viernes, 4 de diciembre de 2020

04 diciembre 2020 El País (opinión)

04 diciembre 2020

 


Tras el fantasma del imán de Ripoll

Los expertos cierran el paso a teorías alternativas al declarar que el ADN de la casa de Alcanar donde murió Es Satty y el que se encontró en su casa coinciden

Los atentados de Barceliona y Cambrils de 2017 no son ajenos a la teoría de la conspiración. En su máxima expresión, esa tesis sostiene que el Estado estuvo involucrado en los ataques —o, al menos, los consintió— para frenar el procés independentista en Cataluña. Y que lo hizo a través del enigmático imán de Ripoll, Abdelbaki Es Satty, que había tenido tratos —cuyo alcance no se ha aclarado públicamente— con el CNI. Al contrario de lo que concluyen las evidencias del sumario, sugiere que el imán sigue vivo. 

La muerte de Es Satty centró este jueves la 15ª sesión del juicio por los atentados en la Audiencia Nacional, donde forenses y mossos especializados pudieron explicarse. O lo intentaron: las conexiones por videoconferencia fueron desastrosas (la imagen se congelaba, el sonido era casi imperceptible) y demostraron, una vez más, que la tecnología es una asignatura pendiente de la justicia. 

Los problemas técnicos dificultaron los interrogatorios. “Vamos a formular preguntas concretas, ya ve las dificultades que tenemos”, pidió el presidente del tribunal, Félix Alfonso Guevara, al más interesado en perseguir dudas, contradicciones, incógnitas: el abogado de Javier Martínez, padre del niño de tres años atropellado mortalmente en La Rambla y principal defensor de las teorías alternativas.

Uno de los mossos contó lo esencial: el perfil genético obtenido del fragmento de una oreja recogido en Alcanar —donde Es Satty pasó largas temporadas— coincide con el que se extrajo de objetos encontrados en dos espacios íntimamente ligados al imán. Uno, el piso de Ripoll donde vivió hasta pocas semanas antes de los atentados (dejó su huella genética en la manija de una ventana y en una chilaba de color gris). Y dos, la furgoneta Mercedes de color blanco de su propiedad (la policía halló restos válidos para su análisis en una lata de Coca-Cola y en dos botellas de agua).

Es cierto que los peritos no pudieron afirmar que el ADN se corresponda con la identidad de Es Satty, pero es que no es su tarea. El imán había sido condenado por tráfico de drogas en 2010, pero sus datos genéticos no constaban en ninguna base de datos. Son los Mossos que lideraron la investigación —y con ellos la fiscalía, y el juez instructor, y todas las acusaciones menos una— los que, tras analizar todos los indicios en su poder, llegan a la conclusión de que Es Satty murió en Alcanar. 

Para salir de dudas sobre la cuestión genética, el juez instructor llegó a enviar a Marruecos a dos inspectores de Policía —declaran el próximo día 9 porque ayer, entre conexión y conexión, no hubo tiempo para más— que tomaron muestras de ADN a la madre, un hermano y una de las hijas de Es Satty. El cotejo fue positivo: los perfiles coincidían. La defensa de Martínez, sin embargo, pone en duda el informe forense marroquí porque no cumple los “estándares” mínimos.

El abogado de esta víctima del terrorismo, rota por el dolor, es el diputado de Junts per Catalunya en el Congreso Jaume Alonso-Cuevillas, aunque lo cierto es que no acude prácticamente a ninguna sesión. Lo hace en su lugar Agustí Carles. Sus interrogatorios son muy meditados y están más orientados a despertar dudas que a plantear abiertamente teorías conspiratorias. Ayer lo intentó de nuevo, aunque no tuvo mucho margen de maniobra. Poco antes de las 23.30 del 16 de agosto de 2017, una explosión fortuita hizo volar por los aires la casa de Alcanar, donde la célula terrorista de Ripoll acumulaba cientos de kilos de explosivos para cometer un atentado con bombas en Barcelona. En el accidente murieron, según el sumario judicial, el imán y su primer discípulo, Yousseff Aalla. El acusado Mohamed Houli, que estaba en la casa también, resultó herido.

“¿Alguna de estas dos víctimas podría haber fallecido minutos antes de la explosión?”, preguntó el letrado. “No, las lesiones eran letales. Había humo en los restos de los cadáveres”, contestó la forense Lluïsa Barberà. “¿Pudieron morir por otras causas?”, insistió a otro forense, de nuevo sin éxito. “No; si no, constaría en el informe”, le contestó.

Tal vez Es Satty, en caso de seguir vivo, podría aclarar las dudas. Mientras algunos perseguían a su fantasma, otras presencias en la sala fueron obviadas. Como la de una madre italiana que perdió a su pareja en La Rambla la tarde del 17 de agosto de 2017. Paseaba con él y sus dos hijos. El mayor de ellos no olvida al padre y, por ahora, no está para distinciones: “Odia a los musulmanes”, resumió la mujer.

Opinión:

El artículo sirve para poner sobre la mesa una cuestión muy poco conocida. Se define a Javier Martínez como “víctima del terrorismo” aunque lo más correcto sería definirle como “padre de una víctima del terrorismo”.

No podemos obviar que Javier no se encontraba en el lugar de los hechos (donde sí estaban la mamá de Xavi, Silvia y su hermanita Marina). Pero Javier, al no estar en el lugar de los hechos cuando estos ocurrieron, no está considerado como víctima del terrorismo.

No es ningún error. Es el criterio que sigue la administración competente en la atención a las víctimas del terrorismo que tenemos en este país. Solo en el caso de que Javier desarrollara algún tipo de secuela psicológica que fuera relacionada con la muerte de su hijo en el atentado, podría optar a conseguir ese “reconocimiento oficial” como víctima del terrorismo.

Y no es el único ejemplo: los padres de Silvia y Jordi, asesinados en Hipercor en junio de 1987, tendrían mucho que explicar al respecto. Aunque también se da la circunstancia de que hay quien sin sufrir una sola herida física en un atentado y presentando una dolencia en un oído más de veinte años después, ha conseguido ese reconocimiento y una incapacidad en grado de absoluta.

Luego dirán que no hay “víctimas” de primera división y de tercera regional…

 

 

 

 

 

 

 

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