viernes, 27 de noviembre de 2015

26 noviembre 2015 (6) El Periódico de Catalunya (opinión)

26 noviembre 2015



La mejor defensa: la prosperidad
Carles Vivancos







Si mañana se terminara la guerra en Siria, pasado mañana los millones de sirios refugiados en Turquía, Líbano y Jordania seguirían sin poder volver a sus lugares de origen. Ni ellos ni los millones de desplazados que continúan dentro de les fronteras sirias. Ninguna de estas personas, expulsadas contra su voluntad y con su proyecto de vida en suspenso a causa de la guerra, vería mejorar su dura realidad cotidiana por la mera finalización de las operaciones militares.
Tendrán que pasar  unos cuantos años, una vez terminada la violencia, para que puedan regresar a sus lugares de origen. Y harán falta unos cuantos años más para que recuperen unos estándares vitales similares a los que tenían antes del otoño de 2011. También tardarán en recuperarse los habitantes originales de las ciudades cercanas a la frontera con Siria que desde hace cuatro años sufren, codo a codo con los refugiados, las consecuencias de una larga guerra.
Nos encontramos frente a un problema vital de millones de personas, todas ellas vecinos de nuestro compartido Mediterráneo, que se viene anunciando como un problema colectivo de los países y ciudades ribereños. El éxodo de refugiados que quieren reconstruir su vida en el seno de la Unión Europea hace años que dura. Prácticamente desde el inicio de las hostilidades. Pero si este verano el tema nos ha asaltado desde las portadas de los diarios, las cabeceras de los noticiarios o los 'trending topic' es porque algunos centenares de miles, apenas una fracción de los millones que hay, tratan de huir de su desesperanza vital y buscan un lugar donde reconstruir su proyecto de vida. Como seres humanos, están en su derecho. Son nuestros vecinos. Nuestro bienestar depende de que el suyo este en unos niveles razonables, como lo estaba para la mayoría de ellos antes de que estallara la guerra en Siria.
La palanca que nos tiene que hacer reaccionar ante esta realidad no es dar una respuesta a los atentados de París. La palanca que nos tiene que mover es darnos cuenta que si millones de nuestros vecinos continúan viviendo sin expectativas de futuro permitiremos que se continúe alimentando un mito. El mito de que este es un conflicto entre civilizaciones o un conflicto entre religiones. Llegados a este punto solo recordarles que Al Capone y sus sicarios justificaban sus actos de violencia pregonando que “ellos hacían justicia para los italo-americanos, la justicia que el Estado les negaba”. En aquel caso y en el que nos ocupa estamos frente a una banda de delincuentes fuertemente armados y altamente organizados que usan el pretexto de  que “el injusto es el otro” para construir su imperio mafioso.
Por muchas razones: de humanidad, de empatía, de sensibilidad, de creencia, de solidaridad, de puro raciocinio o de egoísmo, (cada cual que se identifique con la que más próxima le resulte…) los y las ciudadanas que vivimos en el Mediterráneo debemos sentirnos interpelados por este problema. Ha llegado el momento de actuar. De actuar con firmeza, inteligencia y sentido de la historia.
La mejor forma de combatir la desesperación es ayudando a construir expectativas de futuro. Ayudando a construir prosperidad.
La gente de Barcelona lo sabemos. Y sabemos como hacerlo. De ciudad a ciudad. Lo hicimos para dar apoyo a nuestros hermanos de Sarajevo. Y fue un éxito. Tenemos que volver a hacerlo. Hemos de comprometernos, de común acuerdo con las otras ciudades solidarias de España y Europa, con las ciudades de Turquía, Líbano y Jordania que llevan cuatro años acogiendo refugiados. Hemos de empezar pidiéndoles perdón por haber tardado tanto en reaccionar. Y acto seguido hemos de ejercer un firme compromiso de largo recorrido. Empezando por la urgente ayuda humanitaria. El largo recorrido necesario para acompañar a estas ciudades en su reconstrucción económica. Ciudad a ciudad. En su camino a la prosperidad. La mejor defensa de nuestros estándares de vida en la ribera norte del Mediterráneo es la prosperidad de nuestros vecinos del sur y del Levante.
La ciudad de Barcelona, como ya hizo en el pasado, debe ejercer su liderazgo euro-mediterráneo y encabezar un movimiento de ciudades europeas que se comprometa con la reconstrucción económica de las ciudades fronterizas con Siria afectadas por el alud humano que huye de la guerra. Tenemos en la ciudad la sede de numerosas instituciones internacionales (la Unión pour la Méditerranée, Metrópolis, la Asociación Mediterránea de Cámaras de Comercio, el IEMED, entre muchas otras…) que pueden ser algunos de los instrumentos necesarios para llevar a buen término esta iniciativa. Pongámoslas a trabajar. Encabezadas por el Ayuntamiento, por supuesto.

Opinión:

Aparte de tener el honor de conocer personalmente a Carles Vivancos y haber compartido con el muchos ratos de trabajo y de solidaridad con víctimas del terrorismo (p.e. muchos miércoles en la puerta de El Periódico de Catalunya durante el secuestro de Marc Marginedas), debo reconocer que comparto su artículo al 100%.

Como alguien decía en un foro: “algú ho tenia que dir”. Y ha sido el.

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