jueves, 19 de noviembre de 2020

18 noviembre 2020 (11) La Vanguardia (opinión)

18 noviembre 2020


Caen los mitos y aparece la realidad

Lluis Foix


Simultáneamente he leído el libro del periodista que más habrá escrito sobre ETA tratando personalmente a los principales protagonistas del dolor causado a familiares y amigos de las 854 víctimas mortales de la organización terrorista a lo largo de más de 40 años. ETA i nosaltres, de Antoni Batista, entra en las entrañas del entramado etarra ofreciendo muchas claves de las personas que mataban sin escrúpulos ni compasión, tanto de los autores materiales de los crímenes como de los que los decidían y facilitaban la intendencia para producir la muerte, el asesinato y la ejecución de quienes entraban en la macabra lista de personas por secuestrar o eliminar.

Batista dice que no escribe a favor o en contra de ETA, sino sobre ETA. Su libro es una aportación indispensable para conocer el pensamiento, las tácticas y estrategias de un grupo de fanáticos que pensaron que ­podían derrotar al Estado con la violencia. ­Batista conversa con los principales jefes de ETA, pero también relata su estrecha re­lación personal con sus víctimas, entre las que cabe destacar Ernest Lluch y Robert Manrique, que sobrevivió al atentado de Hipercor. Batista no muestra ninguna simpatía por el terror, pero el libro desprende un prejuicio favorable al mundo abertzale que tan bien conoce.

Esta semana se cumple el 20.º aniversario del asesinato de Ernest Lluch, con quien mantuve una gran amistad por haber publicado muchos años en La Vanguardia y por coincidir con él en la tertulia de RAC1 de los lunes que dirigía Xavier Bosch. Cada lunes le acompañaba a su domicilio en el coche y ni él ni yo sospechábamos que al día siguiente por la noche sería asesinado en el garaje de su casa. Seguramente, el comando que estudiaba sus movimientos nos había estado observando en aquella esquina durante muchos lunes.

Pienso que la decisión de quitarlo de en medio se produjo aquel día en San Sebastián haciendo campaña con Odón Elorza en las elecciones municipales de 1999, cuando se dirigía con energía a los que le gritaban desde el fondo de la plaza. “Gritad más, que gritáis poco, porque mientras gritáis no mataréis y es buena señal”.

También he visto el documental El desafío: ETA , dirigido editorialmente por José Antonio Zarzalejos, en el que se repasa la historia de la organización aportando material inédito y la intervención de Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. También participan personajes del mundo abertzale que ofrecen su visión sobre el enfrentamiento armado con el Estado y las exhaustivas intervenciones de los altos jefes de la Guardia Civil, Policía Nacional y familiares próximos a las víctimas.

El dolor recorre la atmósfera de las series y documentales. En algún momento sale la afirmación de “que nosotros no luchábamos contra Franco, sino contra España”. Es la explicación de los máximos responsables del terrorismo para justificar que se mataron muchas más personas inocentes en democracia que en el franquismo.

La respuesta del Estado fue dura y, cuando se terció, saltándose la ley como en el caso de los GAL y otras víctimas que fueron eli­minadas sin juicio por los cuerpos de seguridad que dependían del gobierno. Felipe Gon­zález no ofrece una explicación con­vincente de aquellos tenebrosos episodios en los que se pagó con la misma moneda que utilizaba ETA aunque en proporciones mucho me­nores.

Diría que tras el éxito nacional e internacional de Patria, de Aramburu, han empezado a caer muchos mitos del movimiento terrorista vasco y va apareciendo la realidad de cuanto ocurrió con toda su crudeza y brutalidad. En uno de sus libros sobre el austriacismo, Ernest Lluch citaba al historiador italiano Benedetto Croce, cuando se refería a la historia como el pasado que no pasa. El escritor norteamericano William Faulkner lo expresaba diciendo que el pasado nunca se muere, ni siquiera es pasado. La aproximación a la verdad vuelve de muchas maneras.

Han desaparecido las miradas de odio, comenta Gorka Landaburu en el documental. Pero el resentimiento no se borra fácilmente porque el dolor penetra en el interior de las conciencias y allí se queda. La democracia es muy frágil y a la vez muy fuerte, capaz de derrotar cualquier intento de acabar con la libertad siempre y cuando se cargue de razones y actúe legalmente.

¿De qué ha servido todo? Para arrojar dolor y divisiones en nombre de banderas, patrias y viejos litigios. Que los que ayer mataban estén hoy en el Parlamento es positivo. Pero que reconozcan el mal causado y que mientras pactan con el Gobierno Sánchez no salga la semana pasada el diputado de EH Bildu Arkaitz Rodríguez diciendo: “Vamos a Madrid a tumbar definitivamente el régimen”. ¿Ya sabe el Gobierno de coalición Sánchez-Iglesias con qué compañeros emprende el viaje de la legislatura?

Opinión:

Sólo decir que es un honor compartir recuerdo en la misma línea en la que aparece Ernest Lluch.

Un fuerte abrazo para toda su familia, allegados y amigos. Estos días nos veremos y hablaremos. Seguro.

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