24
mayo 2024
«Bildu
debería decir que no hay dogma que justifique muertes»
La
escritora barcelonesa compone un fresco sobre el Euskadi de los años 80, que
gravita alrededor
de la figura de la etarra Idoia López Riaño, la Tigresa.
‘Las
fieras’ (Seix Barral), la nueva novela de Clara Usón gira en torno a la
sanguinaria etarra Idoia López Riaño, la 'Tigresa', y para ello la autora le
toma la temperatura al clima moral de la España de los 80, cuando el Estado
creó los GAL para desarbolar a ETA. En ese marco, dos mujeres entrelazan sus
destinos: Riaño, la bella criminal, y Miren, la hija del txakurra (‘perro’), el
nombre que los terroristas daban a las fuerzas de seguridad. Los 80 no solo fueron los tiempos gamberros
de la Movida madrileña y la nostálgica EGB. En Euskadi se desarrollaba una
guerra sucia entre el terrorismo nacionalista y el terrorismo de Estado
mientras los jóvenes sucumbían a la seducción de la heroína y sus padres se
quedaban sin trabajo a golpe de la reconversión industrial. Aquel fue el
hábitat de la Tigresa, legendaria etarra, que cumplió condena, se arrepintió
formalmente pero no del todo y de quien, de momento, a sus 60 años, se
desconoce su paradero. Según Usón: "no le interesa regresar a las noticias".
Este
libro podría formar una trilogía con ‘El asesino tímido’ y con ‘La hija del
Este’.
Sí,
los tres son historias que hibridan realidad y la ficción, con hechos y
personajes reales relacionados con momentos históricos significativos.
¿La
idea era poner el foco en las mujeres que vivieron estos hechos y fueron
ninguneadas por el relato oficial?
No
es algo que haga intencionadamente, pero sí. Cuando empiezo a escribir un libro
no me planteo hacerlo sobre la guerra de Bosnia, la Transición o los años de
plomo en el País Vasco. Todo lo contrario. Son más bien los personajes
vinculados a esos momentos en los que me he querido profundizar. En esos libros
hay tres mujeres, las dos primeras son víctimas, Ana Madlic y Sandra
Mozarowsky, y en esta ocasión he puesto el foco en una victimaria, la etarra
Idoia López Riaño.
¿Cómo
llegó a ella? ¿Por qué le interesó?
Leí
un artículo en la prensa. Yo apenas me acordaba de ella. Pero lo comenté entre
amigos de mi edad y cuando mencionaba que era la Tigresa, ellos se acordaban
perfectamente, porque era una mujer muy guapa y a la vez muy letal. Un cóctel
explosivo para construir un mito.
Su
sanguinario balance fue 23 muertos a los 23 años.
Eso
es lo más real de su retrato, aunque ella solo llegó a reconocer dos
asesinatos. El mito se construye a partir de muchas historias, que realmente no
sé si son verdad o mentira: como que cuando estaba en el comando Madrid, no
contenta con ir poniendo bombas y sembrando la ciudad de asesinatos, se
escapaba a las discotecas, o que se puso a mirar una tienda de moda justo en el
momento en el que tenía que estar de vigilancia. Se la tildaba de comehombres y
de indisciplinada, lo que, por otra parte, abona los tintes machistas con los
que se la dibujó en los medios de comunicación. Para empezar, la llamaban La
Tigresa, cuando su nombre de guerra era Margarita.
Hay
una vinculación de esta novela con ‘La hija del Este’ y es la idea de cómo nos
moldea la sociedad en la que hemos nacido y crecido.
En
este caso, tiene que ver con la adhesión inquebrantable a un dogma nacionalista
que no solo te permite quebrantar el imperativo moral, religioso y legal del no
matarás, sino que además te exige que si de verdad eres un patriota también
tienes que estar dispuesto a matar por ello. Toda una aberración. Si he vuelto
a escribir sobre ello es porque sigo sin entenderlo.
¿También
es para usted una forma de entender los años 80, los de su juventud?
Yo
no soy vasca, pero tengo una ventaja frente a un joven escritor vasco y es que
conozco perfectamente cómo se vivía entonces. Además, ETA fue muy ‘generosa’
con nosotros los catalanes y nos ‘regaló’ unos cuantos atentados que culminaron
en el de Hipercor. En aquellos años siempre te acercabas a una comisaría o un
cuartel de la guardia civil con miedo.
¿Ha
sido difícil hacer un retrato de Idoia López Riaño más allá del estereotipo?
Cuando acabas la novela, ella sigue siendo un misterio.
Sí,
pero eso es lo que me gusta. Cuanto más me documento más preguntas me hago y
más difícil me resulta llegar a certidumbres. De ella siempre se ha hablado mal
y su retrato siempre lo han hecho los hombres. Lo que hizo no tiene disculpa.
Pero no puedo ocultar que los terroristas entendían aquellos asesinatos como
actos heroicos. Las palabras importan y ella no hablaba de asesinatos. Idoia se
consideraba una idealista que mató por amor a la patria vasca. Solía decir que
no tenía nada personal con sus víctimas. Estas eran, precisaba, únicamente un
símbolo, la encarnación del enemigo. Nada de esto atenúa lo terrible de sus
actos, pero quería hacer un retrato más complejo de ella, más allá del cliché
de la mujer fatal.
La
única manera de entrar en la cabeza de Riaño fue la entrevista, la única que ha
concedido, que le hizo Isabel Pisano, protagonista de ‘Bilbao’ de Bigas Luna,
viuda de Waldo de los Ríos y amante de Yaser Arafat.
Era
una entrevista desastrosa que abre un libro sobre 13 terroristas
internacionales. Lo que más me interesó de ese texto es cómo Isabel Pisano va a
verla, se supone que con la intención de saber por qué ha matado, pero cuando
está con ella, vestida a su vez de punta en blanco y con tacones vertiginosos,
lo que le pregunta es: ¿Cómo se puede vivir sin amor en la cárcel?
Dice
que esto no es ya la banalidad del mal de Hannah Arendt, sino la frivolidad del
mal.
Eso
es. Lo que se pregunta Isabel Pisano es ¿cómo es posible que una mujer tan
guapa esté en prisión?
Junto
al dibujo que la novela establece respecto del entorno de ETA, también se
sitúan las acciones de los GAL. ¿Son equiparables?
GAL
nació como una reacción a ETA y ETA mató a muchísima más gente. El problema es
que el Gobierno decidiera quebrantar el estado de derecho utilizando la fórmula
del terrorismo como una forma de protección y con ello acabara legitimando lo
que combatía. Además, en el caso del asesinato de Lasa y Zabala hubo un nivel
crueldad difícilmente imaginable. En democracia no existe justificación para
que pueda ocurrir esto, por eso es necesario hablar de ello. Porque la memoria
histórica debe ser memoria para todos. A mí me gustaría que Bildu dijera
oficialmente que no hay dogma que justifique las muertes de ETA pero también
que el actual gobierno socialista, que nada tiene que ver con el gobierno de
Felipe González, tenga el valor de proclamar que el terrorismo de Estado es
inaceptable. Una pintada en Irlanda del Norte rezaba: “Cuando los que hacen la
ley infringen la ley en nombre de la ley no hay ley”.
Sostiene
que el kilómetro cero de la actual corrupción que vive la política española
podría situarse en aquel momento.
Una
democracia que todavía estaba virgen se torció ahí. Y de aquellos polvos
vinieron estos lodos.
La
novela tiene un punto didáctico. ¿Es porque hoy los jóvenes vascos no tienen
tan presente lo que pasó?
Eso
dicen. Entiendo el deseo de hacer borrón y cuenta nueva en la sociedad vasca y
que los jóvenes no quieran saber nada. Como cuando yo era joven y no quería
saber nada del franquismo. No me gusta ser didáctica pero sí la idea de
recordar y hacer saber de dónde venimos, para no volver ahí. Aunque moleste hay
que recordar qué fue ETA y qué fueron los GAL. Ahora mismo el nacionalismo
desatado sigue creando un enemigo al que deshumaniza.