jueves, 3 de diciembre de 2020

03 diciembre 2020 (3) El País

03 diciembre 2020

 


El testimonio de A3 y los misterios de la casa de Alcanar

La urbanización Montecarlo, a pocos metros de la playa en Alcanar (Tarragona), esconde algunos de los misterios sin resolver de los atentados de Barcelona y Cambrils. ¿Estuvo Driss Oukabir, uno de los principales acusados en el juicio, en la casa ocupada donde la célula almacenaba explosivos? Además de los fallecidos por la explosión la víspera del 17-A y de los autores materiales de la masacre, ¿pasó alguien más por allí? ¿Logró escapar uno de los ocupantes, al volante de una furgoneta, pocos minutos después del accidente que destrozó la vivienda e hirió a más de una decena de vecinos?

Los vecinos de Montecarlo, una urbanización de segundas residencias habitada en su mayoría por franceses, ofrecen respuestas parciales a esas preguntas. Y sus testimonios, escuchados este miércoles en la Audiencia Nacional —con dificultades porque el sonido de las videoconferencias es pésimo— arrojan dudas. También algunas certezas. Por ejemplo: que en las semanas previas al 17 de agosto de 2017, la mayoría de miembros de la célula de Ripoll visitaron la casa, base logística para preparar un gran atentado con bombas en Barcelona. La explosión, que mató al imán de Ripoll Abdelbaki Es Satty y a su primer discípulo, Yousseff Aalla —y que dejó herido al acusado Mohamed Houli— obligó a cambiar los planes.

Los testigos describieron los vehículos aparcados frente a la casa (dos motos, un Audi A3, una furgoneta) y el trasiego constante de “chicos jóvenes” que entraban y salían. Pese al movimiento, su actitud era distante y precavida y no se dejaban ver demasiado. A finales de julio, descargaron una furgoneta. “Cargaban de manera especial: enculaban el vehículo hacia el almacén” para evitar ser vistos, dijo un encargado de mantenimiento. Martine M., vecina, aseguró que les vio meter un “congelador”.

Solo uno de los vecinos identificó, entre los terroristas, a Driss Oukabir, que afronta una petición de la Fiscalía de 36 años de cárcel por organización terrorista, fabricación de explosivos y estragos: el testigo protegido A3. Su aportación es clave para condenarle. Si, como él dice, Driss estuvo en la casa a mediados y finales de julio de 2017, eso le sitúa en contacto con la célula cuando los preparativos para atentar ya estaban muy avanzados. En su declaración, aseguró haberle visto “durmiendo en la terraza de la casa” y también al volante de un Audi A3 (como su código de protegido) con matrícula francesa.

Al abogado de Driss le va la vida de su cliente en ello y por eso intentó poner en aprietos al testigo A3, demostrar que su percepción y el reconocimiento fotográfico que hizo de Driss fueron erróneos. “¿Cómo era la valla?”; “¿cómo le veía, es que estaba siempre mirando?”; “cuando le reconoce en 2018, ¿había visto ya la foto de este señor en televisión?” El presidente del tribunal, Félix Alfonso Guevara, le dejó hacer, pero hasta cierto punto. “No hay que examinar al testigo ni ponerle trampas para ver si cae en alguna. Eso es impertinente y capcioso”.

La mayoría de testigos fueron llamados a petición del abogado de Javier Martínez, el padre del niño de tres años atropellado mortalmente en La Rambla. Martínez cree que la investigación judicial ha dejado muchos interrogantes, sobre todo en torno a la figura del imán de Ripoll y su relación con el CNI. Su defensa percute siempre en ese punto, y este miércoles logró sembrar dudas que, si bien no afectan a lo nuclear del caso, revelan que hay detalles por resolver.

André G., por ejemplo, afirmó que en una ocasión vio en la casa a “un señor con barba blanca”. Ninguno de los terroristas coincide con esa descripción. El abogado le hizo observar una fotografía del sumario en la que aparece un señor con el pelo blanco y le pidió si podía reconocerlo. No pudo. La foto fue hallada entre los escombros de la casa de Alcanar. Los Mossos siguieron la pista a todos esos indicios, pero no pudieron establecer la identidad del individuo.

También resultó inquietante el relato de Gerard G., otro vecino. Apenas tres minutos después de la explosión, ocurrida hacia las 23.30 horas del 16 de agosto, aseguró que vio salir de la urbanización a toda prisa una furgoneta. No pudo ver quién la conducía ni se fijó en cómo era: salió de la casa para atender a los heridos de lo que, pensaba, sería una explosión de gas. Los Mossos tampoco pudieron seguir el rastro de ese individuo, y las cámaras de seguridad de un hotel cercano no ayudaron a determinarlo.

 

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