07 septiembre 2020 (05.09.20)
¿Tonto útil, bicho raro o demócrata que empatiza?
El autor es exparlamentario de PSN-PSOE y miembro
del Foro Social
José Luis Úriz Iglesias
El pasado miércoles, formando parte de una delegación del
Foro Social Permanente, acudí al Parlamento de Navarra a exponer nuestros
últimos trabajos a favor de la convivencia. Mi intervención intentaba trasladar
a los representantes de la soberanía popular en Navarra el porqué alguien como
yo pertenecía a ese grupo social. Inicié mi intervención reconociendo que a
veces me interrogaba sobre esa cuestión que consideraba importante y traía a
ese hemiciclo dicha inquietud, por si podía aportar algo a sus señorías. ¿Por
qué alguien como yo decidió colaborar desde su inicio con el Foro Social?
Intenté explicarlo con brevedad, claridad, sinceridad y un punto de valentía. Llamando
a cada cosa por su nombre.
¿Cómo era posible que alguien que
venía de la cultura socialista (ahora sin carnet, aunque con la satisfacción de
que mis compañeros transiten por el camino que inicié) y además humanista, que
durante los duros años de "plomo y fuego" tuvo que sufrir 12 años con
escolta, mirando debajo del coche cada mañana, con la angustia cada vez que le
daba a la llave, cambiando de costumbres e itinerarios, afectando a mi familia
sin poder hacer una vida normal, era capaz de colaborar con esa organización
social? ¿Por qué alguien que estuvo en la orilla contraria de lo que entonces
era un río de aguas turbulentas, ahora compartía espacio de trabajo y
convivencia con algunos de los que me confronté, a veces con extrema dureza?
Pedí a los señores y señoras
parlamentarias presentes por favor que, cuando volvieran a sus casas,
reflexionaran sobre lo que les iba a decir, con la ingenuidad típica de quien
piensa que eso es posible hoy en día. Quizás la explicación de mi decisión esté
en que incluso en aquella oscura época intentaba comprender las razones del
"otro", entender su sufrimiento. Eso tiene que ver con un concepto
casi desaparecido, la empatía. Es probable que también mi pasado de lucha
antifranquista hubiera influido, aquel en el que a los ojos de otros (los
fascistas que gobernaban) pertenecía a esa misma orilla, a la de los que se
consideraron enemigos del sistema. O porque fuera torturado y represaliado por
mis ideas por los miembros de la
BPS , en dos ocasiones por el afamado "Billy el
niño". Probablemente esa circunstancia haya hecho que entienda que la
tortura es la mayor degradación del ser humano, de quienes la practican, de
quienes la ordenan, la toleran, o también de aquellos que simplemente miran
hacia otro lado. Nunca he podido tolerar esa depravación, mucho menos aún
cuando sospeché que la practicaban los míos, míos.
Quizás todo ello me condujo a
empatizar con un movimiento como el Foro Social, al igual que antes lo hice con
Elkarri o Lokarri. Era consciente que después de la desaparición de ETA, contra
la que luché precisamente en primera línea de fuego, aún quedaba mucho trabajo
por hacer. Entonces me di cuenta que ese trabajo lo exponía Foro Social en su
ideario y en sus planes de trabajo. Convivencia, normalización democrática,
respeto a los derechos humanos y en concreto los de los presos, derechos para
todas las víctimas, todas, o búsqueda de consensos en lo referente al relato.
Me preguntaba: ¿Por qué tiene que haber cien relatos cuando la verdad es única?
¿Por qué no trabajar un consenso también en este espinoso tema?
El 20 de octubre de 2011, cuando
ETA anunció el fin definitivo de su actividad violenta, fue uno de los días más
felices de mi vida. Aquel día vinieron a mi mente imágenes como aquella en la
que Odón Elorza me informaba del asesinato de nuestro amigo Juan Mari Jáuregui,
también ese viaje juntos a Donosti. O las charlas que ambos tuvimos con otro
asesinado y también amigo, Ernest Lluch. Los cuatro coincidíamos en muchos
aspectos de este espinoso tema. Por eso igualmente estuve el 3 de mayo de 2018
en Cambó en el momento histórico de su desaparición. Estoy convencido que ambos
si vivieran habrían estado codo con codo conmigo aquel día, con la satisfacción
de haber colaborado en aquel hito. Debo reconocer que si entonces alguien me
dijera que 9 años después tendríamos que estar todavía exponiendo estos temas
no lo habría creído. Vamos con retraso, con mucho retraso. Y ese retraso genera
sufrimiento, un sufrimiento que en su momento no quise para mi familia y no lo
quiero ahora para la de los demás.
Antes de seguir debo reconocer que
incluso en mi etapa de militancia socialista y durante los peores momentos de
la violencia de ETA, no estuve de acuerdo con dos conceptos que me parecían
injustos. Mucho más ahora que ETA ya no existe. El primero, el no
reconocimiento de los derechos a las víctimas de la otra parte cubriéndolas con
un manto de sospecha. Todos fueron víctimas y algunos en ambos bandos
igualmente fueron victimarios. Los atentados de los llamados incontrolados, los
sucesos de Sanfermines 78, la persistencia de la tortura y un largo etcétera de
abusos, dolorosamente desde aquellos que precisamente se ocupaban de proteger
los derechos de todos nosotros.
Como militante socialista, de la
izquierda, como demócrata sentí una inmensa indignación, un profundo dolor y
tristeza por la existencia de los GAL. Por eso hoy, como ciudadano, como
demócrata, no puedo, no quiero aceptar discriminaciones entre víctimas según
quién haya sido su victimario. El segundo la dispersión. Nunca estuve de
acuerdo con ella, porque siempre he entendido que los derechos de los presos
son globales, o sea que deben afectar a todos por igual pertenezcan al
colectivo que pertenezcan y que jamás, jamás, se debe hacer pagar a los
familiares y allegados por los delitos que alguien haya cometido, por muy
canalla que haya sido.
Opino que ningún demócrata que
utilice el sentido común (el menos común de los sentidos), puede estar de
acuerdo con que existan discriminaciones y por lo tanto su deber, esté en un
lado u otro, es luchar y trabajar por evitarlo. Por eso acudí allí, para
trasladar mi experiencia a los representantes de mi comunidad, para que
entiendan que si se está a favor de la convivencia, de buscar consensos en lo
referente al relato, si se está a favor de los acuerdos con los diferentes
incluso con los muy diferentes, o en el respeto a los derechos humanos, en
concreto sobre la igualdad de trato a los presos y además uno es demócrata,
entonces se debe estar en el Foro Social o al menos estar con lo que hace el
Foro Social. Porque hoy en día es precisamente el Foro Social, uno de los pocos
espacios en Navarra que reúne personas de ideologías muy diferentes.
Cristianos, socialistas, nacionalistas, sindicalistas, defensores de derechos
humanos o gente de la izquierda abertzale. Gentes que, como he dicho antes, nos
enfrentamos en su día y hoy damos el paso de reunirnos todos los meses en torno
a una mesa buscando acuerdos y a continuación los expresamos públicamente. Por
eso tiene un gran valor que precisamente allí, en la sede de la soberanía
popular de Navarra, delante de todos los partidos con representación,
lleváramos propuestas como las que nos traían a ese Parlamento, aportaciones
que tienen que ver con la construcción de puentes por los que comunicarnos,
cuando lo habitual es el "y tú más" o las trincheras de
confrontación.
En un tiempo líquido como analizaba
Zygmunt Bauman, donde con demasiada frecuencia se considera enemigo a todo
aquel que no opina como tú y por tanto se dinamitan los puentes por los que
comunicarse, resulta difícil entender este tipo de posiciones. Pero
afortunadamente existen y estábamos ante ellos. En el final de mi exposición
les pedí, especialmente a algunos, que hicieran un ejercicio de generosidad
intelectual, de altura de miras para entender nuestras razones. Que dejaran a
un lado estereotipos y clichés sectarios. Que intentaran entender las razones
por las cuales si en el Foro Social podemos trabajar y colaborar gentes tan
diferentes, con pasados encontrados, lo puedan hacer igualmente ellos. Y ellos
con nosotros.
Ojalá lleguemos a convencerles,
para que nos ayuden en nuestro difícil y complejo esfuerzo. Les solicité que
entendieran que no soy un tonto útil, ni que me encuentro afectado por el
síndrome de Estocolmo, tampoco un bicho raro, y si lo fuera, si perteneciera a
una especie en vías de extinción, deberían tomar las medidas necesarias para
protegernos y evitar que desaparezcamos.
Terminé con un mensaje. Analicen
mis palabras con bondad, con respeto, con altura de miras, intenten comprender
mi reflexión y saquen de ahí algo que pueda servir para la convivencia. Ese
mismo mensaje se lo traslado también a los lectores a través de esta reflexión.
El autor es exparlamentario de
PSN-PSOE y miembro del Foro Social
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