09 julio 2023
Jorge Dezcallar: «Lo esencial respecto al 11M está clarísimo»
El ex director del CNI recuerda con emoción a los agentes muertos en Irak hace 20 años
El 11M prescribirá, definitivamente, dentro de 8 meses, en marzo de 2024
Un monumento con nueve llamas recuerda en la entrada principal del CNI, en la Cuesta de las Perdices, a los miembros del centro que dieron su vida por España. Una de esas llamas no lleva nombre. Está dedicada a todos los que entregaron su vida en secreto. Sus identidades siguen siéndolo. Las otras ocho llevan los nombres de los agentes muertos en Irak en el otoño de 2003. José Antonio Bernal, en Bagdad, el 9 de octubre, y el resto en la emboscada de Latifiya, el 29 de noviembre: Carlos Baró, José Lucas Egea, José Ramón Merino, José Carlos Rodríguez, Alfonso Vega, Luis Ignacio Zanón y Alberto Martínez, el jefe de la misión. Resistieron media hora un brutal ataque que pudo ser seguido, en parte, dramáticamente, en directo desde Madrid. Estaban en misión de reconocimiento previa al relevo inmediato de cuatro de ellos. José Manuel Sánchez Riera fue el único superviviente. Una de las principales salas de reuniones en la sede central del CNI lleva el nombre de ‘Héroes de Irak’ en su honor.
En este 2023 se cumplen 20 años de aquello. Jorge Dezcallar había sido nombrado director del centro dos años antes, en 2001, por José María Aznar. Era el primer director civil de los servicios de inteligencia españoles. Tres meses después de su nombramiento en el mes de junio, los atentados del 11 de septiembre en EEUU situaron al mundo ante la nueva realidad del terrorismo islamista. Por entonces, el CNI era un servicio muy centrado en ETA al que la yihad y el 11M pilló en fuera de juego, como a tantos otros, sin ni siquiera traductores con los que entender las conversaciones que se captaban. Fueron, también, los tiempos de Perejil, el atentado de Casablanca y las provocaciones constantes de Marruecos al gobierno de Aznar. Un cóctel explosivo.
A la luz de la sentencia, Jorge Dezcallar sigue pensando -dice a OKDIARIO- que «lo esencial respecto al 11M está contado», aunque siempre ha reconocido, en entrevistas anteriores, estos años, que el CNI fue «marginado desde el primer momento», dejándoles «en fuera de juego» y «sin información» por parte de la Policía, «que se apoderó de la investigación». Fueron las horas cruciales de la recogida de pruebas, detenciones y arranque de unas pesquisas cuyo hilo llevaría, inexorablemente, a Leganés y a la sentencia final. La Policía asumió la investigación en exclusiva en aquellos días preelectorales con el PP y el PSOE haciendo cálculos en votos.
La sorprendente destrucción ipso facto de los trenes, la famosa mochila que desencadenó la investigación y aquellos choricetes de Lavapiés detenidos enseguida, bien darían para ser (en una novela, por supuesto…) los elementos perfectos de una operación de falsa bandera ejecutada a través de un grupo, mezcla de incautos y fanáticos, creyendo servir a la yihad, pero sirviendo, en realidad, a otro amo.
En marzo próximo, el 11M prescribirá definitivamente al cumplirse 20 años. Al cumplirse 10 años de los atentados, en marzo de 2014, Javier Gómez Bermúdez, el presidente del tribunal que los juzgó, declaró en una entrevista: «Lo que siempre podremos pensar, y es lícito, es que alguien les tuvo que dar la idea [a los autores]. No sabemos quién, pero es que eso queda extramuros del proceso penal. No lo hemos indagado, yo no lo he indagado. ¿Quién le da las ideas de atentar así? Pues no lo sé».
En la entrevista a OKDIARIO con motivo de su nueva novela ‘Operación Falsa Bandera’, y al margen del 11M, Jorge Dezcallar lamenta «haber sabido cosas que desearías no haberte enterado» y que, asegura, «me llevaré a la tumba». El CNI que dirigió Dezcallar ya no es hoy, tampoco, aquel servicio que dedicaba tiempo y recursos a cumplir su obligación de proteger la Jefatura del Estado, pero de los líos personales de un Jefe de Estado desbocado y por libre (salvo, parece, con Aznar que lo ataba más en corto).
«Veinte años no es nada», dice el tango de Gardel y, con todo lo vivido por Dezcallar en el CNI, sin embargo, la tarde del 29 de noviembre de 2003 vuelve a su memoria como si fuera hoy, a modo de película a cámara lenta y con una emoción irrefrenable.
P.- ¿Cómo recuerda la emboscada a sus agentes en Irak?
R.- Como uno de los momentos peores de mi vida. Terrible. Yo estaba en una exposición en la calle Serrano y me sonó el teléfono. Me dijeron que había tiros en la carretera. Salí a la calle para volver al centro. Y recuerdo la imagen de una señora que pasaba con un carrito con un niño, un taxi que se paraba, había gente que caminaba, el niño del carrito lloraba… Y yo, al tiempo, pensaba que estaban matando a mi gente en ese mismo momento en Irak. Estaban muriendo. Fue durísimo. Yo había estado con cuatro de ellos, con el equipo de relevo, cuatro días antes. Y le había dicho al jefe, a Alberto: «Oye, ya has cumplido tu trabajo allí. Te quedan tres o cuatro días, haces el relevo y vuelves. Y no me des disgustos. Te espero sano y salvo aquí». Estaba con sus compañeros y Alberto me contestó: «Director, lo que está escrito está escrito». Eso me dijo. En la puerta de mi despacho. Y yo le dije: «Hombre, no me digas esas cosas, que ya estás tan islamizado que hablas de lo que está escrito, el Maktub, el destino». Y les insistí: «Venga no me deis disgustos y nos vemos pronto». Tres días más tarde estaban muertos. Murieron defendiendo su vida.
P.- Se emociona…
R.- Sí. Claro que me emociono. No pudimos llegar a Bagdad al día siguiente a buscar los cuerpos y los llevaron los americanos a Kuwait. En el aeropuerto de Kuwait, me encontré con Sánchez Riera, que sobrevivió y sólo me decía: «¿Por qué yo estoy vivo y ellos no? ¿Por qué? ¿Por qué ellos y yo no?» Aquella turba iba a lincharle, pero un señor que los demás respetaban, le abrazó y le besó. ¿Por qué? Es una duda que le acompañará siempre. Por qué ellos murieron y él no.
P.- ¿Sabemos todo lo que ocurrió?
R.- Yo sigo sin tenerlo claro. Por una parte, piensas que hubo una delación. Por otra, es verdad que los que festejaban la muerte de nuestros agentes creían que habían matado americanos. Pero una cosa es lo que creía la turba que había ahí y otra lo que pensaba el que ordenó la matanza.
P.- Fueron unos años muy duros. Irak, el 11M, Casablanca, Perejil ¿Hay cosas de las que nunca nos enteraremos?
R.- Lo esencial respecto al 11M está clarísimo.
P.- ¿Y, en general, desde la perspectiva que da tener más información que los demás?
R.- Yo tenía tanta información en aquel momento que, cuando cesé en el centro, estuve tres meses sin ver un telediario ni leer un periódico. Estaba saturado. Y cuando escuchaba tertulianos pontificar, tenía dificultad para entender de qué hablaban. Había un exceso de información. ¿Se sabrá todo? ¿De qué? Depende. Hay cosas que se sabrán y cosas que no. Ha habido atentados que se han evitado y no son conocidos y, desgraciadamente, otros que no se han podido evitar y que han causado una enorme conmoción. Lo que sucedió el 11 de marzo está clarísimamente establecido ya y no hay teorías de conspiración que valgan, ni gente rara. Yo tuve una pelea con un conocido periodista. Y le decía: «¿Por qué publicas esto si sabes que no es verdad?» Me dijo: «La verdad será cuestión tuya. La mía es vender periódicos». Hizo mucho daño porque creó mucha desconfianza en las instituciones y tensión entre españoles. Me daban envidia los americanos después del 11 de septiembre con aquel «United We Stand».
P.- Escribió ‘Valió la pena: una vida entre diplomáticos y espías’ ¿Habrá nuevas memorias? ¿Queda algo por contar?
R.- No. No creo que a la gente le interese mucho mi vida. Uno tiene una dosis de vanidad, como todo el mundo, pero tampoco hay que exagerar. Lo que podía interesar de mi vida lo he contado.
P.- ¿Hay cosas que, al final, uno no puede contar?
R.- Hay cosas que yo no contaré nunca porque no quiero deshacer reputaciones de gente. Hay cosas que te enteras y que no desearías haberte enterado. Y luego ves a un personaje público y dices, bueno, si supieran lo que hay detrás de éste. Pero no lo voy a contar nunca. Hay cosas que no se deben contar. Unas que no puedo por imperativo legal y otras por imperativo ético. Pero sí, efectivamente, uno sabe cosas que me llevaré a la tumba.
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