12 junio 2016
La vida
secreta de un fugitivo de Fuerza Nueva en Brasil
EL
PAÍS localiza en São Paulo a José de las Heras, cerebro de un grupo de extrema
derecha que protagonizó decenas de atentados y tres asesinatos
José de las Heras Hurtado, cerebro del grupo de extrema
derecha Frente de la Juventud ,
escisión violenta de Fuerza Nueva cuyos miembros perpetraron asesinatos,
asaltos y secuestros durante la
Transición , se oculta desde hace tres décadas en Brasil. El
ultra ha conseguido eludir durante este tiempo tres
órdenes internacionales de busca y captura, una de ellas por asesinato.
EL
PAÍS ha localizado a este fugitivo de 72 años en un suburbio de Guarujá, municipio
de 300.000 habitantes situado a hora y media en coche de São Paulo. De las
Heras fue considerado antes de abandonar España el instigador de una decena de
atentados protagonizados por las tramas negras de la extrema derecha. El
grupúsculo vinculado a este abogado arrastra tres muertes y decenas de heridos.
La
milicia neofascista del ultra incluyó en sus filas a Pedro Bel Fernández,
Rafael Gómez Álvarez y Ramiro Rodríguez-Borlado, condenados a 30 años de
prisión por el envío de la carta-bomba que mató en 1978 al conserje de este
periódico Andrés Fraguas, de 19 años.
- ¿Es usted José de las Heras
Hurtado?
-
Sí…. Son los primeros en llegar. ¿Cómo me han localizado?
El
encuentro se produce a primera hora de la tarde. El escenario es un austero
restaurante que el ultra regenta en el barrio Balneario Mar Casado de Guarujá.
El pequeño local acoge ocho mesas vacías situadas en los bajos de su vivienda.
La secuencia se desarrolla en el corazón de un arrabal de casas bajas y
callejuelas sin asfaltar gobernado por traficantes de armas y drogas.
De
las Heras viste chaleco gris de lana, camisa blanca de lino de manga corta,
deportivas y vaqueros. Se coloca las gafas y observa dubitativo a los
visitantes. En un relato cargado de contradicciones, negativas y silencios,
exhibe sin pudor que no renuncia a sus convicciones ultraderechistas. “Nunca me
he arrepentido de mi decisión (la fuga). Uno es responsable de sus actos. Yo
decidí esta vida”.
El ultra huyó de España en 1984. Dejó en
Madrid a su mujer y a sus dos hijos, de 9 y 5 años. También a los clientes de
su despacho de abogados de la calle General Pardiñas, en el madrileño Barrio de
Salamanca. Aterrizó en Río de Janeiro procedente de Portugal cuando arrancaba
en la Audiencia
Nacional el juicio por el atentado contra el bar El Parnasillo de
Madrid, donde estaba procesado por asesinato. La acusación particular
representada por Cristina Almeida pedía para él 163 años de prisión por
considerarle el jefe de la banda. Una bomba con varios kilos de Goma 2 mató en
1979 en este local a Salomé Alonso Varela, de 28 años, e hirió de gravedad a su
marido, el abogado Jesús Cañedo. Otras diez personas sufrieron lesiones tras la
explosión. El bar era frecuentado por letrados de Comisiones Obreras.
“Cuando
llegué a Brasil, a las 10.30 horas, comenzaba
en España mi juicio. Me reí a carcajadas. ¡Yo estaba en Río de Janeiro,
Brasil! ¿Caerme a mí 20 años de cárcel?, ¿tirarme 20 ó 25 años de mi vida en
una prisión? No, bajo ningún concepto. Yo amo la libertad”, afirma sin
complejos este letrado natural de Toledo, que llegó a ser secretario general de
Fuerza Nueva con Blas Piñar, , único
dirigente de la extrema derecha que ocupó un escaño en el Congreso de los
Diputados.
De
las Heras intenta justificar sus tres décadas como fugitivo. Su última orden de
busca y captura por asesinato caducó por prescripción el 21 de junio de 2013.
“Me fui porque me dijeron: tu caso está prejuzgado, te van a condenar seguro.
Personas próximas a la judicatura y al Ejército me lo recomendaron. Se lo consulté
a mi padre, que también era abogado, y lo comprendió”.
La
investigación judicial sobre el atentado
contra el bar El Parnasillo señaló a este fugitivo, descrito en las
crónicas de la época como supuesto confidente de la Policía , como el hombre
que presentó a la persona que entregó el explosivo Goma 2 a los autores materiales del
atentado: Bel Fernández, Rodriguez-Borlado y Gómez Álvarez. Estos tres ultras
fueron precisamente los autores del envío de la carta-bomba contra la sede de
EL PAÍS en 1978. “Que yo les presentara no significa nada. No tuve nada que ver
con ese atentado. Poner una bomba es de cobardes. Yo defiendo la violencia
directa. Si tengo que pegar un tiro a alguien, se lo pego. Me gusta dar la
cara”.
De
las Heras niega conocer a los autores de los atentados contra El Parnasillo, EL
PAÍS, y una decena de objetivos atacados con explosivos. El currículum de la
banda incluye también las bombas colocadas en el Club de Amigos de la Unesco , una sede de la CNT , el chalé de los cantantes
Víctor Manuel y Ana Belén en Torrelodones (Madrid), la Asociación Proderechos
humanos de España y ocho librerías, entre otros. Pero la historia le desmiente.
La Policía le
situó como cerebro e instigador de este grupo clandestino. Además, el ultra
escondido en Brasil fue detenido por primera vez en 1981 junto a ellos. En la
redada, también cayó Leocadio Jiménez Caravaca, condenado por la matanza de
Atocha que en 1977 causó la muerte de cinco abogados laboralistas. Militantes
del Frente de la Juventud ,
una legión de tendencia nazi de solo 150 personas, desmienten a De las Heras.
“Él era el presidente y nos decía qué teníamos que hacer”, afirma uno de ellos
refiriéndose a diversos actos violentos.
Los
chicos de De las Heras vestían pantalón, camisa y boina azul. El grupo estaba
implantado en Madrid, Valencia, Valladolid, Ávila y Segovia. Más de la mitad de
los atentados terroristas cometidos por las tramas negras en las tres primeras
poblaciones se atribuyeron al Frente de la Juventud , que operó con ese nombre entre 1979 y
1981.
El
prófugo tenía múltiples y poderosos apoyos no solo en los aparatos del Estado
de España , sino fuera del país. Durante sus años como secretario general de
Fuerza Nueva, tejió una red de contactos con la extrema derecha europea y
latinoamericana. Llegó a Brasil con cartas de recomendación para residir en
Chile y Paraguay, arropado por las dictaduras de Augusto Pinochet y Alfredo
Stroessner, el mismo refugio que utilizaron otros ultras y criminales como
Emilio Hellín, el asesino de la joven estudiante Yolanda González. Sin embargo,
creyó que Brasil era un lugar más seguro.
Asegura que rechazó un trabajo como gerente en una empresa
pesquera en Brasilia propiedad de un español cuya identidad oculta, pero acabó
de cocinero en un gran hotel de São Paulo. Presume que durante los primeros
años de su fuga viajó por Brasil sin que saltaran las alarmas de Interpol.
“¿Interpol en Brasil? Ja, ja, ja. Nadie vino a buscarme”. Admite que ha roto
con todo: familia, amigos, trabajo. Dice ser solo fiel a sus ideas y no las
oculta: “Si el 23-F entramos nosotros en el Congreso, habríamos matado a
gente y el golpe habría triunfado. Pero eligieron a Tejero, a un caballero”.
Dos
policías del barrio irrumpen en el local y le preguntan si está todo en orden.
Desde hace dos días han observado la presencia de un coche desconocido. “¿Ese
coche plateado que estaba esta mañana en la esquina es vuestro? ¡Qué locura! La
semana pasada le volaron la cabeza con un fusil a un joven que aguardaba dentro
de un vehículo en esta misma zona. Este es un barrio muy violento, hay muchos
traficantes de armas y drogas. Aquí te pegan un tiro en cualquier esquina.
Sobre todo a gente desconocida como ustedes”, afirma el ultra.
De
las Heras confiesa ante la mirada de su actual esposa brasileña, una mujer de
unos 40 años, que no piensa en regresar a España. “Estoy viviendo en una
favela, pero los vecinos me aprecian y respetan”, dice. Se presenta como uno más
en la comunidad. Cada día, sobre las nueve de la mañana, sale de su vivienda,
una de las más grandes y confortables del barrio, camina en busca de un taxi y
acude al mercado a comprar el menú de su restaurante.
Su
vida nada tiene que ver con el protagonismo de la Transición. Entonces ,
fue delegado del SEU, sindicato de estudiantes falangista, y mantuvo contactos
con el grupúsculo neonazi CEDADE (Círculo
Europeo de Amigos de Europa). También estrechó lazos con los neofascistas del
Movimiento Social Italiano (MSI), el Frente Nacional Francés y buena parte de
la extrema derecha latinoamericana. Habla con naturalidad y afecto del policía
torturador Antonio González Pacheco, Billy
el Niño,- “una gran persona”- y de Juan García Carrés, dirigente
del sindicato vertical franquista implicado en el 23F , al que llama “Juanito”.
¿Conoce usted a Emilio Hellín? “No…. ¿Qué hizo ese?”
El
que fuera hasta 1978 secretario general de Fuerza Nueva admite con una leve sonrisa
que no cuenta todo lo que sabe. “Yo entonces era un idiota. Cuando pasas de la
teoría a la acción, cuando te comprometes se cometen muchos errores”, reconoce
este hombre que antes de huir de España pasó dos meses por prisión, una de
ellas por posesión de armas.
- ¿Es suya la cuenta en Facebook
que muestra una escultura?
De
las Heras tarda unos segundos en responder. Medita. Es una de las pocas
preguntas que le hacen dudar. “Sí… lo confieso. Me gusta esa imagen. La cuenta
es mía”. El perfil de nula actividad de este hombre huido de la Justicia española durante
más de 30 años exhibe El Portador de la
Antorcha , una escultura de 1942 de Arno Braker,
uno de los artistas preferidos de Adolf Hitler. La imagen del atleta
representaba el espíritu del Partido Nazi y es desde hace décadas uno de los
iconos de la ultraderecha.
La secuencia se
desarrolla a primera hora. Tres empleados de EL PAÍS clasifican la
correspondencia en un despacho de la cuarta planta del periódico. Son los
conserjes Andrés Fraguas y Carlos Barranco y el jefe departamento, Juan Antonio
Sampedro. Un paquete amarillo envuelto con una etiqueta blanca, atado con finas
cuerdas rojas y con el anagrama de IBM, concita sus miradas. El bulto tiene un
orificio por el que salen cables. El envío se dirige al redactor jefe de
mañana, Julián García Candau. Sampedro desliza unos milímetros la tapa. Y un
potente zambombazo inunda de humo la escena. La explosión le arranca la mano
izquierda y le revienta la masa intestinal. Sobrevive. Su compañero Fraguas,
con los pulmones destrozados, muere horas después. Tenía 19 años.
La
noticia más trágica de la historia de este periódico se escribió el 31 de
octubre de 1978. Un atentado perpetrado el día anterior por la extrema derecha
mutiló la vida del joven conserje Andrés Fraguas. La Audiencia Nacional
condenó por este hecho a 30 años de prisión a los ultraderechistas Pedro Bel
Fernández, Rafael Gómez Álvarez y Ramiro Rodríguez-Borlado.
Los
tres formaron parte de la camada fascista pilotada por el fugitivo José de las
Heras Hurtado. Y juntos participaron en 1979 en el atentado contra el bar El Parnasillo de Madrid, donde estuvo procesado por
asesinato el español escondido en Brasil. De las Heras nunca fue juzgado, ya
que se fugó en 1984 antes de que arrancara el juicio en la Audiencia Nacional.
La
mano de algunos de los cachorros del fugitivo –la mayoría, veinteañeros-
perpetró entre 1977 y 1984 los episodios más célebres de las tramas negras de
la extrema derecha en la
Transición.
El
mendigo Luis Arribas Santamaría descansaba en un banco del corazón de Madrid.
Eran las dos de la madrugada del 5 de julio de 1981. El vagabundo estiró sus
piernas sobre la calzada. Pedro Bel, que había salido a tomar la última copa
con su camarada Rafael Gómez, apreció el movimiento. Y sin mediar palabra, le
descerrajó un tiro en la cabeza. El indigente, de 49 años, murió cuatro horas
después.
Carlos
Idígoras Navarrete había aprobado unas oposiciones de RENFE. Salió para
celebrarlo con sus amigos por el madrileño barrio de Argüelles. Corría la noche
del 7 de junio de 1981. Gómez y otros tres ultras le metieron en su coche para
darle una paliza. Minutos después, recibía dos tiros mortales en la cabeza. La
policía incautó el revólver, un Astra del calibre 38, en casa del primero.
Félix
Sanz Arroyo solo era un camarero de 23 años que circulaba por Madrid con su
Renault R4 el 26 de julio de 1981. Se cruzó con el Seat 127 de los ultras, que
le obstaculizaba el paso. Y pidió que apartaran el vehículo. Tenía poca
gasolina. La sugerencia no gustó a Gómez, que le descerrajó un tiro a unos
centímetros de la cabeza. El disparo le causó heridas en la mandíbula. Necesitó
281 días para curarse.
El
currículum de esta milicia fascista incluyó también atentados con bombas en las
librerías madrileñas Fórum y Exprés, acusadas de vender “libros marxistas”. Y
la colocación de un explosivo con 30 cartuchos de 150 gramos de amonita en
la federación local de CNT de Madrid. Estos atentados no causaron muertes.
Gómez
y Rodríguez-Borlado también manipularon los dos kilos de Goma 2 colocados en el
chalé del cantante Víctor Manuel San José en Torrelodones (Madrid). “Víctor
Manuel era comunista”, explicaron después para justificar este atentado sin
víctimas. Menos suerte tuvieron los trabajadores del Club de Amigos de la Unesco. Rodríguez-Borlado
envió a su sede de Madrid –“una tapadera de marxistas”- una cajita de madera
envuelta con una cuerda. El paquete camuflaba 250 gramos de Goma 2. La
explosión arrancó la mano izquierda del interventor del organismo y provocó la
pérdida de visión de la bibliotecaria.
“PUDO SER UNA MATANZA TERRIBLE”
“Acababan de inaugurar el aire acondicionado. Pudo ser una
matanza terrible. Estábamos casi todos dentro. Salomé murió en el acto. Yo
estaba en el baño y me cayó el techo de escayola”, recuerda Carmen Cañedo,
testigo presencial y cuñada de la víctima del atentado protagonizado por
miembros del Frente de la
Juventud contra el bar El Parnasillo en 1979 en la madrileña
calle del barrio de Manuela Malasaña. Los autores (los mismos que atentaron
antes contra EL PAÍS) habían escogido el bar porque, según declararon, lo
frecuentaban “marxistas, anarquistas y drogadictos”.
“La mayoría éramos letrados. Jesús y Salomé acababan de llegar
de viaje de Yugoslavia. Estaban recién casados. Cenamos todos juntos y
decidimos ir a El Parnasillo. Era un bar de progres, de gente del PCE. Casi
teníamos relación con los fallecidos en el atentado de Atocha”, rememora.
¿Se hizo justicia? “Se hizo la justicia máxima que se podía
hacer en España en aquel momento. Fueron años trágicos. Tenemos la sensación de
que aquel fue el peaje que pagamos”, sentencia la abogada.
Opinión:
Leer estas noticias sobre
terroristas que viven en otros países ya no es ninguna novedad. Si me entero
que unos están en el extranjero porque han cumplido su condena, por mucho que
me pueda molestar no puedo protestar ni mucho menos utilizar la cuestión
políticamente. Sólo queda el derecho al pataleo y pensar que cierto tipo de
terrorismo no vuelva a suceder.
Pero cuando el asunto se relaciona
con terroristas que no han cumplido la condena, mi opinión cambia y sólo puedo
exigir que sean detenidos y que la ley caiga sobre ellos como lo que son.
No hay comentarios:
Publicar un comentario