lunes, 6 de septiembre de 2021

03 septiembre 2021 El Correo

 03 sept 2021 

 


Xavier Gurrutxaga

Cuando a mediados de julio el coordinador del Foro Social, Agus Hernán, preguntado sobre los ‘ongi etorri’, manifestó que a su juicio el debate acerca de que no se hagan en espacios públicos está ‘en vías de resolución’, muchos ciudadanos nos alegramos por este buen augurio, que el coordinador sustentaba en los siguientes datos: «En 2020 hubo 28 excarcelaciones y 7 ‘ongi etorri’. En 2021 –a la fecha de su declaración–  fueron 18 excarcelaciones y un ‘ongi etorri’. No solo lo dice el Foro, también Covite». Efectivamente, un mes más tarde, Covite daba a conocer su valoración sobre los cambios registrados: «Ya no hacen los ‘ongi etorri’ con la misma obscenidad y jactancia con que lo hacían hasta hace aproximadamente un año y medio. Ni los hacen en las mismas calles donde asesinaron o hirieron a sus víctimas. Ahora los hacen en privado. Es una buena noticia». Había razones para la satisfacción, pues todo apuntaba a que, por fin, la inteligencia y la flexibilidad se habían impuesto en los distintos mundos de la izquierda abertzale y especialmente en su dirección política. Como si hubiera entrado a funcionar un pacto tácito en virtud del cual la izquierda abertzale aceptaba que los ‘ongi etorri’ tenían que salir del espacio público y por parte de las víctimas, pese al dolor que les producían, se aceptaba como una buena noticia, porque «el culto al etarra orgulloso de serlo han pasado a hacerlo en privado».

Pero, una semana más tarde, los defensores de estos actos volvieron a ocupar la plaza pública para mostrar, en nombre del cariño al familiar y al amigo, el reconocimiento al preso de ETA. Así se dieron los actos de recibimiento público de Aitor Fresnedo y de Agustín Almaraz. Pero el dato más preocupante de esta involución se dio con la intervención directa de Sortu, apoyando los actos habidos, con un discurso duro e inflexible, donde se atribuyen a los que critican los ‘ongi etorri’ pretensiones como querer «alejar la convivencia» y «reforzar la agenda de los enemigos de la paz».

En la izquierda abertzale hay sectores que no entienden esta marcha atrás de Sortu, desplazando a Bildu e impidiendo que ésta pudiera gestionar los ‘ongi etorri’ en espacios privados. No entienden, con muchísima razón, cómo en materia de presos, siendo para ellos lo sustancial las progresiones de grado, las libertades condicionales y, en su caso, las excarcelaciones, Sortu se atrinchera con los recibimientos a presos que ya están en libertad, enfrentándose en términos muy duros a todas las formaciones con las cuales algún día tendría que dialogar y negociar acuerdos que favorezcan la situación de los presos encarcelados dentro de un pacto general de deslegitimación de la violencia. Me temo que, como en otras ocasiones, la cuestión accesoria de los recibimientos, manteniendo una posición dura, oculta una división interna de planteamientos respecto a la cuestión principal, que es la de los presos en las cárceles. No es la primera vez que la izquierda abertzale, por anteponer la disciplina y la unidad interna, no asume la responsabilidad de tomar decisiones que sabe que va a tener que adoptar. Pasó con la violencia de ETA, con los preacuerdos de Loiola. Y pasará…

 

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