26 noviembre 2015
La mejor
defensa: la prosperidad
Carles Vivancos
Si mañana se terminara la guerra en Siria,
pasado mañana los millones de sirios refugiados en Turquía, Líbano y
Jordania seguirían sin poder volver a sus lugares de origen. Ni ellos ni los
millones de desplazados que continúan dentro de les fronteras sirias. Ninguna
de estas personas, expulsadas contra su voluntad y con su proyecto de vida en suspenso
a causa de la guerra, vería mejorar su dura realidad cotidiana por la mera
finalización de las operaciones militares.
Tendrán que pasar
unos cuantos años, una vez terminada la violencia, para
que puedan regresar a sus lugares de origen. Y harán falta unos cuantos años
más para que recuperen unos estándares vitales similares a los que tenían antes
del otoño de 2011. También tardarán en recuperarse los habitantes originales de
las ciudades cercanas a la frontera con Siria que desde hace cuatro años
sufren, codo a codo con los refugiados, las consecuencias de una larga guerra.
Nos encontramos frente a un
problema vital de millones de personas, todas ellas vecinos de nuestro
compartido Mediterráneo, que se viene anunciando como un problema
colectivo de los países y ciudades ribereños. El éxodo de refugiados que
quieren reconstruir su vida en el seno de la Unión Europea hace
años que dura. Prácticamente desde el inicio de las hostilidades. Pero si este
verano el tema nos ha asaltado desde las portadas de los diarios, las cabeceras
de los noticiarios o los 'trending topic' es porque algunos centenares de
miles, apenas una fracción de los millones que hay, tratan de huir de su
desesperanza vital y buscan un lugar donde reconstruir su proyecto de vida.
Como seres humanos, están en su derecho. Son nuestros vecinos. Nuestro
bienestar depende de que el suyo este en unos niveles razonables, como lo
estaba para la mayoría de ellos antes de que estallara la guerra en Siria.
La palanca que nos tiene
que hacer reaccionar ante esta realidad no es dar una respuesta a los atentados de París.
La palanca que nos tiene que mover es darnos cuenta que si millones de nuestros
vecinos continúan viviendo sin expectativas de futuro permitiremos que se
continúe alimentando un mito. El mito de que este es un conflicto entre
civilizaciones o un conflicto entre religiones. Llegados a este punto solo
recordarles que Al Capone y sus sicarios justificaban sus actos de violencia
pregonando que “ellos hacían justicia para los italo-americanos, la justicia
que el Estado les negaba”. En aquel caso y en el que nos ocupa estamos frente a
una banda de delincuentes fuertemente armados y altamente organizados que usan
el pretexto de que “el injusto es el otro” para construir su imperio
mafioso.
Por muchas razones: de
humanidad, de empatía, de sensibilidad, de creencia, de solidaridad, de puro
raciocinio o de egoísmo, (cada cual que se identifique con la que más próxima
le resulte…) los y las ciudadanas que vivimos en el Mediterráneo debemos
sentirnos interpelados por este problema. Ha llegado el momento de actuar. De
actuar con firmeza, inteligencia y sentido de la historia.
La mejor forma de combatir
la desesperación es ayudando a construir expectativas de futuro. Ayudando a
construir prosperidad.
La gente de Barcelona lo
sabemos. Y sabemos como hacerlo. De ciudad a ciudad. Lo hicimos para dar apoyo
a nuestros hermanos de Sarajevo. Y fue un éxito. Tenemos que volver a hacerlo.
Hemos de comprometernos, de común acuerdo con las otras ciudades solidarias de
España y Europa, con las ciudades de Turquía, Líbano y Jordania que llevan
cuatro años acogiendo refugiados. Hemos de empezar pidiéndoles perdón por haber
tardado tanto en reaccionar. Y acto seguido hemos de ejercer un firme
compromiso de largo recorrido. Empezando por la urgente ayuda humanitaria. El
largo recorrido necesario para acompañar a estas ciudades en su reconstrucción
económica. Ciudad a ciudad. En su camino a la prosperidad. La mejor defensa de
nuestros estándares de vida en la ribera norte del Mediterráneo es la
prosperidad de nuestros vecinos del sur y del Levante.
La ciudad de Barcelona,
como ya hizo en el pasado, debe ejercer su liderazgo euro-mediterráneo y
encabezar un movimiento de ciudades europeas que se comprometa con la
reconstrucción económica de las ciudades fronterizas con Siria afectadas por el
alud humano que huye de la guerra. Tenemos en la ciudad la sede de numerosas
instituciones internacionales (la
Unión pour la
Méditerranée , Metrópolis, la Asociación Mediterránea
de Cámaras de Comercio, el IEMED, entre muchas otras…) que pueden ser algunos
de los instrumentos necesarios para llevar a buen término esta iniciativa.
Pongámoslas a trabajar. Encabezadas por el Ayuntamiento, por supuesto.
Opinión:
Aparte de tener el honor de conocer personalmente a
Carles Vivancos y haber compartido con el muchos ratos de trabajo y de
solidaridad con víctimas del terrorismo (p.e. muchos miércoles en la puerta de
El Periódico de Catalunya durante el secuestro de Marc Marginedas), debo
reconocer que comparto su artículo al 100%.
Como alguien decía en un foro: “algú ho tenia que
dir”. Y ha sido el.
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