martes, 27 de julio de 2021

26 julio 2021 (24.07.21) Diario de Navarra (opinión)

26 julio 2021 (24.07.21) 

 


Víctimas

José María Romera

Ya nadie discute que recordar a las víctimas del terrorismo es un deber moral de primer orden. Algo hemos avanzado: hasta hace poco tiempo, los asesinados sufrían la doble muerte del crimen y del olvido. Junto con la lápida mortuoria caía sobre sus restos otra losa de silenciosa indiferencia que no siempre era debida a la natural tendencia humana a gestionar los traumas borrando las huellas de aquello que los ha provocado. En el proceso de desmemoria intervenía también una obscena tendencia colectiva a la culpabilización del aniquilado. “Algo habrá hecho”, farfullaba la cobardía tribal en una innoble mezcla de justificación y desprecio. Y es cierto que algo hacía la víctima: su delito postrero era incomodar, interpelar, sacar a la luz las flaquezas de una colectividad incapaz de plantar cara a la barbarie. Por suerte, y contra la opinión de los pesimistas, van en aumento las muestras de reconocimiento, aún insuficiente, en forma de homenajes, publicaciones, actos conmemorativos, declaraciones oficiales, placas de recuerdo y memoriales donde a las víctimas se les rinde el tributo público que antes no tuvieron. Bienvenidos sean, aunque los principales beneficiados no sean ellas sino nuestras retardadas conciencias. Frente al alambicado contorsionismo de los relatos exculpatorios de Eta, la ventaja del relato de las víctimas es que no requiere otro esfuerzo narrativo que el registro de los hechos tal y como sucedieron. Pero el narrador se enfrenta a un dilema: sabe que cuanto más visible haga a la víctima, más la convertirá a nuestros ojos en la foto fija de un cadáver. Quedar reducido a blanco de unos disparos u objetivo de una bomba también deshumaniza. Días atrás Consuelo Ordóñez celebraba lo que habría sido el cumpleaños de su hermano Gregorio dirigiéndole estas palabras: “Mientras otros te recuerdan solo por cómo te mataron, yo siempre te recordaré por cómo viviste”. Es otra deuda que deberían pagar los asesinos: la de haber condenado a sus víctimas a perdurar como símbolos sin alma, nombres fosilizados en la piedra, vidas rotas a las que no solo arrebataron el futuro sino que despojaron de pasado. Y a quienes dejaron a merced del olvido de muchos y de la codicia política de unos cuantos.

Opinión:

Un excelente resumen el que plantea el señor José María Romera. Y en la frase “por suerte, y contra la opinión de los pesimistas, van en aumento las muestras de…” me gustaría añadir algo a ese argumento: ¿es casualidad que se presenten tantas “muestras de” una vez que la banda terrorista ETA cesó sus actividades terroristas? A tantos que AHORA aparecen en las fotos y en tantos y tantos actos me gustaría preguntarles dónde estaban antes de octubre de 2011.

Algunas víctimas, muy pocas por cierto en comparación a las que AHORA aparecen, ya lo hacíamos en aquellos años tan “plomizos” como las décadas de los 80, los 90 y la primera del nuevo siglo. Y unas, muchas menos, ahí seguimos hasta hoy.

Para ellas, por tantas vivencias sufridas y padecidas, mi reconocimiento y mi agradecimiento. Y a la inmensa mayoría de las que AHORA aparecen, decirles que no se dediquen a dar lecciones de nada y mucho menos a hablar de situaciones que jamás vivieron. Y cuando digo jamás, digo jamás.

Incluyendo a los impostores de turno…

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