25 junio 2013 (23.06.13)
La lucha antiterrorista en Cataluña
Cuando la toga se impone al terror
En toga de abogado es mucho mas que la biografía profesional del letrado José María Fuster-Fabra, que ha escrito con la periodista Xiana Siccardi. Es un repaso a los casos de violencia terrorista más importantes que sacudieron Cataluña y España, desde el punto de vista de uno de sus protagonistas, con una especial atención hacia los que mas sufrieron: las víctimas.
Con su habitual capacidad de síntesis José María Fuster-Fabra lo resume fácilmente: “Cataluña siempre fue especialmente activa, era la tercera comunidad en número de víctimas del terrorismo, las primeras eran País Vasco y Madrid, pero en Cataluña, la proporción de víctimas se invertía. Aquí el número de víctimas uniformadas era inferior a las no uniformadas, por eso tuvimos que espabilar ya que estábamos desamparados”. De esta forma cuenta cómo la primitiva Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) tuvo un especial cuidado con Cataluña, que tenía un abogado propio y buscaba que se reconociese a las víctimas civiles del terrorismo como las uniformadas que “estaban más arropadas” por los cuerpos policiales y imitares.
Fuster-Fabra cuenta cómo vivió esos casos sentado en el estrado representando como abogado a alguno de sus protagonistas, como numerosos policías y guardias civiles relacionados con la lucha contra ETA, la banda terrorista más activa en España. Pero también relata el sufrimiento de las víctimas y su enfrentamiento con algunos terroristas condenados durante juicios cargados de tensión. Lo hace en el libro “En toga de abogado” que ha escrito en colaboración con la periodista Xiana Siccardi.
Entre las historias que cuenta está eñ asesinato de Santos Santamaría, el único agente de los Mossos d’Esquadra que murió por la explosión de un coche-bomba en Roses en 2001. “No tenía que estar ahí, llegó a su turno antes y fue voluntariamente a ayudar con el cordón policial”, explica Fuster-Fabra.
La onda expansiva acabó con su vida, causó lesiones a un policía local y a una turista, y provocó una importante reacción noi sólo en la sociedad catalana sino en la policía autonómica, que por primera vez perdía a uno de los suyos en un atentado. “Lo que más me impactó fue que en el juicio estaban presentes los mandos policiales de los Mossos d’Esquadra uniformados”, comenta el abogado.
El primer juicio por este crimen tuvo lugar en 2005 en la Audiencia Nacional y sentó en el banquillo a los autores materiales del atentado, Eider Pérez y Aitor Olaizola. “Fuster-Fabra también recuerda con emoción el duro juicio por el asesinato del mosso Santos Santamaría en Roses, un juicio en el que, por primera vez, la policía catalana sufría en su piel el golpe del terrorismo”, explica la periodista Xiana Siccardi.
La Audiencia Nacional los condenó a 75 años de prisión a cada uno por los delitos de atentado terrorista con resultado de muerte, dos con resultado de lesiones y otro de estragos terroristas.
El libro remarca los incidentes que pasaron durante las sesiones de juicio. En uno de ellos, familiares de los procesados hicieron un intento de mofarse del padre del agente fallecido, que también se llama Santos Santamaría y fue presidente de la Asociación Catalana de Víctimas de Organizaciones Terroristas.
Uno de los destacados miembros de esta entidad, Roberto Manrique, tuvo una “reacción visceral de ir a por ellos”, recuerda Fuster-Fabra, por lo que tuvieron que retenerle ante la situación tensa que había en el pasillo de los juzgados.
Cuatro años más tarde se juzgó a la jefa de los comandos de ETA Ainoa Múgica ya que se consideraba que fue quien ordenó en 2001 a los etarras condenados Eider Pérez y Aitor Olaizola la colocación de un coche bomba en las inmediaciones del Hotel Monte Carlo de Roses.
El abogado destaca la “característica actitud fría” de la procesada que fue condenada a mas de 67 años de prisión por los mismos delitos que los autores materiales de la colocación del artefacto. Fuster-Fabra explica que tras el juicio adquirió el compromiso “de por vida” de que los etarras condenados sean “los últimos en salir de prisión” realizando un seguimiento de sus condenas.
Otro de los casos más llamativos del libro es el de Manuel Bultó, que encontró el cuerpo destrozado de su padre, José María Bultó, después de que le explotase una bomba que le habían colocado en el pecho miembros del Exèrcit Popular Català en 1977. La Audiencia Nacional condenó a Jaume Martínez Vendrell, fundador de la organización, por inducir el atentado, aunque no llegó a cumplir la pena porque se fue a Andorra, según explica el libro.
En el año 2002, el Ayuntamiento de Santa Coloma de Cervelló decidió dedicar un pasaje a Martínez Vendrell ya que había nacido en la localidad, destacando su lucha antifranquista. Fuster-Fabra se hizo cargo de la reclamación a la Audiencia Nacional en nombre de Manuel Bultó para que retirasen el nombre del pasaje.
“Es un caso paradigmático en la lucha contra el terrorismo” dice el letrado, que cuenta cómo se inició con él un proceso para conseguir una ley orgánica que impida poner nombres a terroristas en cualquier punto de España. De esta forma la Ley de Reconocimiento y Protección a las Víctimas del Terrorismo de 2011 impide dedicar calles a activistas de organizaciones terroristas.
“En el País Vasco había una normativa que lo impedía pero no en el resto de España” afirma Fuster-Fabra, que utilizó esta nueva legislación para reclamar a la delegación del Gobierno en Cataluña que interpusiera un contencioso contra el Ayuntamiento de Santa Coloma de Cervelló para retirar la placa.
“La delegada María de los Llanos de Luna tuvo una actitud magistral con este tema”, dijo Fuster-Fabra, que insiste en cómo la tenacidad de una víctima del terrorismo, Manuel Bultó, consiguió blindar las calles españolas de la presencia de nombres de terroristas.
“La clave de este libro es que todos estos casos se reviven de una perspectiva diferente y mucho más personal, desde la mirada del abogado que participó en ellos, que hoy nos explica muchas de las reacciones íntimas de sus protagonistas”, afirma Xiana Siccardi. Además, detalla que “dentro de este recorrido profesional que realiza Fuster-Fabra, uno puede conocer la Historia más reciente de nuestro país en relación al terrorismo. Desde los años más duros, los años de plomo, hasta el proceso de paz que estamos viendo hoy día, pasando por la irrupción del terrorismo islamista”.
La experiencia del abogado en la lucha antiterrorista se expande a otros casos que han sacudido la opinión pública catalana como los atentados de ETA en Vic y Sabadell. También ha defendido a los infiltrados en ETA Mikel Lejarza, El Lobo, o Lorenzo Bárez. Además, fue protagonista de los juicios por las masacres más recientes en España, ya que participó en la vista por el 11-M.
Opinión:
Es innegable mi agradecimiento a José María Fuster-Fabra y a Xiana Siccardi (la fundadora del xiccardismo) por haber reconocido públicamente la labor que inicié en 1989 y a la que se añadió, de forma absolutamente altruista, José María Fuster-Fabra a partir de diciembre de 1990 tras el atentado en Sabadell.
No me extenderé más en ello, porque el protagonista de este libro es Fusty. El protagonista es Fusty y su excelente trabajo en pro de muchas víctimas del terrorismo. Por eso me duele en lo más hondo que ahora todo ese trabajo quede en un segundo plano tras la aparición de ciertos salvapatrias que han aparecido como setas en mitad de un bosque y que están transformando al colectivo de “las” víctimas del terrorismo en una moneda de cambio político por no tener coherencia ni dignidad en las decisiones que toman, supuestamente, en nombre de “las” víctimas del terrorismo.
El tiempo pone a cada uno en su sitio y a algunos ya se les ha visto el plumero... y los que vendrán.