02 junio 2013 (29.04.13)
El valor de los muertos
Los atentados de Boston han devuelto el terrorismo al primer plano de la actualidad en el mundo occidental. De hecho, no lo ha abandonado realmente en ningún momento desde el 2001, incluso desde los años noventa. Desde entonces, los distintos documentos de seguridad nacional, libros blancos sobre la defensa, publicados en estos países, sitúan habitualmente al terrorismo como la fuente absoluta, como la principal amenaza para las sociedades occidentales.
Si bien esta cuestión no se afirma siempre abiertamente en los documentos oficiales, lo cierto es que se halla en juego el terrorismo de origen islamista. Los atentados de Nueva York en el año 2001, de Madrid en el 2004 y de Londres en el 2005 han afligido de forma duradera a todas las conciencias.
El terrorismo presenta el rasgo distintivo de que, contrariamente a la guerra clásica, alcanza a los civiles mientras se ocupan en las tareas de la vida cotidiana. Ataca por sorpresa y puede, por tanto, representar un peligro invisible y permanente a un tiempo. No puede haber seguridad absoluta frente al terrorismo. El riesgo cero no existe; por definición, alcanza a la gente inocente. Añadamos que, debido al horror que suscita, perjudica las causas que pretende promover.
Dicho esto, cabe plantear algunas preguntas y proponer algunas reflexiones. La primera es que el mundo occidental es mucho más sensible al terrorismo que le alcanza que a los atentados que tienen lugar fuera de su perímetro y ello incluso cuando son más mortíferos. Eso forma parte del juego tradicional. Siempre se experimenta más empatía por los más allegados que por gente lejana.
El mismo día en que los atentados de Boston provocaban tres muertos, otros atentados en Iraq provocaban decenas de muertos. Todos los medios occidentales dedicaron sus portadas a los atentados de Boston y apenas mencionaron los que tenían lugar en Iraq. Bien es verdad que el terrorismo golpea allá mucho más a menudo y con mayor fuerza. Sin embargo, esta es una primera contradicción: el mundo occidental, que proclama tener valores universales, no aplica el mismo criterio de universalidad a sus emociones ante los atentados. Un muerto en casa tiene siempre más valor que decenas de muertos en otra parte.
La segunda paradoja es que, precisamente porque son menos frecuentes, los atentados terroristas estremecen mucho más la imaginación.
En realidad, el terrorismo yihadista se halla en retroceso de forma importante en el mundo occidental. Si se atiende simplemente a las cifras, el asunto es evidente.
Según las cifras proporcionadas por Europol, la oficina europea de policía que coordina los servicios correspondientes de los 27 países miembros de la Unión Europea con vistas a la prevención y lucha contra el terrorismo en todos los casos de atentado llevado a cabo con éxito o incluso en grado de intento, el terrorismo desaparece progresivamente de Europa. En el 2012, 25 de los 27 países de la Unión Europea no notifican atentados, ni incluso tentativas serias de atentado. Es más, los que fueron organizados concernían a ETA en España, que no tiene nada que ver con el islamismo, al Ulster (Irlanda del Norte) en el caso del Reino Unido y a Córcega en el caso de Francia. Además, el IRA en Irlanda y ETA en el País Vasco han renunciado a la lucha armada. Por lo que se refiere a los atentados reivindicados o atribuidos a islamistas, sólo se cuentan cuatro desde el 2009 y ninguno en el 2011 y el 2012. Naturalmente hay que citar los casos de lobo solitario, alguien un poco colgado o bien criminales individuales del tipo Mohamed Merah en Francia, que por supuesto son capaces de matar y son presa del odio, pero que operan aislados y tienen una capacidad relativamente limitada.
Existe, de hecho, una desproporción entre la focalización del mundo occidental con respecto al terrorismo y el número de víctimas de este. La libre circulación de armas de fuego en Estados Unidos provoca cada año muchos más muertos que el terrorismo. Sin embargo, desde hace diez años, Washington ha gastado 690 millardos de dólares en la “lucha contra el terrorismo”, sin hablar del coste de las guerras de Afganistán y de Iraq.
Hay, desde luego, una amenaza terrorista; sobredimensionada, como si hubiera reemplazado con la misma amplitud a la amenaza soviética.
La toma en consideración de la amenaza terrorista no debe conducir a impedir la reflexión sobre este fenómeno.
Pascal Boniface, director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas de París. Traducción: José María Puig de la Bellacasa
Opinión:
Aclaro que esta noticia me ha sido remitida por un buen amigo de este blog, a mí se me había escapado en el resumen de prensa que intento hacer cada día.
Dicho esto... por fin a alguien le permiten la publicación opinando sobre un tema que parece tabú, pero que es tan cierto como que mañana en algún sitio saldrá el sol. Aunque parezca mentira, si un atentado en el llamado “primer mundo” produce una sola muerte es más importante que otro en el (mal)llamado “tercer mundo” con veinte o treinta muertos. Eso lo tenemos muy claro muchas de las víctimas del terrorismo en España, sobre todo aquellas que no nos plegamos a los intereses políticos de nadie.
Otra cosa es que los llamados lobos solitarios tengan la consideración en el extranjero de terroristas, porque en este país llamado España eso no sería tal, seguramente sería denominado como un acto vandálico. ¿Alguien se atreve a investigar cuántos casos tenemos? Tengo una colección muy completa de expedientes (con por ejemplo Guillem Godó como negativo protagonista principal). ¿Cuándo cambiaremos la legislación?
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