20 octubre 2016
"No se
puede obtener nada desde las trincheras"
El heterodoxo exedil del PP en
Errenteria, Chema Herzog, habla sobre cómo ha cambiado su vida en estos cinco
años sin terrorismo y manda un mensaje a las nuevas generaciones: "con la
violencia no se va a ningún lado"
"Lo que hay que hacer es
hablar mucho con todo el mundo. No hay buenos ni malos, sino gente que tiene
distinta ideas", sostiene Herzog
Chema
Herzog es un 'pepero' heterodoxo. Le cantó las cuarenta a su partido cuando el
presidente Mariano Rajoy no se atrevía a pronunciar el nombre de Luis Bárcenas
al presumir de un partido, el PP vasco, "'chapeau', del primero al
último" militante. “Aquí no tenemos ninguna cuenta en Suiza”, dijo, colocando
un dardo donde más dolía en las entrañas del partido en esos momentos: la
corrupción. O nunca ha ocultado que, aunque principalmente y sin duda alguna ha
sido ETA la que más ha matado en Euskadi, también se han producido torturas y
excesos policiales. "Aquí se ha hecho 'la bañera', la 'bolsa', el apaleo.
Yo no podría ser un guardia que le hace 'la bañera' a un preso. ¿Para qué eres
guardia? Si te hacen hacer eso, quítate", aseguró también en su día.
Por
hablar en plata le acusaron de tener el síndrome de Estocolmo. Pero él lo niega
con rotundidad. Sabe de primera mano lo que ha significado vivir mirando para
todos los lados, pese a llevar escolta, o ver caer a amigos como el líder del
PP en Gipuzkoa Gregorio Ordóñez, el sargento de la Ertzaintza y activo
militante de ¡Basta ya!, Joseba Pagazaurtundua, o al periodista José Luis López
de la Calle ,
bajo las balas de la sinrazón de ETA. "Hemos vivido una cosa 'elegante'
eh, ha sido la leche", rememora con un lenguaje cercano. Cuenta que en las
últimas elecciones se quedó "a 20 papeletas" de revalidar su acta de
concejal del PP en Errenteria, "ghost city, ciudad sin ley" durante
los años de plomo de ETA. Pero muchas cosas han cambiado en este lustro
en el País Vasco.
Chema
ha cumplido ya 60 años. En conversación telefónica con este periódico contesta
desde su casa a las preguntas sobre cómo se ha modificado su vida en estos cinco
años sin ETA. El mismo inmueble desde el que vio como un terrorista acabó con
la vida de su primo Fernando Múgica Herzog, abogado e histórico militante
socialista vasco. Fue con un tiro en la nuca en febrero de 1996, un año después
de que arrancara la estrategia etarra de la "socialización del
sufrimiento" con el asesinato de Gregorio Ordóñez, una forma de 'limpieza'
expeditiva a base de tiros y bombas de los que pensaban diferente a ETA.
Y
en un territorio comanche como Errenteria, la posibilidad de seguir engordando
la lista eterna de ediles populares asesinados por ETA: Gregorio Ordóñez,
Miguel Ángel Blanco, José Luis Caso, José Ignacio Irutetagoyena, Manuel
Zamarreño... era algo muy real. Pero nunca pensó en poner tierra de por medio
ante esa atmósfera irrespirable de falta de libertad. Aguantó.
"La
verdad es que cuando hace cinco años se produjo la noticia del final no me lo
podía creer; después de tanta tregua, cese de la violencia, el paripé de Aiete,
pensaba que era otra vez como lo de que viene el lobo y... Fue al de un tiempo
cuando me di cuenta de que esta vez era la buena, que era verdad, por fin se
había terminado todo".
Todo
eso cambio casi de un día para otro. "Podía salir a mis anchas, sin andar
mirando como a hurtadillas, como si fuera yo un atracador de bancos, saludando
a todo el mundo, casi como una farandulera", recuerda ahora entre risas al
otro lado del hilo telefónico.
La desaparición de ETA ha permitido que en Errenteria -en su
día considerada como la 'Belfast vasca'- se haya abierto la puerta a
experiencias de convivencia. Aún de laboratorio si se quiere, pero en donde
personas que antes catalogaban de "enemigo" a su adversario político,
han salido de las trincheras, de eso que los mediadores profesionales llaman
las "zonas de confort". De la mano de su alcalde, Julen Mendoza
(EH Bildu), los partidos PSE-EE, PNV y PP, llevan tiempo intentando cerrar las
cicatrices de la violencia reuniendo a víctimas de ETA, los GAL o de los abusos
de las fuerzas policiales.
Chema
ha participado en esas iniciativas junto a otros representantes políticos.
"Yo estaba en ese ajo para terminar con la violencia en mi país. Coincidí
con unos tíos que eran bastante asequibles y establecimos una relación humana.
Y cumplí mi papel", recuerda. "De síndrome de Estocolmo, nada de
nada. En todo caso un inconsciente como Joseba [Pagazaurtundua]. Yo era de
derechas, siempre he sido partidario de la iniciativa privada, del pequeño
empresario, del tío que se juega las habichuelas. El partido político en el que
me correspondía estar tenía que ser uno de derechas, y desde luego no
nacionalista. No tenía muchas opciones. Pero yo no soy un hombre del libro del
partido político donde milito", apunta, diseccionándose a sí mismo.
Pero
algo que sí tiene claro es que desde las trincheras no se construye nada. Sabe
que hay en marcha en el País Vasco una batalla por el relato de lo
ocurrido. "No se puede obtener nada desde las trincheras, lo que hay que
hacer es hablar mucho con todo el mundo. No hay buenos ni malos, sino gente que
tiene distinta ideas. Y para aprender los unos de los otros hay que
hablar". "Lo más importante es que los chavales sepan que con la
violencia no se va a ningún lado, que si se meten en una cosa de esas para a
ser para mal, para ellos, para su familia y para sus vecinos", apunta.
Chema
acaba la conversación como esos ciudadanos que son entrevistados por la
televisión a pie de calle, queriendo saber cuándo sale esto. "Mándame un
enlace, por favor. Muchas gracias y un saludo fuerte para ti".
Opinión:
Leyendo la
entrevista a Chema Herzog sólo se me ocurre una cosa: felicitarle. Felicitarle
porque a sus ideas y sus convencimientos personales antepone el bienestar de la
comunidad, de la sociedad en la que vive.
Coincido
plenamente con él y me consta que somos muchos mas...
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