21 noviembre 2015 (20.11.15)
Terrorismo
para largo
El miedo
colectivo, el cambio de hábitos, la suspicacia ante lo musulmán son éxitos para
los terroristas
Xavier Bru de Sala
Ahora, el mal ya está hecho. El terrorismo se ha
instalado en Europa por
culpa de una serie de errores encadenados, que empiezan con la tolerancia ante
la expansión del islamismo radical,
a cargo de los amigos del petróleo árabe,
prosigue con la invasión de Irak y culmina con el apoyo occidental a
los rebeldes de Siria. La
combinación de los tres disparates ha propiciado que el fundamentalismo
dispusiera de un Estado. En paralelo, la muy deficiente integración de millones
de musulmanes en Europa, ha generado una brecha de frustración por donde penetra el radicalismo.
Si los atentados no se suceden a un ritmo espantoso en los próximos meses y
años será por la eficacia defensiva de la seguridad, no porque no haya en
Europa docenas o centenares de yihadistas, entrenados y organizados, dispuestos
a inmolarse a cambio del mayor número posible de víctimas.
Mientras los responsables de la lucha antiterrorista intentan evitar nuevos ataques, nos
deberemos adaptar al nuevo paradigma del terror. La obligación de los
ciudadanos europeos es sobreponerse al estado de choque y disminuir el impacto
emocional, tragar la saliva de la psicosis y aprender a vivir con
el riesgo. Es duro, pero es imprescindible. El miedo colectivo,
el cambio de hábitos, la autorreclusión, la suspicacia permanente ante la
población musulmana, no son sino una victoria de quienes pretenden la destrucción de Occidente.
Para reducir la amenaza hay que comprender bien el terrorismo islamista,
atacarlo de la forma más eficaz posible en el frente militar, y disputarle el
apoyo social dentro de la comunidad musulmana.
El presidente Hollande ha
reaccionado bien con la intensificación de los bombardeos a los centros
neurálgicos del Estado Islámico. Las comparaciones con Bush hijo son fruto de la
ofuscación antibelicista. Bush creó el
problema, claro. Pero los bombardeos de ahora son imprescindibles para no agravarlo.
Es conocido, como mínimo desde Pompeyo el Grande, que si el enemigo dispone de bases o
santuarios seguros, su peligrosidad es mucho más elevada. Con Irán se ha podido
negociar. Contra el fanatismo del Estado Islámico no hay más lenguaje que el de
las bombas. Si no es atacado, se consolidará y se expandirá aún más.
Será imposible devolver unos mínimos de estabilidad
a Irak y Siria sin la odiada realpolitik, que considera a los dictadores como mal
menor en comparación con los islamistas. Hay que reconocer la miopía del apoyo
a las primaveras árabes y su
fracaso. Egipto vuelve a ser una dictadura militar porque la alternativa son
los Hermanos Musulmanes. Después de París, Europa hará todo lo posible, junto a Rusia, para que
Siria vuelva a la condición de feudo de un sátrapa asesino llamado Bashar al Asad. Asesino
de sus opositores, no de nuestros conciudadanos. Primero nuestra seguridad,
después y si no tiene costes, su democracia. Es cínico. Es egoísta. Es así.
Contra lo que afirman algunos observadores catastrofistas, ahora sí existe un
plan y un objetivo común, impedir que el Estado Islámico controle territorios,
hacerles la vida imposible a los yihadistas en sus feudos. El precio en vidas
humanas puede ser alto, pero no tanto como el de prolongar la guerra civil en
Siria.
Estamos en
guerra
¿Estamos en guerra pues? Sí porque un enemigo
pretende nuestra destrucción. No por el desequilibrio de fuerzas. Si el Estado
Islámico los tuviera, enviaría aviones a bombardearnos. Si pudiera, nos
invadiría con tanques. Como que no puede, ni podrá, su sueño más macabro
consiste en organizar guerrillas urbanas en
el interior de Europa. De momento se deben limitar a los atentados terroristas.
El peligro es más grande que el de ETA y el IRA juntos, porque los yihadistas son más, causan
grandes masacres y, sobre todo, están dispuestos a inmolarse. ¿Recuerdan al
primer terrorista suicida documentado? Es un héroe de la Biblia llamadoSansón. A este extremo no se llega sin el convencimiento de
que la situación es desesperada y hacen falta héroes salvadores, ni sin la
multiplicación del fanatismo religioso por el patriótico.
Con todo, la parte más difícil de cualquier solución
corresponde a la sociedad y consiste en una mayor integración de la población
musulmana. Es mucho más largo y complicado, pero hay que poner
fin a la política de guetos.
Los terroristas son como los peces, que necesitan agua en abundancia para
nadar. Este agua son los guetos condenados a la exclusión. La desigualdad y la
falta de oportunidades se deben sustituir por sus contrarios. No podemos ganar la batalla de las ideas y los
valores con estas condiciones de pobreza. La
sociedad se debe abrir más a su diversidad. No habrá más libertad
sin mayor igualdad. No hay fraternidad sin confraternización.
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