viernes, 22 de octubre de 2021

20 octubre 2021 La Vanguardia

20 octubre 2021

 


Política y terrorismo: el binomio necesario

Jordi Martí Blanch

Por pedir que no quede. Exijamos que el sol salga de noche y de día nos visite la luna, que los peces correteen por las montañas y que en los mares naden las ovejas. Vayamos incluso más allá. Desafiemos abiertamente a la imaginación con el más imposible de los deseos: que no se haga política con el terrorismo. Y después, ¡riiiing! , despertemos.

El décimo aniversario de la derrota y rendición de ETA –esas son las palabras, no otras– ha secuestrado la agenda política por el gesto de Arnaldo Otegi de solemnizar lo más parecido a una petición de perdón a las víctimas y aceptar que la orgía de sangre que perpetraron los etarras fue un error. Unas horas después, el mismo Otegi, reconocía a puerta cerrada en una reunión con afiliados de su partido que hay que sacar a los 200 etarras que aún quedan en la cárcel y que, si para lograrlo, hay que votar los presupuestos de Pedro Sánchez –como ya hizo EH Bildu con los anteriores– se votan y santas pascuas. ¿No es eso una utilización política del terrorismo?

El PSOE corrió a aplaudir las primeras declaraciones. Moncloa, en cambio, a matizarlas y considerarlas insuficientes. Una de cal y otra de arena. De fondo, los presupuestos que hay que amarrar –también con la izquierda abertzale– y seguir avanzando con la carpeta de acercamiento de presos al País Vasco, beneficios penitenciarios y demás cuestiones referidas a los terroristas encarcelados que vienen intensificándose desde que Pedro Sánchez es presidente. ¿Política?

El PP sacando la artillería. Acusando a Pedro Sánchez de blanquear a terroristas a cambio de seguir sentado en el despacho presidencial. España traicionada. Vendida a los verdugos. Política. Podríamos seguir con los actores menores. No es necesario. Ya vemos cuán inocente resulta exigir que no se haga política con el terrorismo, aunque lleve vencido una década. Todos sin excepción –no solo la derecha– la hacen. Es más, deben hacerla. Lo contrario sería una irresponsabilidad y una dejadez de funciones.

Otra cosa es el juicio que merezca cada política. ¿Cuál es la que apuntala seguir avanzando en el saneamiento de la sociedad vasca y española? Esa, no el hacerla o no hacerla, es la cuestión.

¿Que Otegi pida perdón permite avanzar en la reconciliación? ¿Que EH Bildu, la segunda fuerza política del País Vasco, reniegue de la ignominiosa historia que escribieron algunos de sus líderes en el pasado es un paso en la dirección correcta? ¿Qué estén implicadas en la gobernabilidad del Estado personas que justificaban hace unos años asesinatos y secuestros es un cambio a mejor? ¿Que los abertzales intenten sacar ventaja política de su apoyo a unos presupuestos no forma parte acaso de la lógica democrática? ¿Que el Gobierno exija, de su parte, gestos contundentes de condena del pasado antes de seguir avanzando en la carpeta de los presos etarras no tiene su lógica? ¿Acaso no se hizo lo mismo con los indultos a los presos independentistas cuando se requirió a Oriol Junqueras que rechazara en público, explícitamente y sin ambages, la unilateralidad?

Nada, por desgracia, cambiará el pasado. En eso lleva razón Arnaldo Otegi, que por cierto, tampoco puede modificar el suyo. Ni hablar de olvidarlo o reescribirlo. Eso incluye seguir honrando la memoria de las víctimas y no convertir en santo a quien fue villano. Más allá, hágase política –como se viene haciendo– con el terrorismo ya vencido. Es el único modo de convertirlo definitivamente en pasado. Y además es lo que queríamos –formalmente todos– siempre que callasen primero las pistolas. Y eso sucedió hace diez años.

 

 

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