lunes, 4 de marzo de 2024

04 marzo 2024 (2) La Vanguardia (opinion)

 

04 marzo 2024


 

 

“A ETA se le ha condenado con veinte veces menos pruebas que en el 11-M”

Javier Gómez Bermúdez presidió entre febrero y julio del 2007 el macrojuicio por los atentados del 11-M. Se sentaron en el banquillo 29 personas, entre autores materiales, inductores y colaboradores, aunque con la ausencia de los siete terroristas que se inmolaron en un piso de Leganés tres semanas después de la masacre y la de quienes lograron huir; la mayor parte a Siria e Irak, donde morirían luchando con el Estado Islámico.

Gómez Bermúdez recibe a La Vanguardia en la sede de Ramon y Cajal Abogados, un prestigioso despacho de Madrid, que le fichó en el 2017, cuando se acogió a una excedencia voluntaria de la carrera judicial. No descarta volver algún día.

Cuando en las primeras horas esa autoría se atribuía a ETA, ¿qué pensó?

Cuando llegué a la Audiencia Nacional, casi todos coincidíamos en que había sido ETA. El 24 de diciembre anterior había puesto 50 kilos de dinamita en el expreso Irún-Madrid, pero el temporizador tenía las pilas gastadas. Entonces automáticamente asocias una cosa con otra. Pero a las tres horas todos empezamos a pensar que era islamista. Por muchas razones. Por ejemplo, un tedax hace un reconocimiento visual y literalmente dice: es goma 2. La razón es tontísima, y es que tiene un color crudo, mientras que el Titadine, que era la hipótesis alternativa [la que apuntaba a ETA], es rojo.

Aquella mañana, el líder abertzale Arnaldo Otegi lo atribuye al radicalismo islámico. ¿Le creyó?

Desde un punto de vista judicial, no. Pero usó su contacto con la banda para confirmar si había sido ETA o no antes de reaccionar. Otegi tenía información, como ya la teníamos a media mañana de ese día, de que era islamista.

¿Le parece que el juicio del 11-M fue el más importante de la historia de España?

Es difícil de decir. Quizá es el hecho más traumático desde la Guerra Civil. Pero hay juicios mucho más importantes en cuanto al avance del derecho penal.

¿Por qué hubo tantas teorías conspirativas?

Se juntaron muchos factores. Uno, no dar la más mínima información de lo que se estaba investigando. Una cosa es el secreto de sumario, que impide dar información, pero sí que hay formas de mantener un contacto con la ciudadanía a través de los medios. Segundo, que la sociedad estaba completamente dividida, con medios que apoyaban la versión del gobierno y otros, al contrario. Curiosamente, esos sectores se intercambian desde el punto de vista del trato al tribunal y en especial a mí. Antes del juicio, yo era un fascista peligroso, y después del juicio era un comunista peligroso. Yo siempre he sido de derechas y no lo he ocultado nunca pero no soy ultra de nada. Había interés político en deslegitimar el resultado de las elecciones y llegar a las siguientes y que hubiera otro resultado. Y fue francamente desagradable.

La teoría conspirativa que más ha persistido se ha orquestado alrededor de Jamal Zougam, condenado en base a un testimonio...

Eso no es verdad, esa es una prueba.

¿Los testigos que lo reconocen en los trenes son para usted incuestionables?

No soy yo. Somos ocho magistrados, cinco del Tribunal Supremo y tres de la Audiencia Nacional, para quienes el testimonio es pleno.

Pero la condena se basa no solo en el testimonio, sino en muchos más datos: en una tarjeta telefónica que usaba y que había sido activada en Morata de Tajuña [donde se montan las bombas], el hecho de que todos los teléfonos y las tarjetas se compran en su locutorio...

Es verdad que él no las vende físicamente, sino su medio hermano. Había muchos más datos. Y era un hombre que tenía relaciones con el fundamentalismo de mucho tiempo atrás. De hecho, se quedó de milagro fuera dos o tres veces de ser juzgado, en especial en la operación Dátil. No es un solo dato. Dicho esto, ocho magistrados y que ninguno dude de que hay prueba de cargo suficiente para una condena de esa envergadura pues hombre... en el mundo pueden ocurrir muchas cosas y todos somos humanos, pero desde un punto de vista técnico no había motivo alguno para dudar de su autoría. Incluso había cosas raras: en el juicio, su madre y su hermano de vínculo sencillo declaran que a las 9.30 estaba en la cama, pero no que esté a las 7 ni a las 8 [las bombas se colocan en cuatro trenes que salen de Alcalá de Henares a partir de las 7.01]. Pero es que lo sorprendente es que no lo dicen en la instrucción cuando estaba preso preventivo. No lo tomo como prueba, sino como un dato más. El gimnasio: qué curiosidad que va el día anterior al gimnasio y está roto el torno y entonces no queda registro de entrada. Pero ninguno de los que estaban en la recepción dice haberlo visto.

En genérico: ¿esos testigos en un momento de tanta confusión son fiables desde un punto de vista jurídico?

Basar una condena solo en un reconocimiento visual en un momento de un shock o trauma, digamos que tiene que ser un reconocimiento muy sólido. En este caso lo había. Pero es que había dos testigos protegidas, de nacionalidad rumana, que coinciden plenamente, y hay un tercer testigo protegido que no vino a juicio, pero cuyo testimonio se incorporó por vía de la lectura y además es válido, que era idéntico al de ellas. Y no se conocían de nada. Por poner un ejemplo, en el terrorismo de ETA se ha condenado con veinte veces menos pruebas. Fuimos muy meticulosos.

¿Qué interrogantes le quedan veinte años después?

En ningún delito, ninguno, se sabe el 100% de lo ocurrido. En este caso, yo creo que hemos tenido conocimiento de más del 90% o el 95%. Si algo perjudicó la investigación y favoreció esas teorías era el reaccionar continuamente a las conspiraciones. Al cuarto mes de los atentados sabíamos lo mismo que a los cuatro años. Es que llegamos a situaciones ridículas.

¿Cómo cree usted que se fanatizaron, quién fue ese líder?

Yo ahí no tengo duda. Ya habían visto lo que intentó ETA, no tenía que venir nadie a decirles cómo se podía atentar. Cualquiera de ellos, posiblemente El Tunecino con Allekema Larnari y otros, se les ocurrió hacerlo así. Si por autor intelectual me dice que es el individuo, hombre o mujer, que ha ideado la forma de cometer el delito, yo le digo que el autor intelectual estaba con casi toda seguridad entre los muertos. Y el motivo es el odio, la intolerancia.

El Tunecino es de una familia de clase media-alta, que viene aquí con una beca del Estado a estudiar...

Este hombre tenía un odio profundo a todo lo occidental. Y como él, todos los del grupo, cada uno por sus motivos. El móvil religioso es una mera justificación.

¿Qué diferencias observa usted entre los modus operandi actuales y los que le tocó juzgar?

En aquella época estábamos todos con los brazos bajados porque estábamos pensando en ETA. En nuestra cabeza no entraba un atentado así. Cuando ya se arman los estados de mecanismos legales, policiales y de inteligencia, que hacen muy dificultoso cometer un gran atentado, surge la doctrina del llamado lobo solitario, que ni es lobo ni es solitario, pero bueno. Es un terrorismo individual de muy fácil ejecución.

Aunque dejó la judicatura, ¿cómo perseguir ese fenómeno que necesita tan pocas herramientas? ¿Cómo se combate lo que a veces es solo la intención de hacer algo?

Esta es una pregunta muy interesante desde el punto de vista de los juristas. ¿Por qué? Porque en todo el mundo la reacción es exorbitante. Con leyes extremas, que casi son leyes de dictaduras. Desde la Patriot Act en Estados Unidos, o en Gran Bretaña... España reaccionó con mucha calma. Desgraciadamente teníamos a ETA y teníamos una base mucho más sólida. El auto adoctrinamiento es un tipo penal muy peligroso, pero en España hay un tribunal especializado en terrorismo, la Audiencia Nacional, que corrige las derivas que podría tener una interpretación laxa de esos tipos delictivos tan... tan extensos, en el sentido que cubren tantas posibilidades, tantos hechos. Hay que ser muy prudente en su interpretación.

¿Por qué dejó la judicatura?

Por muchas cosas. Llegó un momento en que por diversas causas yo pensé que estaba amortizado, que jamás iba a tener progresión en la carrera, no iba a llegar al Supremo. Pedí una salida. Con la comprensión inestimable del presidente Rajoy y de Rafael Herrando, amigo mío, y de otros miembros del que entonces era el partido en el gobierno, me mandaron a París corno juez de enlace. Estando en Francia, un íntimo amigo, también magistrado excedente, me propuso pasar a la abogacía. No quería volver a la carrera judicial y decidí cambiar de aires una temporada. Va para seis años.

¿Volverá?

No lo sé. A mí, apetecerme me apetece. Pero es francamente complicado. Ya veremos…

Opinión:

Solo decir que el señor Gómez Bermúdez tuvo un detalle que jamás había visto hasta entonces con las víctimas. Recuerdo que el día de la lectura de la sentencia había casi 300 víctimas, miembros de la Asociación 11-M Afectados por Terrorismo, en la planta sótano de la Sala de la Audiencia Nacional en la Casa de Campo. Y muchas de ellas me decían que tenían algunas preguntas que no sabían si tendrían respuesta.

 

En un momento de la conversación, pensé en la posibilidad de que el propio Juez Gómez Bermúdez les pudiera dar respuesta y me acerqué hasta donde el se encontraba en la planta superior. Le consulté la posibilidad y me dijo, textualmente: “dame un tiempo que atienda a los medios y al terminar, bajaré”. Y lo hizo. Y así pudo aclarar muchas de las dudas que muchas víctimas tenían. Fue un momento inolvidable que acercó la justicia a las víctimas

 

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