26 noviembre 2020 LV
Los terroristas ladrones, oro robado para hacer bombas
Una mujer explica que en 2017 se llevaron sus joyas, las mismas que luego varios miembros de la célula de Ripoll vendieron en tiendas de compraventa. Tres años después, la señora sigue sin sus anillos, guardados en el depósito de la Audiencia Nacional
12 de agosto de 2017, cinco días de los atentados de la Rambla y Cambrils. Un chico entra en una tienda de compraventa de oro. Era muy joven, educado y hablaba perfectamente catalán. Llevaba oro, bastante, oro, supuestamente de una herencia familiar, y quería venderlo. Fue sencillo. Dio su DNI, se le abrió una ficha de cliente y en menos de media hora la transacción estaba hecha. Se había desecho de cerca de 50 gramos de oro. Sabían lo que tenían que hacer. Unos días antes, otro joven había acudido pero no llevaba el carné de identidad, pretendía presentar sólo el carné de conducir, y no se le permitió. Todos estos detalles lo han ofrecido varias empleadas del establecimiento que han declarado como testigos en el juicio por los atentados del 17-A.
Resultó que estos jóvenes pertenecían a la célula liderada por el imán de Ripoll y que días después perpetrarían la masacre en Barcelona y Cambrils. Uno de esos jóvenes era Mohamed Houli, de los pocos terroristas supervivientes y acusado en el juicio que se celebra en la Audiencia Nacional. Él no actuó el 17 de agosto con el resto de miembros de la célula porque se encontraba hospitalizado después de que horas antes las bombas que habían elaborado explosionaran en el chalé de Alcanar, muriendo en el acto el imánAbdelbaki es Satty y quedando Houli grave.
En la sesión del juicio de hoy, las trabajadoras de la tienda que compraron el oro explicaron cómo sucedió. Reconocen que había ciertas incongruencias en el relato del joven sobre la procedencia del oro. Eran joyas de su abuela y su madre le había pedido que las vendiera. Sin embargo, la iniciales de alguna de las joyas no coincidían con sus nombres. Dio lo mismo, la venta se hizo igual.
Tres años sin sus joyas
Cuando la Guardia Civil reconstruyó los pasos de los terroristas tras los atentados, descubrieron que parte del dinero con el que se financió la célula provenía de pequeños robos, sobre todo para poder pagar el material que iban a utilizar para cometer atentados contra diversos monumentos en Catalunya.
Tirando del hilo de la tienda del oro se dio con la real propietaria de las joyas, Josefina. El 14 de julio de 2017 le habían entrado en casa mientras trabajaba en su restaurante. Tras los atentados ella misma pudo comprobar que uno de los terroristas abatidos en Cambrils, Said Aalla, había trabajado en su local. Los investigadores comprobaron que efectivamente la célula estuvo detrás del robo para su venta posterior.
Las joyas fueron localizadas aunque Josefina, tres años después todavía no ha logrado recuperarlas al formar parte de las pruebas para el juicio y por tanto estar custodiadas en la Audiencia Nacional. El presidente del tribunal, Alfonso Guevara, tras escuchar su relato quiso darle una solución. “Se le van a devolver las joyas lo más rápido posible. Se pondrán en contacto con usted porque no hacen falta para el juicio”, alivió a la testigo.
Falta de control
De las pruebas hasta ahora expuestas en el juicio, se puede determinar que entre julio y agosto, la célula adquirió todo el material necesario para preparar los explosivos. Una vez que ya tenían el dinero, había que ir a comprar las sustancias. Tampoco tuvieron mayor obstáculo para obtener material peligroso en grandes cantidades.
El 11 de julio de 2017 acudió un joven a una tienda de productos químicos en Tortosa (Tarragona). Quería peróxido de hidrógeno para llevarlo a Marruecos y utilizarlo para blanquear la ropa. Quería 100 litros, es decir cuatro bombonas. Al ver que no había ningún problema para conseguirlo, volvió al día siguiente. En la tienda solo necesitaban el DNI del conductor y la matrícula de la furgoneta. “Quería comprar sin IVA pero para este tipo de productos le dijimos que no podía ser”, explicó en la vista uno de los trabajadores.
En este caso, se dio la identidad de Said Ben Iazza, en el banquillo del juicio por haber cooperado con la célula. Lo único que debían hacer era rellenar la ficha de transporte ARN, al tratarse de material peligroso. Y así ocurrió, dieron los datos, pagaron y se marcharon en la furgoneta. Ese material nunca llegó a Marruecos sino a Alcanar, para fabricar TATP o también conocido como ‘madre de satán’, un explosivo frecuentemente utilizado por terroristas yihadistas.
Educado y perfecto dominio del catalán
Un ‘modus operandi’ similar se empleó para obtener 175 litros de acetona. “Un chico joven vino a la tienda por acetona. Me dijo que lo querían para desengrasar materiales y que a finales de agosto vendría a por más. Me dijo que trabajaba en una fábrica y que probablemente se convertía en cliente habitual”, recordó un empleado en una tienda en Vic.
Primero fue un día a preguntar y al día siguiente ya acudió con una furgoneta para recoger el material. “Vino vestido con un mono de trabajo tipo mecánico. Se llevo siete garrafas de 25 litros. Era un chico muy educado y hablaba perfectamente catalán”, apuntó el testigo. Los investigadores sitúan a Mohamed Hichamy, Younes Abouyaaqoub y Yousef Aalla, todos ellos muertos, como las personas que llevaron a cabo estas gestiones de compra del material.
Otro día, acudió otro joven a comprar otra garrafa, pero los empleados no le dieron la mayor importancia hasta el 17 de agosto de aquel mismo año. “Estaba de vacaciones y mi compañero me manda una fotografías al teléfono de los autores de los atentados para preguntarme si alguno de ellos no habían sido quienes habían ido a comprar las garrafas. Y sí, eran ellos”, subrayó.
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