lunes, 6 de septiembre de 2021

04 septiembre 2021 El Mundo del Siglo XXI (opinión)

04 septiembre 2021 


 

«Al Qaeda y Estado Islámico van a competir por llevar a cabo atentados»

En vísperas del 20º aniversario del 11-S y cuando el yihadismo vuelve a ocupar la primera plana de la actualidad, resulta imprescindible acudir al conocimiento de Fernando Reinares.

Décadas de estudio meticuloso sobre los orígenes y procesos del terrorismo le sitúan en primera línea de los expertos que ofrecen explicaciones profundas sobre un asunto resuelto en demasiadas ocasiones con reduccionismos.

 

Pregunta.– ¿Cómo diría que se ha comportado España ante el terrorismo durante los últimos 50 años?

Respuesta.– En general, la sociedad española reprobó el terrorismo de ETA desde su inicio bajo el franquismo, pensó ingenuamente que la Transición conllevaría el fin del terrorismo en cualquiera de sus formas y vivió con estupor que ya en una democracia consolidada hubiese tanto un nacionalismo vasco que apoyaba a los terroristas como otro que se aprovechaba de ellos. Mientras, la red global del terrorismo yihadista había penetrado en España sin que los españoles fueran conscientes de ello. Tras el 11-M y el 17-A quedó claro que nuestra sociedad tiene un nivel bajo de resiliencia ante el terrorismo. Respecto a las instituciones, después de la desproporcionada y contraproducente respuesta al terrorismo de ETA dada por la dictadura, que se perpetuó durante la transición política a través de agencias de seguridad aún mal adaptadas a los requerimientos de un Estado democrático de derecho, evolucionaron progresivamente hasta que la respuesta judicial y policial alcanzó muy altos niveles de eficacia antiterrorista. No así respecto al terrorismo yihadista, pues sólo tras el 11-M se reformaron las estructuras de seguridad interior y se adecuó la legislación.

 

P.– En su último libro sobre el 11-M usted sostiene que éste se podría haber evitado. ¿Cómo?

R.– Quizá baste con que señale que más de tres años antes del 11-M, en las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y en la Audiencia Nacional se conocía a los principales terroristas del 11-M. A lo largo de 2002 se tuvo conocimiento de otra buena parte y para finales de 2003 eran conocidos casi todos. Pero se subestimó lo que hacían en Madrid. En nuestras agencias e instituciones antiterroristas debió prevalecer la coordinación y no la descoordinación. Pudo haberse interpretado adecuadamente la abundante información táctica que existía sobre los integrantes de la red terrorista del 11-M, pero el desenfoque estratégico que en esas agencias e instituciones existía sobre la amenaza del terrorismo yihadista para España lo impidió. Además, se soslayó que cuando los yihadistas planean atentar en un país occidental lo hacen tanto por sus intervenciones militares en el exterior como por sus actuaciones policiales en el interior. Algo especialmente reseñable pues con la Operación Dátil, en noviembre de 2001, la policía española había asestado a Al Qaeda el mayor golpe que esta organización yihadista recibió en Europa occidental tras el 11-S.

 

P.– ¿Qué ideas sobre el 11-M son, según su opinión, más graves?

R.– Si por graves entendemos las ideas que más han contribuido a provocar división política y polarización social, así como a ejercer una negativa influencia sobre el desempeño de la lucha contra el terrorismo yihadista, son a mi juicio dos. Por una parte, la idea de que, de un modo u otro, la organización terrorista ETA estuvo implicada en los atentados del 11-M. Esta idea es una falacia. Ninguna evidencia la sustenta. Sólo la ignorancia o el interés privado explica que todavía haya quien plantee o sugiera que ETA estuvo detrás del 11-M. Por otra parte, la idea de que tras el 11-M hubo una conspiración de funcionarios estatales desviados, apoyados incluso por servicios secretos extranjeros. La falacia de esta idea radica en que interpreta errónea o maliciosamente los fallos policiales, judiciales y de Inteligencia que no impidieron el 11-M.

 

P.– ¿Y respecto a los terroristas del futuro? ¿Cuáles son las claves para evitar que lleguen a causar daño?

R.– Diría que esas claves son básicamente tres, al menos en Europa occidental. Si bien no es realista pensar que la amenaza terrorista puede eliminarse por completo, ni que en España y otros países de nuestro entorno no van a volver a producirse grandes atentados, además de los que ocasionalmente ejecutan los llamados actores solitarios. Dicho eso, la primera clave consiste en incrementar y actualizar las capacidades de Inteligencia con que deben contar los servicios antiterroristas, a fin de que puedan evitar atentados, desbaratar tramas terroristas, detener a sus integrantes y cercenar sus vías de financiación. La segunda clave se refiere a la adecuación de las medidas de protección para poder neutralizar previsibles innovaciones terroristas, en especial tecnológicas, desde la ejecución de atentados o el sabotaje a infraestructuras críticas por medios cibernéticos hasta el uso de drones. La tercera clave estriba en desarrollar programas efectivos de prevención de la radicalización violenta conducente al terrorismo y de desradicalización, para dificultar que el fenómeno se reproduzca, así como iniciativas de resiliencia social frente ideologías que segregan y autosegregan comunidades además de justificar la violencia terrorista.

 

P.– ¿Se atrevería a hacer un análisis de cómo sería el terrorista yihadista a partir de 2021?

R.– Me atrevo, con cautela y desde un enfoque que combine lo psicológico con lo sociológico, al modo de la criminología. Aunque hay proporciones significativas de yihadistas cuyo perfil corresponde a inmigrantes de primera generación o a conversos, en Europa occidental en general, incluido el caso de España, la mayoría de quienes en la actualidad se implican en actividades de terrorismo yihadista son adolescentes y jóvenes musulmanes de segunda generación, sobre todo varones, que se abrieron cognitivamente al proceso de radicalización a partir de agravios derivados principalmente de sentimientos de frustración por experimentar una movilidad social descendente respecto a sus padres y de desarraigo al experimentar que su tensión de identidades no se resuelve ni en el ámbito tradicionalista de las familias inmigrantes ni en el extemporáneo de las mezquitas. Estas y otras circunstancias de índole personal hacen que no pocos adolescentes y jóvenes musulmanes, nacidos o crecidos en las sociedades europeas, sean particularmente susceptibles a la radicalización yihadista. Ahora bien, para que este proceso se desarrolle y concluya en implicación terrorista son determinantes dos factores: primero, que la persona vulnerable se vea expuesta a la acción de un agente de radicalización, más a menudo cara a cara que online; segundo, que las redes afectivas a las cuales pertenece esa persona vulnerable canalicen el reclutamiento yihadista.

 

P.– ¿Qué le parece el discurso de que el yihadismo interior en Occidente se combate haciendo mayores esfuerzos en integrar a la población musulmana?

R.– El problema con planteamientos de esa naturaleza, que además de simples pueden ser bienintencionados, es que a menudo, por mucha y muy efectivas que sean las políticas sociales, económicas, educativas, urbanísticas o sanitarias que se implementen en las sociedades occidentales a distintos niveles de Gobierno, para favorecer la integración de adolescentes y jóvenes que descienden de inmigrantes provenientes del norte de África o del sur de Asia, éstas chocan con la autosegregación o la automarginación a que no pocos de esos adolescentes y jóvenes se ven abocados dentro de congregaciones islamistas o propiamente salafistas, así como con el distanciamiento respecto de la sociedad circundante al que les ha llevado la influencia de doctrinarios y predicadores islamistas, en especial salafistas. Para que en las comunidades musulmanas tengan efecto las políticas capaces de favorecer la integración socioeconómica y el acomodo sociocultural de los adolescentes y jóvenes musulmanes de segunda generación es preciso que sus asociaciones, lugares de culto y centros culturales islámicos estén liderados por personas que consideren compatible su credo religioso y su condición de ciudadano en un país democrático. Para la inmensa mayoría de los salafistas, las sociedades europeas y la democracia son pecado.

 

P.– Tras los atentados de las Ramblas y Cambrils, algunos vecinos de Ripoll dijeron que «nos faltan ocho niños en el pueblo», en referencia a terroristas que fueron abatidos o detenidos. Y un político de Podemos, Miguel Urbán, con los atentados de París de 2015 afirmó que muchos terroristas «no ven otra salida que inmolarse». ¿Cómo valora este tipo de discursos?

R.– Hasta donde me consta, esos vecinos de Ripoll tienen ya razones para apreciar si los miembros de la célula yihadista dirigida por un imán local, que ambicionaban con ejecutar un atentado catastrófico en Barcelona, estaban realmente integrados en la población o si, antes de mostrarse dispuestos a asumir las actitudes y creencias yihadistas, meramente se habían adaptado a un contexto social que en el fondo consideraban hostil. Cuando un individuo se radicaliza y termina implicado en actividades terroristas hay una primera responsabilidad, intransferible: la del propio individuo. A partir de ahí, podemos hablar de si hay responsabilidades que atribuir a la falta de atención o pasividad de familia, a la presión del entorno de amigos y allegados, a la experiencia de la escuela, al influjo dentro o fuera de la mezquita local. Pero no estoy entre quienes atribuyen a la sociedad, así en abstracto, la responsabilidad de que un terrorista decida quitarse la vida para matar a quienes considera infieles y así recibir los incentivos selectivos que supuestamente le esperan en el paraíso por morir como mártir. La anomia social conduce al suicidio, pero las normas del martirio, adquiridas voluntariamente y a menudo en compañía de otros, conducen al terrorismo suicida.

 

P.– También después de aquellos atentados hubo polémica respecto a la falta de un frente común, como en las críticas al Rey por participar en la manifestación del 26 de agosto «No tinc por» [No tengo miedo].

R.– Si el 11-M dividió y polarizó a los españoles, el 17-A dividió y polarizó a los catalanes en concreto. Para explicar esta falta de resiliencia social y las atronadoras versiones conspirativas que se han elaborado dentro del sector independentista de la sociedad hay que recordar los mismos elementos cuya lógica se activó tras los atentados de Madrid: ignorancia o desconocimiento respecto a la actividad yihadista en Cataluña, un sistema de partidos polarizado y la manipulación política.

 

P.– Tras los recientes momentos de tensión con Marruecos, vuelven a surgir acusaciones hacia el vecino del sur de ser un nido de terroristas, tal y como se comentaba con posterioridad al 11-M.

R.– Marruecos ha sido foco de actividad terrorista desde los orígenes del actual yihadismo global. Antes del 11-S se constituyó el Grupo Islámico Combatiente Marroquí, organización asociada con Al Qaeda. Los atentados de 2003 en Casablanca pusieron de manifiesto que Marruecos se había convertido en blanco del terrorismo global. Es uno de los países del mundo árabe desde donde más combatientes terroristas extranjeros partieron para unirse a organizaciones yihadistas en Siria desde 2012. Por tanto, no sorprende que desde Marruecos se proyecte yihadismo hacia países europeos receptores de diáspora marroquí. En mi libro 11-M. La venganza de Al Qaeda explico, de cualquier modo, por qué resulta extraño que Marruecos no proporcionase o no pudiese proporcionar a las autoridades españolas información que hubiese contribuido a evitar la matanza en los trenes de Cercanías. Quepa recordar que todos menos cuatro de los individuos que formaron parte de la red terrorista del 11-M eran de nacionalidad marroquí. A lo largo de la última década, una amplia mayoría de los yihadistas detenidos o fallecidos en España como consecuencia de su implicación en actividades terroristas son marroquíes o de origen marroquí. Todos menos uno de los integrantes de la célula de Ripoll eran marroquíes, por ejemplo. Ésta es una realidad que pone de manifiesto la importancia de una buena colaboración antiterrorista entre España y Marruecos.

 

P.– Y para España y el conjunto de Europa, viendo lo que está sucediendo en Afganistán, ¿es mayor la amenaza de Al Qaeda o la de Estado Islámico?

R.– En España y en el conjunto de Europa Occidental van a persistir durante algunos años los corolarios del ciclo sin precedentes de movilización yihadista que Estado Islámico promovió a lo largo de la pasada década con sus actividades y propaganda desde Siria. Pero Al Qaeda, que durante ese mismo periodo de tiempo continuó rearticulando sus estructuras transnacionales y extendiendo sus escenarios de influencia, va a beneficiarse del acceso de los talibán al poder. A corto y medio plazo vamos a tener que hacer frente a una doble amenaza yihadista en un contexto de rivalidad por la hegemonía del yihadismo global. Una doble amenaza que va más allá de instigar las actuaciones por cuenta propia de actores solitarios o células independientes. En ese contexto de rivalidad, Al Qaeda y Estado Islámico van a competir por llevar a cabo en suelo europeo atentados letales de gran envergadura.

 

Opinión:

 

Es cuanto menos curiosa la interpretación que hace el señor Reinares sobre los atentados yihadistas de agosto de 2017 en Catalunya. Curiosa en el sentido de explicarnos que esos atentados polarizaron “a los catalanes en concreto”. Curiosa explicación viniendo de parte de alguien de quien no consta que haya visitado Catalunya desde entonces y que, evidentemente, no ha contactado con la UAVAT para conocer la opinión de más de 200 víctimas de esos atentados… personas que quizás podrían dar su opinión sobre esa polarización.

Curiosa también la postura (no sñe si ya pactada con anterioridad) entre periodista y especialista en terrorismo yihadista para no preguntar nada sobre aquellas famosas frases del entonces ministro de Exteriores García Margallo… aunque sí se ofrece la oportunidad al entrevistado de aportar su granito de arena a la cuestión política y partidista originada tras los atentados. Lo de las “atronadoras versiones conspirativas” suena a mensaje político de primer curso de Ciencias Políticas… pero ¿por qué no se le pregunta al señor Reinares sobre la NO creación de una Comisión de Investigación de lo sucedido? ¿No habría servido para anular las, según su excelsa opinión, “atronadoras versiones conspirativas”?

Hay tantas preguntas no realizadas que, sinceramente, me da la impresión que para decir según qué cosas, es mejor no decir nada.

 

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