17 marzo 2021
«Necesitamos que aflore la verdad para devolverle a Mikel su dignidad»
Idoia Zabalza Hermana de Mikel Zabalza
Idoia Zabalza convive con la amarga sensación de estar siempre en el mismo punto de partida. Han pasado ya 35 años desde que su hermano Mikel apareció muerto, esposado y flotando en aguas del río Bidasoa veinte días después de ser detenido por la Guardia Civil. Desde entonces, ella y su familia luchan por que se reconozca que Mikel fue torturado en Intxaurrondo hasta su muerte. Los audios que acaban de salir a la luz entre el excoronel del CESID, Juan Alberto Perote, y el entonces capitán de la Guardia Civil Pedro Gómez Nieto son reveladores:
–Perote: El tema de Zabalza está muy feo.
–Gómez Nieto: Sí, muy mal (...) Un juicio así rápido mío de valores es que se les ha ido la mano, que se les ha quedado en el interrogatorio.
–Perote: ¿Tú crees que se les murió en Intxaurrondo?
–Gómez Nieto: Sí, mi impresión es que en el interrogatorio, posiblemente fue una parada cardiaca como consecuencia de la bolsa de plástico en la cabeza.
–Han pasado 35 años y el nombre Mikel vuelve a estar en boca de todos por estos audios... ¿Qué se le remueve por dentro?
–Nos sentimos en el mismo punto. Cada vez es más patente que lo que ocurrió en Intxaurrondo, y lo que siempre hemos defendido, era verdad. Ahora todo el mundo lo ha podido escuchar, pero a pesar de lo evidente y del peso que tienen los audios, no sabemos a dónde nos va a conducir todo esto.
–¿Era la primera vez que los escuchaba?
–Ya los conocía. Había leído las transcripciones cuando estuvo el sumario abierto, pero el equipo del documental ‘Non dago Mikel?’ consiguió los audios y fue en ese momento cuando los oí.
–¿Y qué sintió cuando escuchó a altos cargos de la Guardia Civil reconocer las torturas?
–No escuché detalles nuevos que no supiese. Pero no es lo mismo leerlo en un papel que oírlo de viva voz. Y, sobre todo, escuchar la naturalidad y frialdad con la que hablaban, con esa cotidianidad de lo que significaba torturar.
–¿Tiene esperanzas de que estas grabaciones reabran el caso?
–Vamos a pelear para reabrir el caso. Pero parece que no hay voluntad política para ello. Además, los audios estuvieron en manos de un juez y no se admitieron como prueba. Ahí hay un velo de silencio e impunidad que no se puede romper. No sé qué tiene que ocurrir para derribar ese muro.
–¿Por qué cree que existe esa negativa a reconocer la verdad?
–Lo que sospecho es que hay muchos agentes implicados, porque la tortura ha sido una práctica sistemática y hay muchos favores que devolver y personas que proteger. Aún está ese ‘establishment’ que, igual cuando desaparezca, podremos saber algo. Pero es difícil luchar contra todo eso.
–Sin embargo, cada vez hay más presión mediática para que se esclarezca la muerte de Mikel...
–Sí. Todos los grupos del Parlamento de Navarra, por ejemplo, han pedido por unanimidad que se investigue el caso. Pero sospechamos que todo va a caer en saco roto. Marlaska se niega a comparecer, los partidos que sustentan al Gobierno no le exigen que dé explicaciones... Y de nadie es la competencia. No es de la Justicia, no es de la Fiscalía, no es de Interior... Parece que no le corresponde a nadie esclarecer los hechos.
–¿Qué supuso para su familia que el Ayuntamiento de Donostia rindiera por primera vez un homenaje a su hermano? Un acto al que, por cierto, acudió Jorge Mota, concejal del PP y víctima de ETA.
–Agradecemos un montón el acto porque pone en evidencia que Mikel ha sido una víctima. Y me pareció muy bien la presencia del miembro del PP. Las víctimas somos víctimas igual y, en ese sentido, podemos empatizar con el dolor. Y no le quiero quitar importancia al homenaje, pero nuestra necesidad es saber la verdad.
–¿Una verdad que vaya acompañada de justicia...?
–Siempre hemos buscado la verdad. Y con el paso del tiempo, vemos que es más probable llegar a la verdad haciendo una renuncia de la justicia. Eso es así: cuantas menos opciones tengamos de justicia, vamos a tener más opciones de verdad. Y en el ámbito político, los partidos tienen una herramienta buenísima para ello: desclasificar los documentos de secretos oficiales. Estamos seguros de que ahí habrá información relevante para solucionar el caso.
–¿Cree que llegará el día en que se reconozca la verdad?
–Algún día la conoceremos, pero cuando ya tengan pocos que pagar. Ahora, sin embargo, tenemos pocas esperanzas. Pero no nos podemos dar por rendidos.
–¿Cómo ha afectado este episodio a su vida, en su día a día?
–Es una carga que llevas siempre. Hay veces que parece que lo has superado y otras te das cuenta de que no. Nos hemos acostumbrado a vivir sin Mikel y, desde ese punto de vista, tenemos el duelo pasado. Pero ya no va a volver a vivir y tenemos la deuda de devolverle la dignidad. La dignidad de que, además de matar, hicieron de su muerte una mentira indigna. Y esa es nuestra pelea: que aflore la verdad por su descanso y por el bien de su memoria.
–¿Usted cómo recuerda aquellos días de 1985?
–Fueron días de mucho ‘shock’. Yo tenía 21 años y me parecía inaudito. Pero conforme iban pasando los días era más consciente de lo que había podido pasar y nuestra sospecha enseguida fue que ya no le íbamos a ver más. Que estuviera desaparecido y no saber de él fue muy difícil... Y cuando apareció muerto nos cayó como un mazazo. Para mis padres fue una estocada terrible, algo que ya ninguno pudo superar más.
–¿Y cómo era él...?
–Éramos 9 hermanos y él, como hermano mayor, hacía un poco las labores de delegación de mis padres. Era un buen consejero. Siempre te protegía y te echaba un cable. Era sociable y familiar. Cada vez que aparecía Mikel en casa era aparecer la alegría.
–Usted tiene una hija de 29 años. ¿Hablan de lo que pasó?
–La verdad es que es una cosa que se va transmitiendo sin querer de generación en generación. Mi hija me solía decir: ‘jo ama, es que no me dices nada que yo no pueda leer en los periódicos’. Y hablar de Mikel, hablábamos, pero lo justo y necesario, y nunca ahondando en lo que ocurrió aquellos días en casa. Hemos evitado hablar de ello porque siempre te da la sensación de que le vas a herir o marcar gratuitamente. Y luego con el tiempo te das cuenta de que, por defecto, lo vas transmitiendo y que el peso del dolor lo percibía igual. Porque lo que le ocurrió a Mikel deja heridas profundas y muy difíciles de expresar.
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