lunes, 24 de mayo de 2021

24 mayo 2021 Deia (opinión)

 

24 mayo 2021

 


Víctimas y exmiembros de ETA resaltan el valor de los encuentros restaurativos diez años después

Los encuentros restaurativos celebrados en el marco de la vía Nanclares entre presos de ETA y víctimas de la banda cumplen mañana diez años. Participantes de aquellas reuniones, tanto víctimas como victimarios, resaltan el valor de aquellas citas discretas, que propiciaron la autocrítica, la reinserción y la deslegitimación de ETA.

Estas citas, junto con la ‘vía Nanclares’, propiciaron la autocrítica de los victimarios y su reinserción, y deslegitimaron la violencia

El proceso del final de la violencia terrorista en Euskadi ha tenido uno de sus capítulos más destacados en la evolución personal que protagonizaron cerca de una treintena de presos de ETA hacia una ruptura con la banda, una autocrí- tica con sus propios actos pasados que tanto dolor habían generado y un compromiso con la construcción de una sociedad en paz y convivencia. Este trayecto, bautizado de forma genérica como vía Nanclares y transitado en muchos de sus tramos en una absoluta soledad y con el desamparo de las instituciones y del propio entorno al que pertenecían, confluyó en un momento dado con el propio proceso que estaban haciendo las víctimas de sus acciones. La unión más íntima e intensa de ambos mundos se produjo con los denominados encuentros restaurativos, en los que presos y víctimas se reunían cara a cara en absoluta libertad y con conocimiento de causa, en soledad o con la compañía de un mediador. Mañana, 25 de mayo, se cumple el décimo aniversario del primero de esos encuentros.

“Con el tiempo nos hemos dado cuenta de que ha sido mucho más importante de lo que en aquel momento nos llegamos a imaginar”, asegura uno de los protagonistas de esa reunión sin precedentes, Iñaki García Arrizabalaga, cuyo padre fue asesinado por los Comandos Autónomos Capitalistas en 1980. Hace ahora una década acudió a la llamada de Fernando de Luis Astarloa, el primer preso de la vía Nanclares que dejó la prisión de forma definitiva tras cumplir 25 años.

Astarloa explica a este medio los motivos que le llevaron a solicitar encontrarse con una víctima. “Quería conocer a la víctima, saber qué habíamos provocado, el sufrimiento que tenía y hacerle preguntas. Cómo había quedado esa familia, sus sentimientos, todo”, asevera. Pero el bien fue recíproco. Según Arrizabalaga, “a las víctimas les ha permitido obtener cosas que la justicia penal ordinaria no les había dado. En algunos casos, como el mío, porque ni siquiera ha habido detenciones ni juicio, y en otros porque habiéndolos, no daban respuesta a preguntas y vivencias concretas”.

Arrizabalaga no fue víctima directa de Astarloa, pero eso no fue impedimento para que la valoración de ambos sobre la experiencia, que se prolongó durante cuatro horas, sea absolutamente positiva. “Cuando tuve aquel encuentro con Iñaki fue espectacular. El me comentó todo. Y te quedas perplejo”, asegura el primero. Añade que “le pedí perdón y él se quedó a su vez perplejo, llevaba 30 y tantos años sin que nadie le reconociera y para él fue impactanFernando de Luis Astarloa e Iñaki García Arrizabalaga rememoraron en 2014 en DEIA el primer encuentro restaurativo de 2011. A la derecha, Ibon Etxezarreta abraza a Maixate”. A ese intercambio de impresiones le siguieron otros muchos ya dentro de una amistad forjada en la que coinciden cada poco tiempo para hablar de lo divino y lo humano. Iñaki Arrizabalaga advierte de que “ninguna víctima es mejor o peor por haber participado en estos encuentros, todas son merecedoras de dignidad y respeto”. Y considera que “no hay mejor deslegitimación de la violencia que la que formula el que la ha practicado”.

Terreno desconocido

El inicio de todo fue una carta que Astarloa envió a la entonces responsable de la Dirección de Atención a Víctimas del Terrorismo del Gobierno vasco, Maixabel Lasa, solicitando el encuentro con una víctima. El caso de Lasa es muy particular porque a su cargo institucional, durante el mandato de Patxi López como lehendakari, se suma su condición de víctima como viuda de Juan Mari Jauregi, asesinado por ETA en julio de 2000. Inmediatamente después del encuentro de Fernando e Iñaki, ella protagonizó el suyo propio, esta vez sí con uno de los miembros del comando que asesinó a su marido, Luis María Carrasco.

La principal prueba de que estaban explorando terreno desconocido es que Lasa admite que “no pensaba que a mí me iba a beneficiar prácticamente en nada a nivel personal pero salí del encuentro como si me hubiera quitado un peso de encima y muy satisfecha de lo que hice”. A esa toma de contacto le siguieron otras, también con otro integrante del mismo talde, Ibon Etxezarreta. Con este último ha llegado a protagonizar un documental sobre esta experiencia. En 2014, Etxezarreta participó, con el visto bueno de los allegados de Jauregi, en un acto de homenaje al que fuera gobernador civil de Gipuzkoa. Fue la primera vez que se produjo un hecho de esta naturaleza.

Lasa señala que “siempre he pensado que la política penitenciaria debía consistir en la reinserción de los presos, bien lo sean por delitos de terrorismo o de otro tipo”. Según su parecer, “esa segunda oportunidad que les ofrecimos nos la merecemos en realidad todos”. En este sentido, abunda que “siempre lo he pensado y se lo he dicho a ellos: si le hubierais dado una oportunidad a Juan Mari de hablar con vosotros seguro que no lo hubierais matado”. En conversación con este medio, agrega que, frente a la justicia penal, “para mí es mucho más positiva la justicia restaurativa”, ya que con la misma “la víctima tiene al menos algo que decir”. Coincide por último con Arrizabalaga al asegurar que los presos o expresos de ETA “son las personas más des legitimadoras del uso de la violencia”. Una posición crítica que le gustaría que se extendiera a “mucha gente de la izquierda abertzale, pero no solo ellos”.

Abrazo de despedida

Mari Carmen Hernández no tenía victimarios con los que encontrarse: los asesinos de su marido, el concejal en Durango Jesús Mari Pedrosa, estaban en el coche cargado de armas y explosivos que explotó en agosto de 2000 en Bolueta. Pese a ello, aceptó participar en esta experiencia con Iñaki Rekarte, condenado a cerca de 200 años de cárcel y que abandonó ETA en 2010. Explica que “ellos también asumían otros muertos porque no habían decidido a quién matar”.

“Para mí fue positivo”, coincide Hernández con el resto de participantes en esta iniciativa, ya que “una vez el daño ya no tenía vuelta de hoja, para mí lo importante es que estuvieran arrepentidos de cometer esos asesinatos”. “Me contó su historia, que era muy triste, y le dije has pasado tu juventud en la cárcel”, prosigue. El primer encuentro, celebrado en Bilbao, empezó con “miedo y reparo”, y terminó con un abrazo. “Esto es lo que yo valoro”, le trasladó a Rekarte. Volvieron a reunirse en más ocasiones. A juicio de Hernández, esta propuesta se puede resumir en “reunir a personas que estaban conectadas en cierto modo, una por haber sufrido el daño y otra por haberlo generado”.

La iniciativa, en Euskadi

Los encuentros restaurativos entre presos y víctimas resultaron una experiencia fugaz. Impulsados durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero en Moncloa, la llegada de Mariano Rajoy al Gobierno español en diciembre de 2011 supuso el cerrojazo a los mismos, al tiempo que se dio la espalda a la vía Nanclares, que siguió avanzando de una forma precaria. El resultado es que ese mismo año se celebraron 12 encuentros y en 2012 otros dos, aprovechando la inercia de las dinámicas establecidas. Maixabel Lasa admite su frustración por ello. “Si se hubiera dejado trabajar a los mediadores, más víctimas y victimarios se hubieran acercado y entrado en esa dinámica de reconocer el daño causado”, dice.

La vía Nanclares dio sus primeros pasos en 2008 con la reinserción como viga maestra, pero el proceso personal de los presos participantes de rechazo de la violencia y empatía con las víctimas pudo empezar mucho antes, ya que cada caso es único. Ni siquiera hay unanimidad respecto al uso del concepto vía Nanclares, rechazado por no abarcar este fenómeno en toda su extensión. El final de la tregua de 2006 con el atentado de la T-4 supuso un punto y aparte para muchos presos como Fernando de Luis Astarloa. “Te das cuenta de que eres un simple número en prisión y de que no pintas absolutamente nada. Tomé la decisión de abandonarlo todo y fue entonces cuando me encontré en libertad, estando en la cárcel pensaba que estaba libre”, explica.

Sufrió el abandono de la izquierda abertzale y del Colectivo de Presos Políticos Vascos (EPPK en sus siglas en euskera) pero “no me supuso nada porque yo lo tenía claro”. Añade que “eso le ha pasado a las víctimas antes, se las dejaba totalmente abandonadas”. La gran paradoja y la principal lección de todo este proceso es que el abandono de las armas, del que en octubre se cumplirán también diez años, y la llegada de la paz han acabado legitimando el camino lleno de piedras transitado por estos pioneros. “Ahora el colectivo se tiene que buscar la vida, buscar el tercer grado... Lo que hacíamos nosotros, ahora lo tienen que hacer ellos. Nos han dado la razón”, concluye Astarloa.

El panorama está hoy abierto, con el goteo semanal de acercamientos de presos a cárceles de Euskadi y la transferencia de prisiones, que el Gobierno vasco podrá ejecutar a partir del 1 de octubre. Ello abre la puerta a un enfoque social que apostará por la reinserción de los reclusos y recuperará la justicia restaurativa como una de sus fuerzas motoras. Y con un tratamiento de los presos de ETA que será “sustancialmente idéntico” al de los internos comunes, sin ningún plan diferenciado. El futuro está por escribir pero ya se puede decir que aprovechará lo mejor de experiencias pasadas.

 

 

Protagonistas de la “Vía Nanclares”

 

● Kepa Pikabea Ugalde. Abandonó ETA en 1997 tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco. ● Carmen Gisasola Solozábal. Exjefa de ETA, se desvinculó de la banda a finales de los años 90. ● José Luis Álvarez Santa Cristina. Detenido en 1992 en Bidart, reclamó el final de la violencia tras reencontrarse con la fe en prisión.

Joseba Urrosolo Sistiaga. Cuando fue detenido en 1997 ya había dejado la organización. Andoni Alza.

Fernando de Luis Astarloa.

Anjel Figueroa Fernández.

Luis María Lizarralde Izagirre.

Andoni Muñoz de Vivar Berrio.

Valentín Lasarte Oliden.

Sagrario Yoldi Mujika.

José Manuel Fernández Pérez de Nanclares.

Aitor Bores Gutiérrez.

Jorge Uruñuela Molinedo.

Joseba Arizmendi Oiarzabal.

Idoia López Riaño.

Esteban Murillo Zubiri.

Miguel Simón Ruiz de Eguilaz Bengoa.

José Antonio Hdez. Velasco.

Iñaki Rekarte Ibarra.

José Luis Martín Carmona.

Iurgi Oteiza Nazabal.

Luis María Carrasco Aseginolaza.

Josu García Corporales.

Ibon Etxezarreta Etxaniz.

Rafael Caride Simón.

Andoni Díaz Urrutia.

 

Opinión:

 

Pues ya han pasado diez años desde los primeros encuentros entre víctimas y terroristas… diez años en los que algún que otro bocachanclas habría podido reconocer sus errores y sus mentiras, incluyendo las de alguien de su propio entorno familiar. Pero claro, para algunos de esta subespecie es más práctico seguir anclados en sus discursos repletos de ignorancia y de medias verdades (o mentiras completas).

Por mi parte, me reitero en lo acertado de la decisión que tomé, decisión consultada y consensuada previamente con mi esposa y con mis hijos. Y estoy seguro que llegará el día en el que se podrá hablar de todas las interioridades de aquellos encuentros con absoluta tranquilidad.

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