lunes, 11 de marzo de 2024

08 marzo 2024 (7) El Periódico de España

08 marzo 2024 


 

Los tres últimos presos del 11-M siguen bajo vigilancia extrema y no saldrán hasta 2044

Los otros condenados en el sumario 20/04, que llevó un total de 29 nombres de procesados en su sentencia, han ido saliendo de la cárcel en estos cuatro lustros transcurridos

Solo tres de los condenados por la matanza del 11-M permanecen en prisión 20 años después: José Emilio Trashorras, condenado a 34.715 años y seis meses, en el centro penitenciario de Villabona; Jamal Zougam, condenado a 42.922 años, en la cárcel de Teixeiro; y Otman El Gnaoui, condenado a 42.922 años, en el penal de Mansilla de las Mulas, en León.

Ninguno de los tres tiene en horizonte su salida de la cárcel antes de 2044, penados como colaboradores necesarios o intelectuales de la masacre. Y no está en su misma situación ninguno de los autores materiales -Serhane Bdelmaj 'el tunecino', Jamal Ahmidan ‘el Chino’, Alekema Lamari y otros cuatro-, pues todos esos murieron el 3 de abril de 2004 haciendo explotar el piso de Leganés en el que se escondían cuando se vieron acorralados por los GEO de la Policía Nacional.

El resto de los condenados en el sumario 20/04, que llevó un total de 29 nombres de procesados en su sentencia, han ido saliendo de la cárcel en estos cuatro lustros transcurridos. La mayoría, tras condenas que oscilaron entre los 9 y los 15 años por delitos de colaboración e integración en banda terrorista.

De los tres cautivos, uno ha aprovechado este XX aniversario de la masacre para recuperar su fúnebre notoriedad. Trashorras, el hombre que pasó los explosivos a los terroristas, ahora no provoca la muerte de otros, promueve la suya propia: el pasado día 1 pidió la eutanasia legal ante la perspectiva de una cárcel inacabable y una reinserción imposible.

Su reclamación ha llamado la atención de la prensa, ha hecho ruido… aunque los funcionarios que lo tratan no han recibido solicitud oficial alguna del interno, ni se tramita eutanasia alguna en Instituciones Penitenciarias.

Alborotos entre rejas

Trashorras, el más conocido de los presos del 11-M, aquel de cuya indigencia intelectual y moral pudieron aprovecharse los matarifes, ha protagonizado alborotos, de esos que llaman “incidentes regimentales” en prisión, que le han hecho retornar ya en una ocasión del segundo grado penitenciario al primero, el régimen más duro. Ahora vuelve a estar en segundo grado en el penal del término asturiano de Villabona, donde se tiene en cuenta su trastorno diagnosticado, pero sin medidas especiales, indican fuentes penitenciarias.

Antes de recalar en Asturias, hace unos meses Trashorras pasó por el centro penitenciario de Teixeiro, en A Coruña. En aquella cárcel gallega, el minero estuvo acogido al programa PAIEM. Sus siglas corresponden a la denominación interna Programa de Atención Integral al Enfermo Mental, uno de los más saturados -y por eso mismo inoperativos- de la administración penitenciaria española.

El alboroto entre rejas, no obstante, no es comportamiento habitual sino puntual de los tres presos del 11M. No suele serlo de los condenados por terrorismo yihadista. Tampoco tienen demasiadas ocasiones de alterar la paz intramuros: la mayoría del tiempo transcurrido han estado -y aún están dos de ellos, en primer grado penitenciario.

El ayuno de Otman

Otman el Gnaoui, quien trasladó la dinamita desde Asturias hasta Chinchón (Madrid), está ahora en el módulo 10 de la cárcel provincial de León, a punto de cumplir, como suele, con el Ramadán. Cumple en el primer grado, pero está acogido a un régimen de vida ordinario en virtud de la atenuación que otorga el artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario, recomendado por la junta de tratamiento de su prisión.

En el módulo de El Gnaoui estuvo retenida la directora del centro penitenciario en un inquietante incidente en mayo pasado, pero fuentes penitenciarias señalan que el yihadista del 11-M no participó “activamente”.

En general, El Gnaoui cumple pena con buen comportamiento, lo cual no reduce la vigilancia extrema a la que está sometido, como los otros dos condenados del 11-M. Estuvo a cargo del taller del módulo durante varios meses y ha sido también 'cabo de limpieza', un jefe entre presos, y mantiene autoridad sobre una treintena de musulmanes que conviven con él en la misma área.

Jamal el solitario

Jamal Zougam, suminitrador de las tarjetas para los móviles que hicieron estallar la dinamita en los trenes, cumple condena actualmente en el módulo 13 de la cárcel coruñesa de Teixeiro, donde le precedió Trashorras. En ese módulo está en primer grado, pero con ciertas medidas que suavizan su cautiverio. Su comportamiento es bueno, “y hace años que no tiene sanciones disciplinarias”, indican fuentes penitenciarias.

Zougam, a quien la justicia condenó por 193 asesinatos consumados y 1.841 en grado de tentativa, lleva una vida solitaria. No participa en ninguna actividad de la cárcel, ni se relaciona con prácticamente ningún otro preso, acaso con algunos otros musulmanes, y también con etarras que pasaron por allí antes del traslado definitivo a cárceles vascas. Pero actualmente en el módulo 13 no hay etarras ni tampoco condenados de su misma religión, por lo que quien fuera el primer terrorista detenido del 11-M suele estar solo.

Siempre que alguien se presta a escucharlo, suelta que es inocente, que se le condenó injustamente, que no participó en la matanza.

Máxima seguridad

Toda información relacionada con estos presos es un tabú en Instituciones Penitenciarias, donde se argumenta el derecho a la intimidad de todos los internos para no desvelar datos acerca de su vida entre rejas.

El Periódico de Catalunya, del mismo grupo editorial que este periódico, ha podido confirmar sus localizaciones actuales, y también que durante estos 20 años no han pasado demasiado tiempo en una misma prisión.

El primer grado penitenciario, el régimen en el que llevan la mayor parte de su cumplimiento, implica vigilancias muy estrechas, la máxima seguridad reservada para los presos más peligrosos. Estos tres condenados del 11M rotan cada cierto número de meses de una prisión a otra. Traslados tan frecuentes se llevan a cabo para evitar que, al arraigar en un centro, formen con los que están en el mismo módulo de especial confinamiento alianzas o, por el contrario, banderías irreconciliables.

Tanto traslado tiene ventajas como las señaladas, pero también el inconveniente de que, a base de cruzarse, los presos del primer grado, estos integrantes del club FIES (Fichero de Internos de Especial Seguimiento, apartados 3 y 5, los de los terroristas y presos especiales) acaben por conocerse todos entre sí.

Y eso que el primer grado no es precisamente un régimen apto para las relaciones sociales. Desde él no se puede acceder a permisos ni tampoco trabar grandes amistades.

Los tres más castigados del 11-M no han coincidido en el mismo módulo de una misma prisión. En el primer grado, tienen derecho a cuatro horas diarias de patio, repartidas en tramos de dos horas durante las cuales tampoco suelen verse siempre con los mismos presos. Los patios de esta categoría suelen ser lugares reducidos a los que salen como mucho cuatro internos a la vez.

Además del esparcimiento, los presos clasificados en el régimen más riguroso pueden dedicar seis horas al día a alguna actividad… si quieren. Y no siempre quieren. No es el caso de Zougam, ni tampoco de Trashorras, autoalejados de cualquier vía de reinserción.

 

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