05 abril 2021
El último golpe del terrorismo en el Bierzo
Se cumplen 30 años desde que el Exército Guerrilleiro do Povo Galego Ceibe hiciera volar cinco torres de alta tensión en Fuentesnuevas, Magaz de Abajo y Montearena
Este pasado mes de marzo se cumplieron 30 años del último golpe perpetrado por una organización terrorista en el territorio de la comarca del Bierzo. En la madrugada del 1 de marzo de 1991, el Exército Guerrilleiro do Povo Galego Ceibe hizo saltar por los aires cinco torres de alta tensión en las localidades de Fuentesnuevas, Magaz de Abajo y en el alto de Montearenas. “Se oyó una explosión muy fuerte que despertó a la mayoría de los vecinos, incluso se llegó a romper algún cristal en las casas colindantes a la fuente de los Perales”, recuerda el hoy alcalde pedáneo de Fuentesnuevas, José Antonio Cartón.
El pedáneo, que en aquel entonces era alumno de la Universidad de León (ULE), recuerda que el hecho conmocionó a la población de la localidad. Según relatan los testimonios de aquel episodio, aún no había salido el sol cuando el estruendo causado por las explosiones rompió de manera abrupta el sueño de los habitantes del entorno.
Con las primeras luces del día, los vecinos pudieron comprobar que las bombas habían provocado la caída de tres torretas, una en el entorno del Cachapón y otra en el paraje de La Toralina por efecto directo de las explosiones y una tercera arrastrada en su caída por el peso de las dos primeras. Cartón recuerda que Red Eléctrica, la empresa propietaria de la infraestructura, acabó pagando indemnizaciones a los propietarios de la zona por los daños causados por la caída de las torres en las viñas y cepas del entorno.
A la vez, iban llegando las primeras noticias de que otras bombas situadas en parajes cercanos habían provocado idénticas consecuencias en las poblaciones del entorno. Según la investigación que se llevó a cabo, en total fueron necesarios más de 20 kilos de explosivo para derrumbar a los cinco gigantes de hierro. La prensa de la época señala en ese sentido la “llamativa impunidad” con la que actuaron los terroristas, teniendo en cuenta que había desplegadas por la zona varias unidades del Ejército en previsión de posibles atentados terroristas contra la central térmica de Compostilla II, tras el estallido de la primera guerra del Golfo Pérsico.
Pese a los importantes daños sufridos por las torres, estimados en decenas de millones de pesetas, los vecinos sólo notaron altibajos en la corriente, ya que las líneas de alta tensión afectadas no suministraban electricidad a esta pedanía ponferradina, sino que transportaban la energía hasta el territorio gallego, explica Cartón. En ese sentido, la voladura de torretas de alta tensión y los ataques contra otras instalaciones industriales eran una de las principales actividades del Exército Guerrilleiro en aquellos años. Seis meses más tarde, en septiembre de 1991, un ataque similar consiguió dejar sin luz a cerca de 300.000 vecinos en el entorno de la ciudad de Ferrol.
Junto a estos ataques, los casi 100 atentados reivindicados por el Exército Guerrilleiro también tuvieron entre sus objetivos a sucursales bancarias y a dependencias institucionales. Aunque el grupo armado aseguró en diversas ocasiones que arrebatar vidas humanas no estaba entre esos objetivos, la primera víctima de sus acciones se produjo en 1989, cuando un guardia civil fue asesinado en Irixoa (A Coruña) por un comando de la organización. Un año más tarde, dos terroristas y otra persona murieron al detonarse antes de tiempo una bomba colocada en la discoteca Clangor de Santiago de Compostela, propiedad de varios narcotraficantes como Laureano Oubiña o Manuel Charlín.
En el territorio berciano, el Exército Guerrilleiro ya había dejado su carta de presentación un año y medio antes de los atentados que hicieron caer las torres eléctricas. El 8 de agosto de 1989, unos turistas que recorrían el paraje de Las Médulas encontraron en el entorno de la Cuevona un zulo en el que la banda armada almacenaba cerca de 100 kilos de explosivos. 25 años más tarde, el Bierzo volvió a ser escenario de otro episodio relacionado con el terrorismo de raigambre gallega. En esa ocasión, en junio de 2014, la Policía Nacional detuvo en Ponferrada a la integrante de la banda armada Resistencia Galega María Osorio.
Tras las rejas de Alcalá Meco
El punto final a la trayectoria del Exército Guerrilleiro se produjo a finales de 1991. Sólo seis meses después de los atentados contra las torres eléctricas en suelo berciano, el entonces máximo dirigente de la organización, Manuel Chao, fue detenido junto a otras dos activistas en el paso fronterizo de Les (Lleida). Por “avatares de la vida”, explica Cartón, los caminos de ambos acabaron cruzándose.
“Un año después, nos conocimos personalmente, él como interno y yo como funcionario de prisiones en la cárcel de Alcalá Meco”, recuerda el hoy concejal de Seguridad de Ponferrada. Aunque reconoce que a día de hoy no sabe si Chao está vivo o fallecido -ejerce como abogado defensor de varios acusados de la esfera independentista gallega-, Cartón recuerda haber llegado a hablar con él en el interior de la prisión. “Me hablaba de su lucha contra el poder, era un anticapitalista”, señala el edil.
El atentado en Fuentesnuevas nunca apareció como tema en sus esas escasas conversaciones, aunque sí llegaron a hablar “de la voladura del chalet de Fraga”, recuerda Cartón, que se refiere a la bomba que el Exército Guerrileiro colocó en 1988 en una vivienda propiedad del exministro de Información y Turismo del régimen franquista, dos años antes de que se convirtiera en presidente de la Xunta de Galicia.
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