26 marzo 2021
«Asesinaron a mi marido y me tuve que ir como si fuéramos los culpables»
La viuda del escolta de Enrique Cuesta regresa al lugar del atentado, 39 años después, para asistir al homenaje del Ayuntamiento
Pepi Gutiérrez tenía 21 años el día que tuvo que abandonar San Sebastián prácticamente a escondidas. Dos terroristas de los Comandos Autónomos Anticapitalistas –rama escindida de ETA– habían asesinado a tiros a su marido y, tal y como relata por primera vez a este periódico, «con nuestro hijo Javier de tres meses en los brazos, me fui como si fuéramos nosotros los culpables, los que hubiéramos hecho algo malo». Su pareja se llamaba Antonio Gómez García, era policía nacional y escoltaba a Enrique Cuesta, delegado de Telefónica en Gipuzkoa, hasta que el 26 de marzo de 1982 dos jóvenes de los CC AA les asaltaron en plena avenida Sancho el Sabio del barrio de Amara, poco antes de las tres de la tarde. Les dispararon a quemarropa a la altura del número 22. Cuesta murió prácticamente en el acto y su escolta resultó herido de gravedad tras recibir un tiro en la cabeza. Quedó en coma profundo y falleció cinco días después en el Hospital de la Cruz Roja de Donostia. Antonio Gómez es uno de los 61 miembros de las Fuerzas de seguridad y militares asesinados por ETA en Donostia.
La viuda del policía regresará hoy, el día que se cumplen 39 años del atentado, a la ciudad donde el terrorismo le rompió la vida. Pepi Gutiérrez asistirá mañana, junto a su hijo Javier y a la familia Cuesta, al acto de colocación de las placas en memoria de ambos asesinados, organizado por el Ayuntamiento donostiarra. Las dos familias volverán juntas al lugar el atentado, donde ayer mismo se colocaron en la acera los dos pequeños memoriales, listos para su inauguración.
El sencillo homenaje, que estará encabezado por el alcalde de Donostia, el jeltzale Eneko Goia, y el resto de la corporación –salvo EH Bildu, por expreso deseo de las familias–, se enmarca en la iniciativa para recuperar la memoria y visibilización en el espacio público de las 128 víctimas por la violencia y el terrorismo de ETA, los GAL, el Batallón Vasco Español y la ultraderecha, así como de abusos policiales, de las que ya se ha colocado una placa a otras nueve. Tanto Cristina Cuesta como la propia Pepi Gutiérrez destacan «la cercanía y el cariño del equipo municipal en el reconocimiento de la memoria. Es de agradecer sobre todo por el simbolismo que tiene San Sebastián, después de tanto olvido».
El 26 de marzo la viuda de Antonio Gómez estaba en la casa del barrio de Altza que la pareja y su hijo compartían con la familia de otro policía, Alfonso López, que meses después fue también asesinado en otro atentado en Errenteria. «Me llamó mi hermano el mayor desde Barcelona y me dio la noticia de que Toni había sufrido un atentado», recuerda. Tras cinco días en la UCI no pudieron salvarle la vida y falleció el 31 de marzo. «Recuerdo la angustia de aquellos cinco días, aferrada a mi bebé, cuando la vida de Toni se iba apagando. Hay cosas de las que no me acuerdo mucho, pero sé que me dejaron verlo y pude despedirme de él». Pepi, originaria de Antequera, volvió con Javier a la casa familiar en Barcelona, la ciudad en la que la pareja se conoció cuando pasaban las tardes en la plaza Cataluña. La capilla ardiente se instaló, lejos de Donostia, en la comisaría de Santa Coloma de Gramanet, donde había vivido Gómez, de origen gaditano. Allí fueron también el funeral y el entierro.
«Cúmulo de emociones»
Cristina, la hija mayor de Enrique Cuesta, que dejó Donostia y se fue a vivir a Madrid cuando le pusieron escolta hace 20 años, confiesa sentir un «cúmulo de emociones» por la alegría de volver «para un día tan especial» y por compartir el homenaje con la viuda y el hijo de Antonio que «nunca ha tenido un reconocimiento ni la consideración y apoyo social, sino todo lo contrario». Cree que colocar las placas «es una necesidad imperiosa porque hay que dejar un legado de conciencia democrática a las nuevas generaciones y porque Donosti tiene la cifra negra de 99 asesinados por grupos terroristas, 96 de ellos por ETA».
Cristina y su hermana Irene comparten «la tristeza» por que su madre, Pilar Gorostidi, fallecida en 2016, no pueda ver el homenaje. «Mi madre decidió quedarse en San Sebastián porque era donostiarra. Se pasó toda su viudedad mirando el cuadro de mi padre desde el sillón y haciéndose una pregunta que repetía mucho, ‘¿por qué?’, y que creo que todavía no ha sido respondida del todo».
Opinión:
Cómo me alegra ver que, tantos años después, Pepi y su hijo Javier reciben el más que merecido homenaje por lo sucedido casi cuarenta años atrás.
Todavía recuerdo, como si fuera ahora, la primera toma de contacto con Pepi cuando Javi empezaba en el Instituto. Tengo grabada aquella primera conversación, allá por 1992 aproximadamente.
Y también tengo grabada la enorme sencillez y dignidad de la familia. Pasamos algunos momentos complicados, especialmente a nivel de algún impresentable en el Instituto y solo la tranquilidad de espíritu de Pepi y el buen hacer de la antigua AVT y su delegación en Barcelona evitó más contratiempos. También recuerdo largas conversaciones comentando muchos momentos del abandono sufrido tras el atentado, con detalles personales que me iban confirmando que no todo lo que se decía tras un atentado era cierto… ni desde las administraciones ni por parte de alguna victima ajena a la familia con un enorme deseo de protagonismo y una nula empatía.
Años después se mudaron a Andalucía pero el recuerdo y el aprecio sigue vivo, como el primer día.
Un enorme abrazo para ellos. De todo corazón.
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