29 enero 2023
Un loco y un jubilado
Las fuerzas policiales han detenido con pocas horas de diferencia a dos personas que han perpetrado actos terroristas: un joven marroquí radicalizado como yihadista salafista y un exfuncionario de 74 años de Miranda de Ebro partidario del comunismo soviético. El primero atacó dos iglesias en Algeciras catana en mano, con el balance de una víctima mortal y cuatro heridos; el segundo envió a finales del año pasado cartas explosivas a la Moncloa, a varios ministerios y a algunas embajadas (una hirió a un trabajador de la legación diplomática ucraniana en Madrid), en contra del apoyo del Estado español al Gobierno de Zelenski en la guerra contra las tropas rusas invasoras.
Ambos detenidos no son únicamente presuntos terroristas, son algo más. El lobo solitario yihadista es descrito como un “desequilibrado”, y el nostálgico de los tiempos de Stalin es presentado como “un jubilado” tremendamente obsesionado con una ideología totalitaria.
Las palabras crean realidad además de retratarla o distorsionarla, según los casos. ¿Es menos terrorismo si se trata de actos de un tipo con problemas de salud mental y de un anciano que se ha quedado colgado de una época pasada que ha idealizado? La investigación policial y los tribunales arrojarán luz al respecto.
No obstante, para el ciudadano que sigue la actualidad, palabras como jubilado y desequilibrado escritas junto a la palabraterrorista fabrican un sentido nuevo, que se impone a la hora de valorar los graves sucesos a los que nos referimos. Parece que, si estamos ante un loco y un abuelo maniático, lo sustantivo de cada episodio –el terrorismo– podría relativizarse o considerarse como algo menos alarmante desde el punto de vista político.
¿Cómo aclararse en este laberinto? Hay algo importante que comparten el joven yihadista desequilibrado y el jubilado comunista, según todas las crónicas: ambos son fanáticos de libro, ambos defienden su respectiva causa con una actitud excluyente y violenta, que busca provocar daños y caos.
Hay que recordar que el fanatismo puede infectar a cualquiera, y mediante cualquier ideología, sea joven o viejo, tenga problemas mentales o goce de una salud envidiable. Y el fanatismo, a veces, desemboca en el terrorismo. Por ello, un reto principal de esta hora es desmontar y rebatir a los fanáticos.
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