martes, 23 de agosto de 2022

22 agosto 2022 (22.08.22) (5) La Razon (opinión)

22 agosto 2022 (22.08.22) 

 


Cuando una llamada te salva de morir a manos del yihadismo

Las horas en las que el guardia civil Francisco Albert corrió en dirección al dolor: «No vayas hacía allí, hay gente muerta», le repetían.

Es el primer guardia civil que recibe la encomienda de víctima del yihadismo por el atentado de Las Ramblas en 2017

Ese día, un agente de la guardia civil, de vacaciones y fuera de servicio, esquivó a la muerte. Ocurrió cuando caminaba, a paso ligero hacia un evento cultural programado en un local situado en las Ramblas. En ese momento el guardia civil Francisco Albert recibió una llamada de un compañero de la comandancia de Castellón, por lo que se detuvo por menos de dos minutos. Nada más guardar el móvil en su bolsillo escuchó un fuerte acelerón acompañado de una estridente chirriar de ruedas que resultó ser el de una furgoneta cuya primera estampida desató el terror en el bulevar de las Ramblas provocando un «tsunami» humano que, Francisco Albert vio llegar de frente. «Aquella llamada telefónica me salvó la vida. Mi compañero me libró de un destino fatal que terminó siéndolo a pesar de todo pues la “metralla de los hechos” aún permanece y se dispersa en algún lugar de mi cerebro».

Todo pareció ocurrir en milésimas de segundo, justo el tiempo en que tardó en reaccionar aquella marea humana que instintivamente huía del lugar de los hechos en medio de gritos, llantos y lágrimas. Fue ese pánico colectivo que reflejaba el terror en sus caras cuando se activó el instinto que le inculcó a este guardia civil su padre, también miembro del Cuerpo, ya fallecido. «Se me activó ese sensor imaginario protector y benefactor que permanece activo en todo guardia civil las 24 horas del día, los 365 días del año, y de por vida, pues un guardia civil sólo deja de serlo cuando muere».

Recuerda que los gritos «eran ensordecedores, desgarradores» y, mientras buscaba hacerse un hueco entre la gente, corría en la dirección del dolor. «Pero, ¿qué ha pasado?», preguntaba una y otra vez obteniendo por respuesta reiterada el: «No vayas hacía allí, hay gente muerta». Esos dos minutos aproximadamente se le hicieron eternos, pero dedujo que había personas heridas a las que poder auxiliar. «Estaba dispuesto a sacrificar mi vida para salvar la de los otros si ello hubiese sido necesario. Lo tuve muy claro». Desde entonces, «los segundos se convirtieron en minutos, los minutos en horas».

Francisco Albert hace una pausa antes de seguir. No suele rememorar lo vivido esos días. Le acompañan sentimientos de «rabia, dolor y la sensación de no haber podido hacer más por salvar esas vidas. Eso es algo que me acompaña de por vida».

Tras unos minutos, sigue recordando lo ocurrido. Dice que se dejó llevar, una vez más, por su «instinto». «Me dirigí al cuerpo yacente más cercano, quería salvarlo». Allí se encontraba una mujer, inmóvil, en el suelo junto a unas baldosas ensangrentadas. «Viendo que no respondía a estímulos verbales, cogí su mano con la mía, pero fue ahí donde noté un efecto reflejo que aún hoy me estremece cada vez que lo pienso. Se murió mientras me agarraba la mano».

A pocos metros, recibió otro golpe que no ha podido borrar: el de una niña que yacía en el suelo, «cual juguete roto, cuya vida también segaron los asesinos». Dice que levantar la mirada hacia cualquier lado era «devastador, pero aún había cosas por hacer. Mi cuerpo se mantenía fuerte, debía continuar».

Este guardia civil asegura que «la suma rapidez con la que llegaron las primeras ambulancias, me permitió centrar mis esfuerzos en atender a aquellas personas que aún permanecían en las inmediaciones echándose las manos a la cabeza» y, mientras los médicos, enfermeros y demás personal sanitario atendían a las víctimas más graves, «otros íbamos asistiendo a aquellas personas que se encontraban todavía conmocionadas por lo duro del momento. A otros se les conducía al interior de los establecimientos comerciales que, a modo de piezas de dominó, unos detrás de otros, iban bajando sus persianas metálicas dando refugio y cobijo a cuanta gente pudieron».

Poco después, la zona de las Ramblas quedaría sitiada en una suerte de ratonera donde se establecieron distintos perímetros de seguridad que, durante horas, permanecieron infranqueables, todo ello en medio de un clima de incertidumbre, en un ir y venir constante de ambulancias, coches de bomberos, helicópteros y coches policiales que se prolongaron durante horas. «Cuando vi que ya no podía hacer nada más en aquel lugar, procedí a mi retirada». Con ello dio por concluida una intensa jornada que, sin pensarlo ni quererlo, «me marcaría a fuego de por vida. Miré al cielo varias veces, para dar gracias a mis padres: en primer lugar, por protegerme en un día en el que yo podría haber sido quien hubiese perdido la vida; y, en segundo lugar, por darme fuerzas para ayudar en lo que humanamente pude a cuantas personas atendí tras el atentado perpetrado por los yihadistas».

Encomienda

El pasado 31 de enero, el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, condecoró a varias víctimas del terrorismo, entre ellos al guardia civil Francisco Albert que asegura que con ese reconocimiento «solo hice honor a lo que mi padre me enseñó». Asegura que, cuando le llamaron de Interior llegó a pensar que le estaban gastando «una broma de mal gusto». «No considero nada de lo que hice como un acto heroico por haber cumplido con mi obligación». Primero, dice que tiene un deber como ciudadano; y segundo porque la conducta de un guardia civil «ha de ser ejemplar de por vida». Además, subraya que todo lo que aplicó aquel día, desde los conocimientos básicos en primeros auxilios a actuar «con pericia» en un hecho tan extraordinario como lo es un atentado, «son fundamentos que aprendí en mi formación como guardia». «Si la encomienda sirve para honrar la memoria de todas las víctimas que no pudieron ir a recoger la suya, la portaré muy honrado».

Francisco Albert ha vivido desde niño en una casa cuartel de la Guardia Civil, algo que dice «te va marcando el camino a seguir». Tras licenciarse en Ciencias de la Información y, previo paso por el Ejército del Aire, aprobó la oposición de ingreso al Cuerpo. «Era mi vocación y mi destino».

Dice que aquel verano de 2017 cuando al final decidió abandonar la zona del atentado «lo hice en dirección opuesta. Todo había terminado. Caminé hasta sentir los primeros signos de agotamiento. Recuerdo que entré en un bar para pedir un refresco y el dueño del local se percató de que algo me pasaba. Al preguntarme, le expliqué lo sucedido, y con lágrimas en los ojos, puso a mi disposición todo cuanto estaba a su alcance. Jamás olvidaré ese gesto de generosidad».

La herencia del honor y el sentido del deber 

Ramón Albert, su padre, decidió colgar el hábito de seminarista para vestir el uniforme de la Guardia Civil a mediados de los 70. Fue destinado «forzoso» a Guipúzcoa, «la parte más vasca del País Vasco», como él lo llamaba. Solía contarle a su hijo que si no camuflaba su acento en las tiendas «le negaban hasta el pan». Llevaba grabado en su memoria los numerosos sepelios de compañeros a los que asistió en los años de plomo de ETA. «De él aprendí a no sentir miedo y pensar que es como el frío, algo psicológico». Fue su padre quien le transmitió que «nuestros actos debían ser siempre ejemplares, humanos y, sobre todo, cívicos». Su padre murió con 58 años, teniendo como último destino el de guarnicionero del Cuerpo.  

Su hijo ingresaría después en el Colegio de Guardias Jóvenes de Valdemoro.

Opinión:

Para empezar, agradecer al Guardia Civil Francisco Albert su reacción ante lo que vivió el 17 de agosto de 2017 y agradecerle su interés en ayudar a todos los afectados. No fue el primero ni el único.

Una vez hecho el agradecimiento, leyendo la información me vienen a la mente un montón de reflexiones que paso a enumerar para ver si el propio Ministro de Interior me las puede aclarar (o en su defecto, alguien de la Subdirección General de Apoyo a Víctimas del Terrorismo).

Vamos por partes.

Primero, me consta que varias víctimas de los atentados de agosto de 2017 que constan en la primera relación de heridos de La Rambla (son 175) han solicitado al Ministerio de Interior y más concretamente a la Subdirección General de Apoyo a Víctimas del Terrorismo el documento que les acredita el reconocimiento oficial como víctimas del terrorismo para tramitar, por ejemplo, la solicitud para la exención de tasas universitarias para iniciar (o reiniciar) ciertos estudios en diferentes Universidades. La respuesta de la Subdirección General de Apoyo a Víctimas del Terrorismo ha sido que hasta que la sentencia no sea firme, no se puede tramitar el citado documento. También hay otras respuestas similares. Así pues, si la sentencia aún no es firme porque hay presentados algunos recursos al Tribunal Supremo ¿cómo se ha podido otorgar la citada Encomienda al señor Francisco Albert?

Segundo, un estudio de las sentencias de mayo de 2021 y de julio de 2022 acredita que el señor Francisco Albert consta en el listado de 82 personas que desarrollaron episodios de stres postraumático tras el atentado. Sinceramente, me gustaría saber las razones por las que el señor Francisco Albert ha sido informado de todos sus derechos porque entonces me surge la duda enorme para preguntar ¿otras muchas de las víctimas que figuran en ese mismo listado han recibido una sola llamada desde la Subdirección General de Apoyo a Víctimas del Terrorismo desde el momento del atentado para informarles de los mismos derechos? Me consta que todas las que hemos localizado en la UAVAT, NO.

Tercero, en UAVAT asistimos a un señor al que le han denegado el mismo reconocimiento porque, según el informe, tenía una patología psicológica “previa” al atentado.

También asistimos a dos señoras a las que se les murió el niño australiano (Julian, siete años) en la farmacia donde estaban confinadas. No se les otorga el reconocimiento oficial como víctimas del terrorismo porque estaban en un lugar seguro y no siguieron el tratamiento habitual para paliar las secuelas psicológicas… pero también se les murió el niño ante sus ojos sin poder hacer nada por evitarlo…

Y si quiere la Subdirección General de Apoyo a Víctimas del Terrorismo podemos hablar del policía municipal (también de vacaciones) que actuó en el cinturón de seguridad en el atentado de Cambrils…

O quizás podríamos hablar del secuestrado por uno de los diferentes “Comando Barcelona” de ETA al que le han denegado el mismo reconocimiento…

Cuarto, alguien dijo no hace mucho que “sí, hay espabilados que pretenden pasar por víctimas cuando no lo son. Algunos han llegado a solicitar la prestación argumentando que tenían problemas psicológicos porque habían visto el atentado por televisión o porque pasaban por la acera de enfrente. Yo he visto estos casos y hay gente que hace negocio con ello, tramitando esas solicitudes previo pago de unos emolumentos y un tanto por ciento de comisión. Es muy triste”. Quien dijo eso, ¿se lo diría al señor Francisco Albert o a tantos que, como el mismo señor Albert, estuvieron atendiendo a los heridos tras el atentado?

Y a todo esto ¿algo que decir por parte del Ministerio de Interior? Si fuera cierto y sin dudar de la credibilidad de quien ha hecho esas declaraciones ¿no habría que investigar penalmente a quien intentó hacerse pasar por víctima? Y ya que hablamos del tema ¿no habría que hacerlo también con los que ya lo consiguieron en su momento explicando milongas en un juicio?

 

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