28 abril 2019
Pedro Ontoso:
«La Iglesia
vasca estuvo en el origen y el final de ETA»
El
subdirector de El Correo presenta su libro «Con la Biblia y la Parabellum »
Mirar al pasado «siempre es doloroso», reconoce Pedro
Ontoso (Baracaldo, 1956). Pero bajo su punto de vista, la sociedad vasca
no puede pasar página «sin apenas habérsela leído». Sin ánimo de realizar un
«juicio sumarísimo», el subdirector de El Correo expone en «Con la Biblia y la Parabellum » el
capítulo propio que merece la
Iglesia en la crónica del terrorismo etarra.
«Cuando la Iglesia vasca ponía una
vela a Dios y otra al diablo», reza el subtítulo de su libro. ¿A qué se
refiere?
En el País Vasco, la Iglesia quería estar con
las dos partes. Por un lado condenaba la violencia de ETA, quería buscar una
solución. Pero también fue indulgente con la izquierda abertzale.
¿A qué se
debía esa postura?
Hay que tener en cuenta que la posición de la Iglesia no es uniforme. No
se puede hacer un juicio monolítico porque es una institución plural. En el
libro no busco una descalificación o una aprobación en bloque. La Iglesia vasca ha condenado
los atentados de ETA desde el primer momento de forma contundente, pero también
ha tenido comportamientos menos claros, como el tiempo que tardó en acompañar a
las víctimas o el hecho de que hablara de presos políticos. De alguna forma,
todo eso contaminaba su mensaje, lo hacía menos nítido.
¿Por qué
reaccionó tan tarde con las víctimas? Algunas acusan a la Iglesia vasca de actuar
con cobardía.
Creo que esas denuncias son algo injustas, aunque las
víctimas tienen razón cuando dicen que se han sentido desamparadas. En el
periodo franquista había un clero muy identificado con el nacionalismo que de
alguna forma justificaba o entendía las acciones de ETA, y todavía hoy se
mantiene un discurso vinculado a lo que es la teoría del conflicto. Aquí tenía
mucha fuerza el discurso del obispo José María Setién, que puede considerarse
el ideólogo de la Iglesia
vasca.
¿En qué momento
comenzó a cambiar la situación?
Quizá a partir de los 90, con la llegada de Monseñor
Blázquez. La Iglesia
reaccionó y comenzó a tener una actitud mucho más cercana a las víctimas. El
problema es que los obispos estaban con las víctimas, pero no se les veía. No
asistían a los funerales, que perdían significación pública. Eso cambió a raíz
del asesinato de Miguel Ángel Blanco.
¿Qué papel
jugó la Iglesia
como mediadora?
Hombres de la Iglesia estuvieron en el origen, el desarrollo y
el final de ETA. Participaron en conversaciones y encuentros entre políticos y
líderes de la banda. Por ejemplo, el Gobierno de Felipe González acudió a los
jesuitas para llegar hasta Txomín Iturbe. El primer nombre que aparece
oficialmente como facilitador es el de Juan María Uriarte, que participó en las
conversaciones cuando el Gobierno de Aznar quiso acercarse a ETA después del
pacto de Lizarra. El ayudante de Uriarte en ese momento era un sacerdote vasco,
Joseba Segura, que acaba de ser nombrado obispo auxiliar de Bilbao. La Iglesia estaba en todos
lados.
¿Qué otras
comunidades eclesiásticas participaron?
Hubo conversaciones en las que estuvieron presentes
comunidades como la italiana Sant’Egidio, que es como la diplomacia paralela
del Vaticano. También vino aquí un redenturista irlandés, Alec Reid, que
acompañó a Segura a EE.UU. para mantener una entrevista con la familia Kennedy
cuando este quería ser senador. Los Kennedy habían tenido una influencia
decisiva en el acuerdo de paz de Irlanda, puesto que había un «lobby» irlandés
importante en EE.UU. Eso no sucedía en el caso vasco, y de hecho la entrevista
no sirvió para mucho. Luego hay otros personajes, como Juan María Laboa o el
cardenal Roger Etchegaray, que también tuvieron presencia en labores de
mediación internacional.
¿Contó la
actuación de la Iglesia
vasca con el beneplácito de ETA?
¿Puede poner
un ejemplo?
Hay un caso de varios sacerdotes vizcaínos que en
2003 se presentaron para completar las listas de los partidos amenazados. En
aquellos tiempos había una persecución terrible contra los concejales de PP y
PSE. Cuatro sacerdotes se presentaron en sus listas en varios municipios vascos.
Aquello no fue muy bien visto por toda la comunidad eclesial, les costó muchos
disgustos. Cuando fueron a votar les increparon, atacaron el coche de uno de
ellos… Fueron colocados en el lado oscuro, porque habían alzado la voz contra
ETA.