martes, 14 de junio de 2016

12 junio 2016 El País (opinión)

12 junio 2016 



La vida secreta de un fugitivo de Fuerza Nueva en Brasil

EL PAÍS localiza en São Paulo a José de las Heras, cerebro de un grupo de extrema derecha que protagonizó decenas de atentados y tres asesinatos
José de las Heras Hurtado, cerebro del grupo de extrema derecha Frente de la Juventud, escisión violenta de Fuerza Nueva cuyos miembros perpetraron asesinatos, asaltos y secuestros durante la Transición, se oculta desde hace tres décadas en Brasil. El ultra ha conseguido eludir durante este tiempo tres órdenes internacionales de busca y captura, una de ellas por asesinato.

EL PAÍS ha localizado a este fugitivo de 72 años en un suburbio de Guarujá, municipio de 300.000 habitantes situado a hora y media en coche de São Paulo. De las Heras fue considerado antes de abandonar España el instigador de una decena de atentados protagonizados por las tramas negras de la extrema derecha. El grupúsculo vinculado a este abogado arrastra tres muertes y decenas de heridos.

La milicia neofascista del ultra incluyó en sus filas a Pedro Bel Fernández, Rafael Gómez Álvarez y Ramiro Rodríguez-Borlado, condenados a 30 años de prisión por el envío de la carta-bomba que mató en 1978 al conserje de este periódico Andrés Fraguas, de 19 años.

- ¿Es usted José de las Heras Hurtado?
- Sí…. Son los primeros en llegar. ¿Cómo me han localizado?

El encuentro se produce a primera hora de la tarde. El escenario es un austero restaurante que el ultra regenta en el barrio Balneario Mar Casado de Guarujá. El pequeño local acoge ocho mesas vacías situadas en los bajos de su vivienda. La secuencia se desarrolla en el corazón de un arrabal de casas bajas y callejuelas sin asfaltar gobernado por traficantes de armas y drogas.

De las Heras viste chaleco gris de lana, camisa blanca de lino de manga corta, deportivas y vaqueros. Se coloca las gafas y observa dubitativo a los visitantes. En un relato cargado de contradicciones, negativas y silencios, exhibe sin pudor que no renuncia a sus convicciones ultraderechistas. “Nunca me he arrepentido de mi decisión (la fuga). Uno es responsable de sus actos. Yo decidí esta vida”.

El ultra huyó de España en 1984. Dejó en Madrid a su mujer y a sus dos hijos, de 9 y 5 años. También a los clientes de su despacho de abogados de la calle General Pardiñas, en el madrileño Barrio de Salamanca. Aterrizó en Río de Janeiro procedente de Portugal cuando arrancaba en la Audiencia Nacional el juicio por el atentado contra el bar El Parnasillo de Madrid, donde estaba procesado por asesinato. La acusación particular representada por Cristina Almeida pedía para él 163 años de prisión por considerarle el jefe de la banda. Una bomba con varios kilos de Goma 2 mató en 1979 en este local a Salomé Alonso Varela, de 28 años, e hirió de gravedad a su marido, el abogado Jesús Cañedo. Otras diez personas sufrieron lesiones tras la explosión. El bar era frecuentado por letrados de Comisiones Obreras.

“Cuando llegué a Brasil, a las 10.30 horas, comenzaba en España mi juicio. Me reí a carcajadas. ¡Yo estaba en Río de Janeiro, Brasil! ¿Caerme a mí 20 años de cárcel?, ¿tirarme 20 ó 25 años de mi vida en una prisión? No, bajo ningún concepto. Yo amo la libertad”, afirma sin complejos este letrado natural de Toledo, que llegó a ser secretario general de Fuerza Nueva con Blas Piñar, , único dirigente de la extrema derecha que ocupó un escaño en el Congreso de los Diputados.

De las Heras intenta justificar sus tres décadas como fugitivo. Su última orden de busca y captura por asesinato caducó por prescripción el 21 de junio de 2013. “Me fui porque me dijeron: tu caso está prejuzgado, te van a condenar seguro. Personas próximas a la judicatura y al Ejército me lo recomendaron. Se lo consulté a mi padre, que también era abogado, y lo comprendió”.

La investigación judicial sobre el atentado contra el bar El Parnasillo señaló a este fugitivo, descrito en las crónicas de la época como supuesto confidente de la Policía, como el hombre que presentó a la persona que entregó el explosivo Goma 2 a los autores materiales del atentado: Bel Fernández, Rodriguez-Borlado y Gómez Álvarez. Estos tres ultras fueron precisamente los autores del envío de la carta-bomba contra la sede de EL PAÍS en 1978. “Que yo les presentara no significa nada. No tuve nada que ver con ese atentado. Poner una bomba es de cobardes. Yo defiendo la violencia directa. Si tengo que pegar un tiro a alguien, se lo pego. Me gusta dar la cara”.
De las Heras niega conocer a los autores de los atentados contra El Parnasillo, EL PAÍS, y una decena de objetivos atacados con explosivos. El currículum de la banda incluye también las bombas colocadas en el Club de Amigos de la Unesco, una sede de la CNT, el chalé de los cantantes Víctor Manuel y Ana Belén en Torrelodones (Madrid), la Asociación Proderechos humanos de España y ocho librerías, entre otros. Pero la historia le desmiente. La Policía le situó como cerebro e instigador de este grupo clandestino. Además, el ultra escondido en Brasil fue detenido por primera vez en 1981 junto a ellos. En la redada, también cayó Leocadio Jiménez Caravaca, condenado por la matanza de Atocha que en 1977 causó la muerte de cinco abogados laboralistas. Militantes del Frente de la Juventud, una legión de tendencia nazi de solo 150 personas, desmienten a De las Heras. “Él era el presidente y nos decía qué teníamos que hacer”, afirma uno de ellos refiriéndose a diversos actos violentos.

Los chicos de De las Heras vestían pantalón, camisa y boina azul. El grupo estaba implantado en Madrid, Valencia, Valladolid, Ávila y Segovia. Más de la mitad de los atentados terroristas cometidos por las tramas negras en las tres primeras poblaciones se atribuyeron al Frente de la Juventud, que operó con ese nombre entre 1979 y 1981.

El prófugo tenía múltiples y poderosos apoyos no solo en los aparatos del Estado de España , sino fuera del país. Durante sus años como secretario general de Fuerza Nueva, tejió una red de contactos con la extrema derecha europea y latinoamericana. Llegó a Brasil con cartas de recomendación para residir en Chile y Paraguay, arropado por las dictaduras de Augusto Pinochet y Alfredo Stroessner, el mismo refugio que utilizaron otros ultras y criminales como Emilio Hellín, el asesino de la joven estudiante Yolanda González. Sin embargo, creyó que Brasil era un lugar más seguro.

Asegura que rechazó un trabajo como gerente en una empresa pesquera en Brasilia propiedad de un español cuya identidad oculta, pero acabó de cocinero en un gran hotel de São Paulo. Presume que durante los primeros años de su fuga viajó por Brasil sin que saltaran las alarmas de Interpol. “¿Interpol en Brasil? Ja, ja, ja. Nadie vino a buscarme”. Admite que ha roto con todo: familia, amigos, trabajo. Dice ser solo fiel a sus ideas y no las oculta: “Si el 23-F entramos nosotros en el Congreso, habríamos matado a gente y el golpe habría triunfado. Pero eligieron a Tejero, a un caballero”.

Dos policías del barrio irrumpen en el local y le preguntan si está todo en orden. Desde hace dos días han observado la presencia de un coche desconocido. “¿Ese coche plateado que estaba esta mañana en la esquina es vuestro? ¡Qué locura! La semana pasada le volaron la cabeza con un fusil a un joven que aguardaba dentro de un vehículo en esta misma zona. Este es un barrio muy violento, hay muchos traficantes de armas y drogas. Aquí te pegan un tiro en cualquier esquina. Sobre todo a gente desconocida como ustedes”, afirma el ultra.

De las Heras confiesa ante la mirada de su actual esposa brasileña, una mujer de unos 40 años, que no piensa en regresar a España. “Estoy viviendo en una favela, pero los vecinos me aprecian y respetan”, dice. Se presenta como uno más en la comunidad. Cada día, sobre las nueve de la mañana, sale de su vivienda, una de las más grandes y confortables del barrio, camina en busca de un taxi y acude al mercado a comprar el menú de su restaurante. 

Su vida nada tiene que ver con el protagonismo de la Transición. Entonces, fue delegado del SEU, sindicato de estudiantes falangista, y mantuvo contactos con el grupúsculo neonazi CEDADE (Círculo Europeo de Amigos de Europa). También estrechó lazos con los neofascistas del Movimiento Social Italiano (MSI), el Frente Nacional Francés y buena parte de la extrema derecha latinoamericana. Habla con naturalidad y afecto del policía torturador Antonio González Pacheco, Billy el Niño,- “una gran persona”- y de Juan García Carrés, dirigente del sindicato vertical franquista implicado en el 23F, al que llama “Juanito”. ¿Conoce usted a Emilio Hellín? “No…. ¿Qué hizo ese?”

El que fuera hasta 1978 secretario general de Fuerza Nueva admite con una leve sonrisa que no cuenta todo lo que sabe. “Yo entonces era un idiota. Cuando pasas de la teoría a la acción, cuando te comprometes se cometen muchos errores”, reconoce este hombre que antes de huir de España pasó dos meses por prisión, una de ellas por posesión de armas.

- ¿Es suya la cuenta en Facebook que muestra una escultura?

De las Heras tarda unos segundos en responder. Medita. Es una de las pocas preguntas que le hacen dudar. “Sí… lo confieso. Me gusta esa imagen. La cuenta es mía”. El perfil de nula actividad de este hombre huido de la Justicia española durante más de 30 años exhibe El Portador de la Antorcha, una escultura de 1942 de Arno Braker, uno de los artistas preferidos de Adolf Hitler. La imagen del atleta representaba el espíritu del Partido Nazi y es desde hace décadas uno de los iconos de la ultraderecha.


La secuencia se desarrolla a primera hora. Tres empleados de EL PAÍS clasifican la correspondencia en un despacho de la cuarta planta del periódico. Son los conserjes Andrés Fraguas y Carlos Barranco y el jefe departamento, Juan Antonio Sampedro. Un paquete amarillo envuelto con una etiqueta blanca, atado con finas cuerdas rojas y con el anagrama de IBM, concita sus miradas. El bulto tiene un orificio por el que salen cables. El envío se dirige al redactor jefe de mañana, Julián García Candau. Sampedro desliza unos milímetros la tapa. Y un potente zambombazo inunda de humo la escena. La explosión le arranca la mano izquierda y le revienta la masa intestinal. Sobrevive. Su compañero Fraguas, con los pulmones destrozados, muere horas después. Tenía 19 años.
La noticia más trágica de la historia de este periódico se escribió el 31 de octubre de 1978. Un atentado perpetrado el día anterior por la extrema derecha mutiló la vida del joven conserje Andrés Fraguas. La Audiencia Nacional condenó por este hecho a 30 años de prisión a los ultraderechistas Pedro Bel Fernández, Rafael Gómez Álvarez y Ramiro Rodríguez-Borlado.
Los tres formaron parte de la camada fascista pilotada por el fugitivo José de las Heras Hurtado. Y juntos participaron en 1979 en el atentado contra el bar El Parnasillo de Madrid, donde estuvo procesado por asesinato el español escondido en Brasil. De las Heras nunca fue juzgado, ya que se fugó en 1984 antes de que arrancara el juicio en la Audiencia Nacional.
La mano de algunos de los cachorros del fugitivo –la mayoría, veinteañeros- perpetró entre 1977 y 1984 los episodios más célebres de las tramas negras de la extrema derecha en la Transición.
El mendigo Luis Arribas Santamaría descansaba en un banco del corazón de Madrid. Eran las dos de la madrugada del 5 de julio de 1981. El vagabundo estiró sus piernas sobre la calzada. Pedro Bel, que había salido a tomar la última copa con su camarada Rafael Gómez, apreció el movimiento. Y sin mediar palabra, le descerrajó un tiro en la cabeza. El indigente, de 49 años, murió cuatro horas después.
Carlos Idígoras Navarrete había aprobado unas oposiciones de RENFE. Salió para celebrarlo con sus amigos por el madrileño barrio de Argüelles. Corría la noche del 7 de junio de 1981. Gómez y otros tres ultras le metieron en su coche para darle una paliza. Minutos después, recibía dos tiros mortales en la cabeza. La policía incautó el revólver, un Astra del calibre 38, en casa del primero.
Félix Sanz Arroyo solo era un camarero de 23 años que circulaba por Madrid con su Renault R4 el 26 de julio de 1981. Se cruzó con el Seat 127 de los ultras, que le obstaculizaba el paso. Y pidió que apartaran el vehículo. Tenía poca gasolina. La sugerencia no gustó a Gómez, que le descerrajó un tiro a unos centímetros de la cabeza. El disparo le causó heridas en la mandíbula. Necesitó 281 días para curarse.
El currículum de esta milicia fascista incluyó también atentados con bombas en las librerías madrileñas Fórum y Exprés, acusadas de vender “libros marxistas”. Y la colocación de un explosivo con 30 cartuchos de 150 gramos de amonita en la federación local de CNT de Madrid. Estos atentados no causaron muertes.
Gómez y Rodríguez-Borlado también manipularon los dos kilos de Goma 2 colocados en el chalé del cantante Víctor Manuel San José en Torrelodones (Madrid). “Víctor Manuel era comunista”, explicaron después para justificar este atentado sin víctimas. Menos suerte tuvieron los trabajadores del Club de Amigos de la Unesco. Rodríguez-Borlado envió a su sede de Madrid –“una tapadera de marxistas”- una cajita de madera envuelta con una cuerda. El paquete camuflaba 250 gramos de Goma 2. La explosión arrancó la mano izquierda del interventor del organismo y provocó la pérdida de visión de la bibliotecaria.





“PUDO SER UNA MATANZA TERRIBLE”

“Acababan de inaugurar el aire acondicionado. Pudo ser una matanza terrible. Estábamos casi todos dentro. Salomé murió en el acto. Yo estaba en el baño y me cayó el techo de escayola”, recuerda Carmen Cañedo, testigo presencial y cuñada de la víctima del atentado protagonizado por miembros del Frente de la Juventud contra el bar El Parnasillo en 1979 en la madrileña calle del barrio de Manuela Malasaña. Los autores (los mismos que atentaron antes contra EL PAÍS) habían escogido el bar porque, según declararon, lo frecuentaban “marxistas, anarquistas y drogadictos”.
“La mayoría éramos letrados. Jesús y Salomé acababan de llegar de viaje de Yugoslavia. Estaban recién casados. Cenamos todos juntos y decidimos ir a El Parnasillo. Era un bar de progres, de gente del PCE. Casi teníamos relación con los fallecidos en el atentado de Atocha”, rememora.
¿Se hizo justicia? “Se hizo la justicia máxima que se podía hacer en España en aquel momento. Fueron años trágicos. Tenemos la sensación de que aquel fue el peaje que pagamos”, sentencia la abogada.


Opinión:

Leer estas noticias sobre terroristas que viven en otros países ya no es ninguna novedad. Si me entero que unos están en el extranjero porque han cumplido su condena, por mucho que me pueda molestar no puedo protestar ni mucho menos utilizar la cuestión políticamente. Sólo queda el derecho al pataleo y pensar que cierto tipo de terrorismo no vuelva a suceder.
Pero cuando el asunto se relaciona con terroristas que no han cumplido la condena, mi opinión cambia y sólo puedo exigir que sean detenidos y que la ley caiga sobre ellos como lo que son.




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