaba en custodia policial…».

Pero para los miembros de Gesto estaba claro que, «más allá de un conflicto político, lo que había que defender era la vida y la condena silenciosa y firme de todo atentado contra ella». Denunciaron 53 muertes por violencia policial y por ellos realizaron hasta 37 gestos. También hubo momentos de preocupación con las denominadas contramanifestaciones, «demasiado permitidas por las autoridades», apunta Aguirregabiria. Recuerda las pintadas que les hicieron en toda la fachada del colegio, el miedo que sintieron cuando les arrancaron la pancarta violentamente y la rompieron ante el silencio de todos los concentrados, igual que al llevar el lazo azul en algunos lugares, o con alguna amenaza de bomba al colegio ».

El padre escolapio, resalta, sin embargo, que «la presencia de muchas personas implicadas y la convicción superaban todos los miedos y pequeños incidentes». Aguirregabiria echa hoy la vista atrás y reconoce que fue «un acierto» ofrecer «un canal para expresar, en silencio, lo que muchísimas personas estaban deseando decir: ya basta de atentados, de asesinatos, de violencia…». Remarca que fue la primera reacción ciudadana que ayudó a desencadenar «una conciencia de paz y de rechazo a toda violencia». «En ocasiones se ha dicho que la Iglesia vasca no fue suficientemente clara respecto a la violencia. Puede ser una lectura porque la Iglesia siempre es muy variada y diversa, pero fue en el ámbito de la Iglesia donde fue surgiendo esta iniciativa de paz que siempre quiso que llegase a toda la sociedad, más allá de las convicciones religiosas o de cualquier otro tipo», reflexiona.

 

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