18 noviembre 2024
Así
fue el caos judicial que dio impunidad a ETA
Un
informe de Covite aflora las numerosas irregularidades cometidas durante la
instrucción de atentados de la banda que impidieron su esclarecimiento.
El
despropósito había permanecido oculto entre un manto de sumarios. Carpetas y
papeles que escondían negligencias, errores y la pasividad de un sistema. Aquel
modo de actuar, de investigar, o de dejar de hacerlo, derivó en impunidad para
cientos de terroristas y en injusticia para sus víctimas. Ocurrió durante
décadas, en particular las primeras, las más duras de la larga historia de ETA.
Años en los que se acumulan muchos de los más de 350 asesinatos de la banda que
siguen sin resolver, sin culpables conocidos.
Ahora
un informe arroja luz sobre muchas de las razones que abocaron a aquellos
sumarios, a aquellos expedientes, al sobreseimiento o a la prescripción por la
inacción de la Justicia. La lista que revela la investigación llevada a cabo
por Covite, la principal asociación de víctimas de Euskadi, es larga: huellas
disponibles pero sin recabar, pruebas desaparecidas que no figuran en los
sumarios, autopsias erróneas en las que ni siquiera se extraen las balas al
cadáver, expedientes cerrados en menos de 24 horas o testigos de un asesinato a
los que ni siquiera se toma declaración. Incluso se apunta un caso de la
autoinculpación de dos miembros de la banda de un crimen que ni siquiera se
incorporó al sumario.
El
extenso trabajo llevado a cabo, titulado ‘Ni justicia, ni verdad. Informe sobre
la realidad judicial de los casos de delitos de terrorismo sin resolver’, ha
requerido más de tres años de investigación e indagación. Una de las
conclusiones pasa por desmontar la idea que prevalecía hasta ahora de que en
los primeros años del terrorismo de ETA la falta de medios y la amenaza de la
banda fue la causa que explicaba las instrucciones insuficientes e incompletas.
El
documento señala que fue más bien la falta de voluntad, la negligencia y la
desidia la que motivo en muchos de los casos analizados que los expedientes se
cerrasen sin apenas investigación, no se remitiesen al tribunal competente –la
Audiencia Nacional- o que muchas de las pruebas recabadas se perdieran o ni
siquiera terminaran constando en los sumarios. La ausencia de pruebas
balísticas a los casquillos recogidos en el lugar de un crimen es otra de las
carencias graves encontradas, una prueba sin la que difícilmente se podría
vincular el arma de un terrorista a un determinado acto criminal.
Casos
sin investigación
De
los 50 expedientes analizados, en 18 casos ni siquiera hubo investigación. No
se llevaron a cabo diligencias más allá de las básicas exigidas por la ley. Se
han encontrado graves errores policiales y judiciales o incluso causas
condicionadas por la evolución de las negociaciones del Gobierno con ETA. El
propio magistrado Javier Gómez Bermúdez reconoció esta semana en Pamplona que
la negociación para la disolución de ETA-PM influyó en el devenir de las causas
que afectaban a esta rama de la banda terrorista para que no se frustrara su
desaparición.
En
la investigación se apunta incluso que más recientemente se ha llegado a
expurgar expedientes relacionados con ETA en juzgados sin competencia para
ello. La impunidad también se achaca en el informe a la inexplicable lentitud
con la que la Justicia ha actuado en muchos casos de terrorismo. “No puede ser
que se celebren juicio 25 años después de cometerse los atentados, lo cual no
conduce más que a reiteradas absoluciones por prescripción”, se señala.
La
pérdida de sumarios en una madeja judicial es otra de las constantes en algunos
de los sumarios que jamás tuvieron culpables. Es el caso del referido al
asesinato del taxista Manuel Albizu, en 1973, acusado falsamente de ser
confidente de la policía. Sólo la pericia de su nieto permitió recuperar en
2022 el sumario que hasta entonces constaba como extraviado. En él descubrió
que figuraba la confesión de un etarra acusando a dos etarras, Kepa Leguina y
José León, de haber participado en el asesinato de su abuelo. Nunca tuvieron
que responder por este crimen.
Errores
y desidia
La
identificación de huellas o que ni siquiera se recogieran para su análisis
posterior es una de las irregularidades más repetidas. Ni siquiera en algunos
de los elementos empleados por los terroristas se llegaban a extraer huelas
dactilares.
La
presidenta de Covite, Consuelo Ordóñez, asegura que este tipo de
investigaciones están acreditando una vez más la negligencia con la que actuó
la Justicia en muchos casos. Recuerda que con ETA cerca de la mitad de los
asesinatos no tienen a día de hoy culpables o en muchos casos ni siquiera
consta la verdad judicial sobre lo ocurrido. Reitera que con la acción de otros
grupos terroristas, como los GRAPO, el porcentaje de casos sin esclarecer
apenas es de un 7%. Asegura que la impunidad no se debió a la pericia de los
autores de los crímenes sino a la desidia con la que actuaron muchos jueces, al
no investigar o al ni siquiera solicitar la práctica de pruebas en la fase de
instrucción de los casos.
Una
denuncia que también reconoció el magistrado en excedencia de la Audiencia
Nacional, quien ha reconocido que se cometieron errores y se actuó con mucha
pasividad en muchos de los casos de aquellos años. Gómez Bermúdez reconoció que
los jueves debían haber sido más proactivos en las investigaciones y solicitar
más pruebas o incluso intervenir para que los casos no prescribieran.
La
'verdad judicial'
Hace
años que Covite reclama la necesidad no sólo de esclarecer la autoría de los
crímenes que siguen pendientes, sino también de que en los casos que no sea
posible, al menos se les aporte una “verdad judicial” sobre lo ocurrido en cada
caso. A ello suma su reivindicación de que a los presos de ETA se les exija de
modo efectivo la colaboración con la Justicia para acceder a progresiones de
grado.
La
impunidad no sólo la denuncian en los procesos en los que ni siquiera llegaron
a celebrarse juicio sino también en los que pese a haber sentencia esta es
incompleta. Covite ha repasado cientos de sentencias emitidas en las que no se
han depurado todas las responsabilidades. En ellas se condena sólo a una parte
de los autores o ni siquiera a ninguno de ellos sino a responsables indirectos,
colaboradores necesarios y los casos se cierran sin autores directos conocidos.
Ordoñez
pone el ejemplo del asesinato del catedrático Manuel Broseta en 1993 en
Valencia. Tras el juicio sólo fueron condenados los “autores intelectuales,
quienes ordenaron su asesinato” pero no quienes realmente lo cometieron. Los
sospechosos fueron absueltos. Incluso en el caso del asesinato de su hermano,
Gregorio Ordoñez, su pretensión es que también paguen por ello quienes dieron
la orden de matarle y no sólo los autores materiales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario