sábado, 4 de marzo de 2023

03 marzo 2023 El País (opinión)

 03 marzo 2023



Marcados por quitarle la calle al terrorismo


Un documental recuerda la labor de Gesto por la Paz, que se movilizó en silencio contra ETA cuando nadie lo hacía


“Manuel Huertas, mi marido, era progresista, político, del PSOE. Eso lo convertía en candidato a la persecución, al secuestro, al asesinato”, explica Beatriz Elorza. “En el buzón de casa nos dejaron tres esquelas con el nombre y la foto de nuestros hijos. Yo era maestra en una escuela pública y cada día bajaba las escaleras temblando por lo que me podía encontrar. Una vez, al salir, vi a uno de mis vecinos, Peio, y a su hija, limpiando una pintada contra nosotros. Querían evitar que la viéramos. Ese acto tan poco frecuente y tan valiente nos dio a todos fuerzas para continuar”. 

El relato de Beatriz Elorza define el germen de Gesto por la Paz, movimiento nacido en 1985 en Euskadi para posicionarse contra la violencia en los años de sangre en las aceras y miedo e indiferencia en demasiadas casas. 

Cada vez que ETA secuestraba o mataba —37 muertos en 1985, 45 en 1986, 53 en 1987...— se concentraban en silencio porque aspiraban a eso, convertirse en unánimes, y el silencio solo es posible cuando todos callan. Querían demostrar que las víctimas no estaban solas, que los terroristas no podían hablar en su nombre y poco a poco, como explica el periodista de EL PAÍS Luis Rodríguez Aizpeolea, amenazado por la banda, “le fueron quitando la calle al mundo de ETA”. 


Un emocionante documental, Gesto, ¿qué ocurre cuando la ciudadanía se enfrenta a la violencia?, dirigido por Xuban Intxausti y exhibido ayer en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, recuerda el recorrido de la organización, es decir, su crecimiento exponencial y providencial para el fin de ETA . Al principio “la sensación era como salir desnudo a la calle”, resume Maite Leanizbarrutia, miembro de Gesto. “Entonces”, añade su compañera Isabel Urkijo, “nadie se posicionaba contra la violencia y hacerlo en tu entorno suponía quedar marcado para siempre”. El apoyo a la banda terrorista era sorprendente, abrumador. “Yo recuerdo manifestaciones de gente gritando ‘ETA, el pueblo está contigo”, afirma el periodista Aizpeolea. 


Gesto por la Paz organizaba sus protestas silenciosas y el entorno abertzale montaba contramanifestaciones o les hacían fotos que luego ponían en carteles para señalar al enemigo. “Había padres e hijos detrás de pancartas diferentes”, recuerda Patxi Elola, miembro del movimiento. “A veces era un familiar, un amigo, un vecino el que te insultaba [por concentrase en contra la violencia]”. También la Ertzaintza les pidió que dejaran de manifestarse. Les lanzaron tornillos, huevos, piedras.... “Hicieron todo lo que pudieron para hacernos desaparecer”, añade Isabel Urkijo. 


“En el origen”, relata Aizpeolea, Gesto “tenía mucho que ver con movimientos cristianos y jóvenes universitarios… Su base era plural y moderna porque el concepto era la defensa de los derechos humanos y los principios democráticos, por encima de las ideologías. El enemigo no era el nacionalismo, sino el terrorismo”. Entre aquellos jóvenes estaba Edorta Martínez. En 1996, cuando aún no había cumplido los 18, acudió a una concentración frente a la empresa de José María Aldaya, empresario secuestrado por ETA. “Nos apuntamos un poco para perdernos las clases, pero entonces salieron sus hijos. Nunca olvidaré esa mirada, cómo nos agradecieron que estuviéramos allí. Al día siguiente, en unas actividades extraescolares, me insultaron. Pero mi conciencia había despertado al conocer a personas que estaban sufriendo y eso pesó mucho más que cualquier amenaza o insulto”, revela en el documental. 


Aizpeolea explica que uno de los factores de esa indiferencia social era el miedo, pero no era el único. “Mientras ETA mataba, había una guerra sucia, las fuerzas de seguridad no estaban plenamente adaptadas a la democracia y todo eso generó mucha confusión, por eso creo que la reacción fue tan tardía”. 


Gesto tomó una decisión trascendental: sus concentraciones de protesta se harían por víctimas de cualquier violencia política independientemente de los agresores. Es decir, guardaron ese comprometido silencio por los secuestrados y asesinados por ETA y también por los asesinados por los GAL. 


El Premio Príncipe de Asturias en 1993 contribuyó a extender su mensaje, el de que todos eran, de una manera u otra, víctimas de la violencia; y los grandes secuestros de ETA multiplicaron la participación ciudadana en las movilizaciones. A todos le llegó, explican, una víctima que les hizo decir basta ya. Eso significa que todos tuvieron que plantearse, en algún momento, dónde estaban, qué (no) habían hecho cuando habían matado a las demás. 


Aizpeolea, al que Mariano Rajoy llamó un día, siendo ministro del Interior, para avisarle de que el comando Madrid tenía su dirección, recuerda las primeras protestas, como una manifestación con apenas 200 personas contra el asesinato en 1978 del periodista José María Portell, y el gran logro de Gesto: “la constancia, la permanencia”. “Se suele hablar, en el final de ETA, del trabajo de las fuerzas de seguridad y de los jueces, pero la movilización social también fue decisiva porque ETA y los abertzales se dieron cuenta de que la gente ya no estaba con ellos”, explica. Gesto por la Paz convocó su última manifestación el 11 de febrero de 2012. El lema, esa vez fue: “El futuro es nuestro”. “Había padres e hijos tras pancartas diferentes”, recuerda Elola La Ertzaintza les pidió que dejaran de manifestarse. Nunca lo hicieron


Opinión:


Creo que mi relación personal con varios miembros de Gesto por la Paz cuando iniciaron sus andadura me da el permiso necesario para decir, bien alto y bien claro, que agradezco enormemente su compromiso.

Y muy especialmente cuando tras el atentado en Hipercor, con 21 asesinados y 45 heridos, solo fueron 400 personas en TODO el País Vasco (con mas de 2.000.000 de habitantes) las que se manifestaron contra aquella masacre realizada por la banda terrorista ETA.

Sólo 400. Yo no me he olvidado de eso.

A aquellos 400 valientes, un fuerte abrazo. Ellos y ellas ya saben quien son…




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