03
mayo 2024
Victoria
Luis
Algorri
La
vi venir, chiquitina, menudita, abrigada como un peluche, desde el Retiro por
la calle de O’Donnell, donde estaba nuestra revista. Era de noche y de esto
hace muchos años, más de veinte. La saludé con una broma de las de entonces:
“Yo a usted la conozco de la tele, señorita”, y se echó a reír. Nos caímos bien
desde el primer momento.
Era
la época en que las revistas de “información general” como la nuestra, Tiempo,
trataban de ganar lectores o de apuntalar sus resultados económicos a base de
regalar cosas: cursos de inglés, discos de ópera o de zarzuela, cosas así. Era
poco más que un aplazamiento de la defunción porque los lectores estaban
dejando de comprar ese tipo de revistas, eso era lo que pasaba. Pero alguien,
en las alturas, decidió que sería una buena idea regalar como “promoción” los
celebérrimos DVD que habían elaborado, en el año 1993, Victoria Prego y su
marido, Elías Andrés, sobre la Transición española.
Fue
un acierto absoluto. Lo hicimos muy, muy bien, aunque esté feo que lo diga
precisamente yo. Porque en cada DVD iba un folleto o “fascículo” de 16 páginas
en el que Pepe Oneto firmaba un texto en el que se relataban muchas cosas
acerca de los acontecimientos que se contaban luego en el DVD. Eran recuerdos
personales y Pepe lo firmaba, pero quien escribía todo aquello (después de
hablar con Pepe de sus anécdotas y “añoralgias”, y antes de que él mismo lo
revisara todo) era yo. Y el folleto incluía también un artículo de Victoria
Prego. Así que teníamos que conocernos y trabajar juntos. Por eso estaba yo
esperándola en la calle de O’Donnell aquella noche de invierno.
Primera
conclusión: qué bien se trabajaba con aquella mujer. Qué cómodo te hacía
sentir, cómo sonreía, qué humilde era y cuantísimo ayudaba.
Nos
sentamos y me preguntó: ¿Qué necesitas saber? Yo no me aguanté más y le dije:
“No sé si lo necesito para este trabajo pero es que me muero de ganas de
saberlo. ¿A quién se le ocurrió utilizar la Titán para matar a Franco?”.
Ahí
Victoria se inclinó hacia delante y se puso a parpadear muy cómicamente
mientras me miraba:
–¿Peeerdona?
–La
Titán. La primera sinfonía de Mahler, la Titán. Cada vez que en tus vídeos sale
el palacio de El Pardo, durante la enfermedad de Franco, detrás de tu voz suena
el tercer movimiento de la Titán. ¿A qué genio se le ha ocurrido eso?
Carcajada
de Victoria, que se reía como los pájaros en primavera y me miraba y se volvía
a reír. Y me dijo: “La música tiene mucha importancia en esos vídeos”, cosa que
yo sabía ya perfectamente, “pero ¿tú sabes lo que quiere decir esa música?”. Yo
lo sabía, claro que lo sabía, pero quería oírselo decir a ella.
–Mahler
utiliza ahí una canción que todos hemos cantado de niños, un canon: el Frère
Jacques, dormez-vous?, y lo convierte en una marcha fúnebre. Describe a los
animalitos del bosque que llevan a enterrar al cazador que les persiguía. Al
cazador, ¿comprendes?
–Es
decir, que fuiste tú.
–Bueno,
un poco.
–El
cazador. Qué mala leche tenéis.
–¡Pero
es que nadie se dio cuenta nunca!
Una
obra maestra
Más
carcajadas, claro. Al cuarto de hora de conversación, Victoria me dio
espontáneamente el premio Nobel de Victoriapregología: “Hasta ahora, Luisín, he
conocido a tres personas que se sepan de memoria los trece vídeos de La
Transición, del primero al último, del derecho y del revés. Una soy yo. Otra es
mi marido, Elías Andrés, que dirigió la obra. Y la tercera eres tú. ¿Cómo te
dio por semejante empolle?”.
Se
lo expliqué. No conocía entonces –ni conozco hoy– una obra maestra de semejante
envergadura. Se pueden discutir los límites temporales, si la Transición empezó
de verdad como dice la serie, con el asesinato de Carrero Blanco (20 de
diciembre de 1973)y terminó con las primeras elecciones libres (las del 15 de
junio de 1977), o si se pueden elegir otras fechas. Pero entre una cosa y otra
está absolutamente todo. Hay grabaciones imposibles de obtener, como la de la
cárcel de Carabanchel durante el proceso 1001 o las de Felipe González paseando
por la plaza de Colón todavía con Franco vivo, y anuncios de televisión de la
época que nadie pensó jamás que llegarían a tener una importancia histórica y
sociológica como la que se les da en la obra. Están, sin faltar uno, todos los
testimonios, todas las voces, todos los momentos importantes en aquel tiempo en
el que se producían “hechos históricos” casi todos los días.
Y
lo más importante: el tono. La absoluta pulcritud informativa. La voluntad de
contar lo que pasó y tal y como pasó, sin la intención de pastorear al
espectador hacia una posición ideológica concreta, sin pensar por él, sin
empujarle –por suave y malignamente que sea– a tomar partido por unos o por
otros. Lo único que queda claro es que a los autores de la serie no les termina
de parecer mal que Franco se muriese y que la dictadura terminase por fin. Pero
yo no he vuelto a ver nunca más, en una serie documental española, esa
profesionalidad, esa determinación de contar los hechos y no interpretarlos.
Todo
lo que ha venido después, especialmente lo más reciente, está sesgado, busca
que el espectador se convenza de aquello que los autores quieren meterle en la
cabeza. Pasa con las series sobre Juan Carlos I, sobre Jordi Pujol y sobre
todos los demás. Pero Victoria Prego no hizo eso. A Victoria Prego, al menos en
aquellos años, se le podía haber aplicado la anécdota del periodista
estadounidense Walter Cronkite, maestro de maestros en la televisión de su
país. Cuando se jubiló le entrevistaron a él, que había entrevistado a todo
bicho viviente. Y quien preguntaba le dijo: “Señor Cronkite, confiéselo de una
vez: ¿es usted republicano o demócrata?”. Respuesta: “Si después de tantos años
trabajando como periodista usted me pregunta eso, es que lo he hecho bien”.
Gurruchaga
y el enano González
Victoria,
que se acaba de morir de cáncer, hizo muchas cosas más. Algunas maravillosas y
otras no tanto. Fue uno de los rostros más reconocibles de la televisión
pública. Condujo numerosos programas informativos. Presidió la Asociación de la
Prensa. Logró la cumbre absoluta de la fama cuando Javier Gurruchaga se
disfrazó de ella (todo esto en televisión, claro) para entrevistar a un enano
que se parecía a Felipe González, en un sketch desternillante e inolvidable
Y
permaneció en la cúpula del periódico que, durante años y años, sostuvo la
absoluta mentira de que los atentados del 11-M, en Madrid, los había cometido
ETA y no los yihadistas. Repito: era mentira. Victoria Prego sabía que era
mentira. El enloquecido y ególatra director de aquel periódico también sabía
que era mentira. Todo el mundo sabía que era mentira, empezando por el gobierno
de entonces, que había presidido Aznar. Pero ya habían comenzado los tiempos en
que lo importante no era que algo fuese verdad o fuese mentira, sino que la
gente se lo creyese aunque fuese falso. Eso es lo que ocurre en España desde
entonces: padecemos el reinado impune de la manipulación, de la propaganda y de
la calumnia. Es decir, todo lo contrario a lo que aprendimos de Victoria Prego
con su obra maestra, aquella serie sobre la Transición que no ha envejecido en
absoluto: prueben a verla ahora y lo comprobarán.
Por
esa maravilla, por esa insuperable lección de auténtico periodismo, vamos a
echar muchísimo de menos a Victoria Prego, además de por su forma de ser… y por
su dominio de la música de Mahler. No por sus contradicciones. Que, las tuvo,
como las tenemos todos.
Opinión:
Al empezar la lectura del artículo pensaba que sería una
muestra más de lo que tanta gente está diciendo sobre Victoria Prego: todo son
alabanzas. Pero al llegar a este párrafo, reconozco que me ha sorprendido
gratamente. Leer que “y permaneció en la cúpula del periódico que, durante años
y años, sostuvo la absoluta mentira de que los atentados del 11-M, en Madrid,
los había cometido ETA y no los yihadistas. Repito: era mentira. Victoria Prego
sabía que era mentira. El enloquecido y ególatra director de aquel periódico
también sabía que era mentira. Todo el mundo sabía que era mentira, empezando
por el gobierno de entonces, que había presidido Aznar. Pero ya habían
comenzado los tiempos en que lo importante no era que algo fuese verdad o fuese
mentira, sino que la gente se lo creyese aunque fuese falso”.
Guau, ahora resulta que es muy digno permanecer en un
medio de comunicación a sabiendas de que la información que presenta no es real
ni cierta. Que es, directamente, mentira.
Y hay quien se queja de que exista “el reinado impune de
la manipulación, de la propaganda y de la calumnia”…
A ver cuántos medios osan atreverse a decir lo que el
señor Luis Algorri ha dejado negro sobre blanco.
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