lunes, 27 de septiembre de 2021

27 septiembre 2021 (5) La Vanguardia (opinión)

27 septiembre 2021 


 

Maixabel’, ETA y la reparación ingresan en la cárcel de Pamplona

Premio del cine vasco en el recién concluido festival de San Sebastián y número dos de taquilla este fin de semana -tras la todopoderosa Dune- en España, Maixabel, la película de Icíar Bollaín sobre el proceso de restauración personal y política que siguió Maixabel Lasa, viuda de Juan Mari Jauregui, asesinado por ETA en el 2000, tuvo ayer una sesión singular, extraordinaria en sentido estricto: fue proyectada en la prisión de Pamplona para el colectivo de presos, que participaron después en un coloquio con la directora y con la propia Maixabel Lasa (a la que en el filme da vida Blanca Portillo).

La primera reacción del grupo de internos, unánime, fue aplaudir el valor y la fortaleza de Lasa para aceptar reencontrarse con los asesinos de su marido. "Madre coraje", dijo uno de los reclusos al concluir la abrumadora proyección. No era un término preciso, porque la convención atribuye un perfil ético diáfano a una madre coraje: quien en pos de la justicia se enfrenta a poderes, obstáculos y administraciones sin desfallecer. El coraje del que habla Maixabel como relato ejemplar -es decir, como película-, reside en cambio en territorios muchos más esquivos, refractarios incluso a la mejor intencionada fábula moral.

Y ahí es donde abre un debate que trasciende el caso y atañe a la política penitenciaria e incluso a la política antiterrorista: la justicia restaurativa. Lo que Maixabel Lasa obtuvo de sus encuentros con los etarras Luis Carrasco (Urko Olazabal en la película) e Ibón Etxezarreta (Luis Tosar) no fue una explicación satisfactoria de por qué su marido fue elegido como objetivo -Jauregui, gobernador civil, siempre militó en la política del diálogo- ni tampoco la posición de autoridad moral de quien dispensa de la deuda. "Cuando Ibón me dió perdón, le dije que no iba a contestar a esa petición", explicaba a los presos tras el pase de la película, un acto organizado por el Gobierno navarro y en el que estaba presente el consejero de Políticas Migratorias y Justicia, Eduardo Santos, que fue por entonces uno de los impulsores de los encuentros de presos de ETA y víctimas en los que participó Maixabel Lasa.

Lo que aquellas reuniones -y las que siguieron, porque Lasa ha mantenido contacto con Carrasco y Etxezarreta a lo largo de los años- logró fue un refuerzo de su convencimiento en la ilegitimidad de la violencia y una certeza prometedora: la convivencia puede ser reconstruida aún después de sufrir o causar un dolor inmensurable. El arrepentimiento de los verdugos de Juan Mari Jauregui, el dolor inmanejable por la sangre derramada fue recibido como una confirmación tácita de una certidumbre sanadora: lo atroz lo es incluso para sus autores.

Lasa, quien dirigió durante tres legislaturas -dos con Juan José Ibarretxe y una con Patxi López en la lehendakaritza- la oficina vasca de atención a las víctimas, repite a menudo que el arrepentimiento de los etarras sirve porque es un argumento que deslegitima la violencia. Madrid es capaz de generar tal ruido que solo escucha su propia voz, y al caso que nos ocupa, en una época de polarización encolerizada, esto ha sido una gran ventaja porque los programas de reencuentro, justicia restaurativa y superación del conflicto puestos en marcha por los gobiernos vasco y navarro han venido desplegándose durante la última década con un éxito razonable para recoser las heridas abiertas por cuatro décadas de violencia terrorista.

Es difícil pensar que esta hoja de ruta de restitución de la convivencia pudiera haber avanzado un paso si las tertulias capitalinas radiotelevisadas hubieran fijado en ella su mirada, siempre escandalizada. Entre las preguntas de los presos, se repitió de distintas maneras la que expresa el sentimiento más obvio, más inmediato y más humano pero nos funcional: ¿nunca sintió odio ni deseos de venganza contra los asesinos de su marido? Lasa negó sin dudarlo y recordó el compromiso de su marido con el diálogo político. El papel de Maixabel Lasa ha sido políticamente controvertido: su decisión, desde el Gobierno vasco, de atender por igual a las víctimas de todas las violencias, fueran ETA, los GAL o las torturas policiales, la convirtió en objeto de las iras de algunas organizaciones de víctimas y partidos políticos. No obstante, nunca ha sido un personaje cómodo, porque su apuesta por la convivencia desarticula amortización del dolor ajeno, uno de los capitales políticos más rentables y más buscados por los partidos.

En los últimos años, varios partidos -singularmente PP y Vox- han mantenido una pugna enconada por captar víctimas de crímenes luctuosos y mediáticos para sus filas. Engalanar las listas con dolor es comprar empatia, comprar poder. En el Congreso se ha visto este año a un diputado reclamar mayor legitimidad porque en su familia había habido más víctimas que en la de otro parlamentario. El filósofo Pascal Brückner previene del valor antidemocrático del sufrimiento: "Convertir la compasión en el valor cardinal de la ciudad significa destruir la posibilidad de un mundo en el que los hombres podrían hablarse y reconocerse como personas libres". Maixabel Lasa eligió la libertad.» "Cuando uno de los asesinos me pidió perdón, le dije que no iba a contestar", explica Maixabel Lasa

El pase de la película en la cárcel es uno de los programas de justicia restaurativa del Gobierno navarro Bollaín y Lasa llevaron la película Maixabel a la prisión de Pamplona y luego debatieron con los presos

Ninguno de los diez presos de ETA quiso ver la película sobre el vía crucis de Maixabel Lasa, Luis Carrasco e Ibon Etxezarreta 

En la cárcel de Pamplona hay una decena de presos de ETA. Ninguno acudió a ver la película, de una intensidad dramática implacable, ni a discutir sobre ella. No es difícil entender el porqué, viendo el viaje de Luis Carrasco e Ibon Etxezarreta. El filósofo Pascal Brückner previene del valor antidemocrático del sufrimiento: “Convertir la compasión en el valor cardinal de la ciudad significa destruir la posibilidad de un mundo en el que los hombres podrían hablarse y reconocerse como personas libres (...) Tanto lo humanitario como la caridad buscan únicamente individuos afligidos, es decir, seres dependientes; por el contrario, la política exige interlocutores, es decir, seres autónomos”. Maixabel eligió la libertad. 

Opinión:

Mi postura sobre la decisión tomada por Maixabel y por la película ya es de sobras conocida. Por ello, no voy a reiterarla.

Pero sí quiero hacer mención de que hoy mismo he mantenido un diálogo por las redes sociales con algunas personas que mientras atacan a Maixabel bajo el argumento de que ellas “no hablarían nunca con quien matara a un familiar suyo” , al mismo tiempo no aceptaban que otras personas hayan sido capaces de hacerlo.

Excepto una de ellas, el resto no han dicho ser víctimas del terrorismo de ETA en ningún momento… qué fácil es opinar sobre lo que no se copnoce porque no se ha vivido directamente… me gustaría saber si esas mismas personas se manifestaron tras el atentado de Hipercor o prefirieron hacerlo desde el sofá de casa. Eso sí, con toda la solidaridad del mundo mundial.

Lo de explicarles que hay víctimas del terrorismo que ponemos por delante de nuestros intereses personales los intereses comunes ya es una tarea demasiado complicada. No lo entenderán porque sus ideologías están por encima del bienestar general.

 

 

 

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